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Mis principios en Al-Andalus

Emilio Arnao
Emilio Arnao*

«Los gatos de Baudelaire»

Quiero iniciar aquí, bajo el título general de lo que será mi articulismo, esto es, “Los gatos de Baudelaire”, mi primera columna en  “Confidencial Andaluz”, que los directivos de este diario han tenido a bien dejarme escribir. Me comprometo a materializar desde mi columnismo dos tipos de mensajerías: una que resida en lo que es exactamente Al-Andalus, con sus jornadas políticas, su geografismo, su psicologismo, su coquetería, su parlamentarismo, su historia y sus costumbres, y la otra debe comprenderse como mi submarinismo por la contienda política, social y cultural de toda una nación que en estos momentos sólo tiene entre sus brazos a los gatos de Baudelaire, es decir, a mi propia deconstrucción metafórica, tomada de Jacques Derrida, sobre tal o cual acontecimiento de todo orden que yo vea adecuado abordar. Diré, mis queridos lectores andaluces, que me entiendo como un articulista furibundo y demoledor, crítico hasta la tibia y el peroné e independiente, por lo que no encontrarán ustedes si me siguen leyendo jamás una aproximación o una carnalidad hacia ninguna de las ideologías que reinan no sólo en Andalucía sino en todo el contorno del Estado español.

 

Por lo tanto, tendrán en mí, mis queridos lectores andaluces, a un pertinaz, contumaz, energético monstruo generador de todo combate del poder por el poder mismo

 

 

Diré también que amo Andalucía de la misma manera que amo a las hojas de otoño cuando caen para seguir viviendo una muerte viva, pues todo lo que fenece renace a partir de un lenguaje que quiere ser el mío a la hora de depredar cualquier doctrina, dogma, corrupción, barbarie, injusticia, o toda esa lepra que le sale a la política cuando ésta no es considerada como un bien hacia la ciudadanía, sino un concepto de lujuria en donde lo político se sobrealimenta de su calculado poder evolucionado hacia una forma de sexualidad. Poder y sexo son la misma cosa. Por lo tanto, tendrán en mí, mis queridos lectores andaluces, a un pertinaz, contumaz, energético monstruo generador de todo combate del poder por el poder mismo, que ya es el símbolo fálico que se instala en las instituciones políticas cada vez que de la palabra se industrializa una indignación, una iracundia transversal, una secular historicidad de unos tiempos que lamentablemente se repiten con constancia en cuanto el pueblo no está alerta y sajona, como la cuchilla de Buñuel y Dalí en “El perro andaluz”, ese falo del que hablo como hábitat del poder político.

 

Inicio pues mis colaboraciones en “Confidencial Andaluz” desde la más absoluta de las intenciones de perseguir a los malvados o de recapturar, aunque sea desde el terror estético, a todo lo que provenga de lo meramente mafioso. Acabo diciendo que, contra la mafia política, sólo resta una buena metáfora colocada en la nuca de los enemigos del pueblo. Continuará.

 

*Emilio Arnao es  Doctor en Filología Hispánica, poeta y periodista. Trabaja en una tesis doctoral sobre Ortega y Gasset

@EmilioArnao