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Memento mori

Aguantaremos a partir de ahora a parlantes pagados por nosotros para decir mentiras sobre lo que ha ocurrido.

 

Sin ninguna filtración el tribunal sentenciador ha notificado su fallo a veintiún antiguos altos cargos de diversos gobiernos de la Junta de Andalucia, entre ellos dos presidentes. Condenas elevadas, contundentes. En Choses tues, Paul Valéry nos recuerda que “nuestros verdaderos enemigos, son silenciosos”.

Hemos vivido veinticinco años casi, un cuarto de siglo, una vida para muchos y media para los más, bajo la égida presidencial de dos de los hoy condenados. La Administración autonómica andaluza ha sido dirigida por buena parte de quienes han recibido el fallo judicial. Tres de ellos han sido ministros del gobierno de España.

Escribió don Francisco de Quevedo y Villegas:

Más desperté del dulce desconcierto

Y vi que estuve vivo con la muerte

Y vi que con la vida estuve muerto

Pues el dulce sabor del poder sin discusiones ni oponentes, en la nada estresante singladura de los nuevos omeyas,  en tierras de olivares y azofaifos, con trovadores ahítos de favores, alejados los críticos a las tinieblas exteriores, muerta que fue cualquiera guerra en horizonte, con la amenaza de destrucción que tal llevaba, transformó Andalucia en Pax Romana, entre las gentes de mi hidalga tierra.

En esa siesta templada del verano antes de la asfixia del agosto, una hidra de múltiples cabeza succionó el trigo ya trillado, a punto de avigallar la paja en el rastrojo y aquel en el granero. Y las siegas se entrelazaron unas con otras, siendo los brazos de quienes, enlazados, eran los mismos segadores.

Cuando el general inmisericorde con el vencido entraba en la triunfante vía hacia el templo de Venus un acompañante a su lado, o tras él, le recordaba que era mortal, que mirara hacia atrás, a los esclavos del botín traído, a los soldados arrastrando la vergüenza de su orgullo caído. Memento mori.  Has de morir, mi general. Serás vencido.

Los triunfadores, hoy, políticos o militares, empresarios y CEOS del Ibex, presidentes del fútbol y cardenales de rojo revestidos, no van acompañados de un quidam que les diga que serán, sí, que serán vencidos, derrotados, molidos.

Aguantaremos a partir de ahora a parlantes pagados por nosotros para decir mentiras sobre lo que ha ocurrido. O verdades de a  puño según les deba el tino. Eugene Delacroix, en su Journaldiario dejó anotado y fino: ‘los necios son arrastrados con mucha mayor facilidad que los demás a este vano placer de escucharse a sí mismos hablando a los otros…”.

Andaluces de Jaén, de Huelva, del Albaicin, de Bormujos, de Carteya , con mimbre en Benamejí, de la sierra de Filabres, de los Vélez,  de La Atunara gentil, esperad y sonreíd. No mos dejéis engañar. Trabajad y sonreír. Y ganar para ganar lo que es vuestro, de nadie más, no lo que otros os quieran dar. Limosnas no. Dignidad. Con dignidad no hay sentencias, ni tribunal que juzgar.