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Medidas draconianas

No vamos a entrar aquí y ahora en la responsabilidad del Gobierno mismo, que la tiene y mucha.

 

Con más del 1.000 muertos y unos 20.000 infectados, el Gobierno debe sopesar seriamente el viraje en la estrategia que se plantea a corto-medio plazo para el combate eficaz contra el coronavirus. No vamos a entrar aquí y ahora en la responsabilidad del Gobierno mismo, que la tiene y mucha. Baste tan sólo con repasar lo que todos a esas alturas tenemos claro, y que muchos callan por sectarismo ideológico a sabiendas de que si gobernasen ‘los otros’, hubiesen sido los primeros en exigir guillotinas en las sedes de los partidos de gobierno. No es una verdad hurtada los ciudadanos que Pedro Sánchez y los suyos no se prepararon ni lo más mínimo para lo que venía, a pesar de la fuerte presencia del virus en un país tan cercano como Italia -de cuyas zonas de aislamiento siguieron despegando aviones que aterrizaron en suelo español, en una situación tan insólita como negligente- por razones pura y llanamente políticas. Entre estas, y quizás la mayor, destaca la instrumentalización imprescindible para su ‘voladura controlada’ del ‘régimen del 78’ de la Huelga Feminista del 8-M a la que, por lo demás, se sospecha no sin fundamento que la propia ministra Irene Montero pudo ir ya contagiada.

 

Desde antes incluso de esta fecha se ha ocultado deliberadamente información a la población para no quedar en evidencia y exponerse a unos reproches más que justificados. Y cuando el desastre ha sido inocultable y los muertos han empezado a amontonarse, la bisoñez política del gobierno menos preparado para enfrentar esta crisis de cuantos podrían barajarse no ha permitido dar unas directrices claras a la población, parapetándose cobardemente detrás de los profesionales sanitarios y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para eludir su responsabilidad. La cual no parecen tomarse muy en serio, por cuanto el mismo Vicepresidente Pablo Iglesias ha roto no una sino varias veces la cuarentena a la cual se obliga a millones de españoles para realizar declaraciones políticas y saborear que por medio de un Decreto-ley se haya blindado su posición en la Comisión de Control del CNI de manera abiertamente ilegal a la par que sazonaba a los suyos por la cacerolada al Rey cuando la unidad es ahora la prioridad de todo gobernante.

 

Los millones de euros destinados a las Comunidades Autónomas se han revestido de concesión solidaria y responsable cuando representan cifras ya presupuestadas y reclamadas por los gobiernos autonómicos desde hace meses, a la par que no se ha provisto adecuadamente a los citados gobiernos de material sanitario de primera necesidad en un criminal como inoportuno contencioso entre ambas administraciones sobre el control de dichos medios para conservar lo que el Gobierno no pierde de vista ni un segundo en estos tiempos oscuros: el Poder. Detrás de las bambalinas y de los buenos propósitos cuidadosamente escenificados ante los medios de comunicación, lo que se esconde realmente es una dejación de funciones no tanto por dolo como por incompetencia, duda, ambigüedad y temor. No en vano, Pablo Iglesias y sus colaboradores no han dudado en dejar claro que, para ellos, la crisis desatada por el coronavirus constituye una oportunidad privilegiada para implementar su modelo de Economía Planificada y desplazar a los agentes económicos privados que -y esto no se olvide- están arrimando el hombro a la par que los públicos para salvarnos a todos el pellejo.

 

Es un hecho incontestable que el daño que estos agentes económicos privados van a sufrir, entre los que se encuentran autónomos y pequeños y medianos empresarios, va a ser enorme. Y que serán la Clase Media y los sectores sociales más desfavorecidos los que deberán sufrir una crisis económica de magnitud impredecible cuando todavía no se ha salido totalmente de la anterior. Si esto es así, no se debe a otro motivo que a las vacilaciones gubernamentales, que no adoptó las medidas de confinamiento y de Estado de Alarma hasta que fue demasiado tarde. Algo muy parecido a lo que sucedió en China, donde las autoridades regionales de la ciudad de Wuhan y de la provincia de Hubei se inhibieron de sus responsabilidades por miedo a la alarma que la expansión del virus pudiera generar, dejando que este campara a sus anchas nada menos que tres semanas sin control alguno, hasta que no hubo más remedio que tomar cartas en el asunto. La diferencia entre China y España no está en la negligencia criminal de sus gobernantes, que han expuesto a millones de personas al contagio y a la muerte, sino en la forma en que el problema se ha atajado.

 

Desde que se decidió actuar, el gobierno chino fue inflexible en las medidas a la hora aplicarlas, no escatimando recursos ni el empleo de los mismos una vez reconocida la gravedad de la situación. Desde esos momentos, se aislaron zonas y barrios enteros, se prohibió el tránsito de personas por la calle, se eliminaron las aglomeraciones, se impusieron los test a los afectados y se instauró el suministro de comida y productos básicos a domicilio para evitar el contacto en los supermercados y centros de alimentación. En lo momentos presentes, el Estado de Alarma decretado por Sánchez se revela como claramente insuficiente, imponiendo una cuarentena que muchos todavía incumplen abiertamente, y resistiéndose al aislamiento de zonas de alto riesgo como Madrid, donde se concentra ahora alrededor de la mitad de los muertos causados por la epidemia. Según advierten los sanitarios -algo de lo que también son conscientes las autoridades- de no procederse a medidas más enérgicas que yugulen, corten, de la forma que sea, el contagio de persona a persona, la Sanidad, tanto Pública como Privada, pronto va a colapsar. Muestra de que esto es algo que ya se está empezando a producir es que el personal sanitario se haya colocado en la terrible posición de tener que decidir quién vive y quién no.

 

Así están las cosas y no es preciso decirlo más bajo. El Gobierno tiene en su mano la gestión de la situación en España, así como la vida de millones de ciudadanos. Y debe aceptar pagar el precio que sea necesario con tal de que el estado de cosas no empeore, pues el tiempo apremia y no es ilimitado. A la vista de los hechos, parece inevitable concluir que deberá recurrir a medidas draconianas similares a las adoptadas en China, habida cuenta de que la vía surcoreana de contención ya no es posible. Ello pasa por ampliar el Estado de Alarma al de Excepción, realizar pruebas masivas a los afectados y a sus allegados, procediendo a su aislamiento inmediato en zonas habilitadas para ello. Lo cual no puede obviar el cierre de partes del territorio nacional como Madrid, destinando zonas especiales que permitan descongestionar los Hospitales y prevengan el muy poderoso riesgo de que pasen a convertirse en focos de contagio, en vez de ser centros de curación. Los gobiernos autonómicos deben gozar inmediatamente de todas las facilidades en cuanto material sanitario refiere, y los centros médicos privados deben tener la posibilidad de hacer también pruebas, toda vez que la Administración Pública no podrá hacerse cargo ella sola de tan ingente tarea.

 

Asimismo, deberá desplegarse al Ejército y demás fuerzas para garantizar el cumplimiento de un Toque de queda que es, a la larga, imprescindible establecer, de manera que se restrinjan los movimientos de la población al mínimo indispensable, habiéndose de hallar medios para que el abastecimiento de comida y otros productos pueda hacerse en el mismo domicilio, sin acudir a los supermercados y tiendas, por tanto. Con esto no se ignora que el daño económico será enorme, pero es preferible asimilar este daño que tener que hacer frente a la eventualidad de que el sistema sanitario colapse y la epidemia se extienda sin control, ocasionando miles de muertos y un coste social al fin y a la postre mucho mayor. Esto es algo que todos debemos de aceptar y exigir a su vez al Presidente del Gobierno y a sus Ministros. Si no lo hacen y permanecen en este impasse serán responsables de las duras consecuencias que a buen seguro nos deparará esta crisis. Y será entonces el pueblo el que les exigirá unas cuentas que no podrán pagar jamás.