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España: ‘meeting point’ para migrantes

La prevista reforma del Sistema Europeo Común de Asilo (SECA) ha quedado pospuesta “sine die”.

Son ya varias décadas que los grandes flujos migratorios descontrolados estaban en mi catálogo de riesgos y amenazas para la seguridad europea. Ahora esa previsión se ha concretado en una indeseada realidad. Semanalmente llegan a Europa, principalmente a través del mar Mediterráneo, miles de migrantes que, normalmente con lo puesto, vienen a nosotros no tanto atraídos por el fulgor europeo sino aguijoneados por las tinieblas de sus propios orígenes. Son oleadas de seres humanos que no solamente suponen problemas económicos, sociales o de seguridad sino que también ―y esto es algo que no se suele mencionar por no ser políticamente correcto―, van paulatinamente islamizando nuestro continente.

 

La reunión del Consejo Europeo, celebrada los pasados 28-29 de junio, tenía la política de migración así como la adopción de soluciones comunes a la presión migratoria, como alma del orden del día.

 

Y así ha sido en el tiempo, que no en los resultados. Desafortunadamente, las conclusiones de la reunión son prueba más de fiasco que de éxito. Los jefes de estado y de gobierno no han sido capaces de avanzar seriamente en esos puntos, teniendo que contentarse con un pacto de mínimos ―más bien una sesión de maquillaje político―, sobre la emigración basado en la disolución, de facto, de otro anterior que establecía un reparto de cuotas nacionales de acogida. Es cierto que este último pacto no se cumplía plenamente, pero el logrado este fin de semana, basado en contribuciones voluntarias ―es decir, que cada estado haga de su capa un sayo―, así como en la creación de plataformas para migrantes en el norte de África, o incluso en territorio europeo, me temo que tampoco alcanzará la gloria. De esta forma, la prevista reforma del Sistema Europeo Común de Asilo (SECA) ha quedado pospuesta “sine die”.

Seamos claros. El problema de fondo está en la resistencia en diversos grados, en algunos en la oposición cerrada, de los miembros de la UE frente a la acogida sin más de los migrantes irregulares. Y, como apunta Antonio Ramírez de Arellano, consejero de economía y hacienda de la Junta de Andalucía: “sin valentía para abordar el fondo del asunto, no hay muros suficientemente altos como para frenar la desesperanza de las personas”. De entre los 28 socios de la Unión, algunos  estarían bien dispuestos a acoger a refugiados (en el concepto que definen las Naciones Unidas y las convenciones internacionales). Es decir, a aquellos que son acreedores al derecho de asilo, que son una minoría de los que llegan. Pero no tanto a desplazados y emigrantes por razones económicas, bien que todos ellos concurran en los mismos flujos migratorios, y estén dispuestos a jugarse la vida recorriendo un siempre peligroso camino, que no saben con seguridad adónde les llevará.

 

Es el cruel testimonio con el que nos golpean diariamente las pantallas de televisión, exhibiendo un drama sin fin de muertos, en las aguas a la misma puerta de nuestra casa; en el Mare Nostrum.

 

España, debido a la proximidad física de la península al continente africano ―solo 14 km  de Estrecho entre el norte de África y Andalucía―, así como a la relativa cercanía de las Canarias a los espacios subsaharianos, ha sido destino “tradicional” de la emigración ilegal africana (pateras y cayucos). Es cierto que la “ruta española” ha sido desde siempre una vía de escape natural de la presión migratoria sur-norte. Tampoco lo es menos que lo han sido asimismo las vías procedentes de Oriente y el Mediterráneo oriental a través de Turquía y Grecia, o desde el norte de África y el Mediterráneo central a través de Italia. Pero el tema se ha ido complicando muy rápidamente para España, al irse constriñendo, por decisiones nacionales, estas dos últimas vías.

De esta forma la vía “española” está engordando rápidamente. Porque a nuestro país llegan ya no solamente los migrantes “tradicionales” desde la fachada noroccidental africana. Ahora proceden de toda África y de Asia. El conocido caso, de hace pocos días, de los 630 migrantes (de más de 25 países) a bordo del “Aquarius”, que no fueron aceptados ni por Italia ni por Malta, y que desembarcaron en Valencia, es un ejemplo paradigmático de lo dicho. No es algo excepcional como se afirmó desde el Gobierno. Hace pocas horas éste ha autorizado que 60 migrantes más, a bordo del “Open Arms”, “pescados” en aguas libias y rechazados nuevamente por Italia y Malta, desembarquen en Barcelona el próximo miércoles. En definitiva, España se conforma hoy de hecho una especie de “meeting point” y plataforma europea ideal para refugiados e inmigrantes de cualquier parte del mundo. Tengo el pálpito de que el nuevo Gobierno no parece tener claro todas las consecuencias de esta política que, entre otros efectos inmediatos, fomentará un rápido crecimiento xenófobo en nuestra sociedad que, hasta ahora, era muy débil.

 

Y, a todo esto, nada se oye sobre la existencia o no de presión migratoria ilegal sobre Gibraltar. ¿Por qué será?