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Mirando hacia el 26-M

No parecen ser de recibo rabietas y mensajes que se están difundiendo por las redes (con el consabido: “pásalo”), tratando de descalificar el desenlace electoral.

 

El 28-A, el pueblo español votó libre y limpiamente. Más allá de expectativas personales, el resultado de las generales debería ser asumido y respetado por todos. No parecen ser de recibo rabietas y mensajes que se están difundiendo por las redes (con el consabido: “pásalo”), tratando de descalificar el desenlace electoral.

Las amoladoras siguen rugiendo y afilando aceros. Los mayores esfuerzos políticos se ejercen sobre dos ejes: la estructuración de las Cortes Generales, que se constituirán el 21-M; y, sobre todo, la campaña para ese enredo de elecciones: europeas, autonómicas y municipales, previsto para el 26-M. Todo un tumulto que nos engolfa, distrayéndonos de otros importantes asuntos domésticos e internacionales.

 

El Partido Sanchista Obrero Español (PSOE) ha ganado las generales del 28-A. Mírese como se mire, un nuevo Gobierno debe pasar inexcusablemente por el PSOE.

 

Pero esa victoria no es tan habilitante como el autobombo sanchista trata de colar. Es obvio que a los 123 escaños obtenidos le faltan 53 para la mayoría absoluta, sin la que Sánchez no sería seguramente investido en primera vuelta, ni podría gobernar en solitario con cierto recorrido. Si bien es lógico que el líder sanchista diga que pretende gobernar en solitario. Es un desiderátum con el que, además, gana tiempo para no comprometerse hasta después del 26-M. Pero, si se busca estabilidad, el pacto se impone, porque hasta el Nuncio recordará cómo Rajoy, con un respaldo superior (137 escaños), fue descabalgado en un pispás por la moción de censura que proyectó a Sánchez al Falcon hace casi un año.

Hacia la derecha está Ciudadanos (Cs) con sus 57 escaños. Juntos, Sánchez y Rivera, sumarían 180 actas de diputados: mayoría absoluta (que es de 176); la única posible con solo dos partidos (se desecha la del PSOE con PP por esquizofrénica). Sería una fórmula de Gobierno muy “europea” y estable. Pienso que Rivera se equivocaría si, por pretender hacerse con el liderazgo de la derecha, perdiera muchos votos por su izquierda. Este envite nos dirá la calidad de hombres de estado de ambos políticos.

Hacia la izquierda, el PSOE con los variopintos podemitas “plurinacionales” (Ps, IU y demás confluencias) solo sumarían 165 escaños. Faltarían otros 11 para alcanzar la mayoría absoluta. Para ampliar ese pastel con solo un partido más, Sánchez tendría que recurrir también a ERC que aportaría 15 escaños. Otra fórmula de 180 diputados, pero más fluida y compleja que la anterior. Además, pactar con un partido separatista, ERC, cuyo pontífice, Junqueras, estará previsiblemente en el trullo por bastantes años, obligaría a inaceptables “regalos” al separatismo. Un mal camino que seguramente perdería a Sánchez en un terrible laberinto de graves sorpresas.

Cualquier otro intento de sumar, sin recurrir a los separatistas (ERC, JxCat, PNV, Bildu), pasaría por incorporar al supuesto pacto a partidos muy minoritarios con el consiguiente guirigay que, además, no alcanzaría la mayoría absoluta. Somos rehenes de un paquete normativo electoral esclerotizado, e inasequible a una relación lógica entre votos y escaños. Situación tan compleja como injusta, que, aparcado el bipartidismo, cada vez debilita más al Estado. Solo tras el 26-A se podrán contemplar seriamente las posibilidades del reparto de poder y pesebres para los próximos años. Lo que hasta entonces se anuncie, diga o tertulie por políticos y medios tendrá mucho de especulación.

 

Eso lleva a mencionar las vibraciones que empiezan a percibirse relativas al futuro del ministerio de defensa.

 

Toma fuerza la idea de que Margarita Robles no debería repetir poltrona, tras tantos errores de bulto cometidos en tan pocos meses. Entre otros, la columpiada sobre la venta de armas a Arabia, o la fallida purga del VA Gómez Fernández de Córdoba. Tampoco debería prolongarse ese insólito “consejo paralelo” de damas de nivel directora general que, al margen de estructuras y responsabilidades orgánicas, se reúne con la ministra para decidir sobre variados asuntos. Ni qué decir tiene que, si cambiase la cabeza ministerial (o incluso sin cambiar), es más que probable que, para el próximo otoño, haya nueva cúpula militar. Al tiempo.