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Más Europa y Gibraltar español

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

A mi pesar, las encuestas eran ciertas. Predecían que en el referéndum del Reino Unido (RU) sobre su permanencia o no en la Unión Europea (UE) ganaría el Brexit. Y éste, efectivamente, ha vencido. Qué irresponsabilidad la del primer ministro Cameron al convocar un referéndum, que ni tenía ganado ni respondía más que a un problema interno de su partido. Qué insolencia la de estos británicos que han decidido finalmente dejar “aislado” al continente europeo.
Ahora se iniciará un proceso de negociación que varios años, hasta la desconexión “orgánica” del RU de la UE. Nos espera un periodo sombrío, inestable y volátil tanto en el plano económico, como en el político y el social. No solo para el RU, sino también para la Unión y, en distinta medida, para cada uno de los otros 27 estados miembros. Inicialmente, por un efecto inercial, nada parecerá cambiar hasta que se manifieste el hecho en toda su magnitud. Uno espera que, en esa negociación, al menos Bruselas mantenga una postura firme que no solo facilite la desconexión de Londres (puente de plata), sino que con firmeza ponga coto al tradicional filibusterismo británico que —aventuro— tratará de obtener ventajas adicionales incluso de su insolidaria actitud.
El rechazo británico al club en una mala noticia, especialmente por el debilitamiento de la empresa europea, especialmente en términos políticos y económicos, que es consustancial con que alguien importante abandone una sociedad. Más allá del presente “bacarrá” bursátil, los malos efectos del triunfo del Brexit van a ser muchos, particularmente para los británicos. Me temo que asistiremos, al menos inicialmente, a una generalizada pérdida de confianza que vendrá a incrementar las tensiones en el seno de una Unión ya muy tensionada. Quizás la peor de las consecuencias sea un potencial efecto dominó —la mayor amenaza al proceso de integración—, que diera al traste con el complejo proceso de integración. En un mal momento europeo por la carencia de un liderazgo reconocible, nuestros líderes políticos tendrán que tener la cabeza muy fría para afrontar una potencial escalada de extremismos, populismos, nacionalismos, xenofobias y conflictos interestatales hasta ahora larvados.

Cuando haya pasado el tsunami provocado por el Brexit tocará ponerse a la labor de reparar lo quebrado por la egoísta aversión británica hacia una Europa unida. 

Pero no todo es negativo. El Brexit también tiene una gran virtud. Es la de despejar definitivamente la polémica y el chantaje a los que el RU ha estado sometiendo a los europeos, desde el mismo momento de la entrada de aquél en la Comunidad Económica Europea en 1971. Los avances del proceso de integración europea —exceptuando los del campo comercial y otros directamente favorables a los intereses británicos—, se han producido dificultosamente al sufrir, en los últimos 45 años, esa permanente búsqueda de la exclusividad, la diferencia y la ventaja característicos del renombrado “trilerismo” negociador británico. Actitud que ha tenido especial reflejo en el campo de la política exterior, la seguridad y la defensa. Es de esperar que en esos vitales campos para la integración europea, la ausencia del RU permita su progreso en los términos apuntados en el Tratado de Lisboa de 2007. Sin el RU sentado a la mesa, una política de defensa común se conforma como un objetivo alcanzable por la UE a medio plazo.
Cuando haya pasado el tsunami provocado por el Brexit tocará ponerse a la labor de reparar lo quebrado por la egoísta aversión británica hacia una Europa unida. Ésta demanda ahora, más que nunca, una profundización del proceso de integración en los términos previstos en los tratados que gobiernan la Unión. No es momento de alentar incertidumbres. Hay que retomar el espíritu europeo. Juntos, los europeos, seremos capaces de proseguir en nuestro empeño continental una vez desembarazados de los provincianismos isleños de la pérfida Albión. No obstante, respetemos la decisión de quienes han optado por mayoría seguir su camino solos. Que Dios les guarde porque en ese camino llevarán su penitencia. No obstante, desde mi prisma, no me contengo al reclamar comenzar a reconstruir en el post-Brexit con un ¡Más Europa! y ¡Gibraltar español!