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Mis tres horas de caos en Urgencias de Sierra Nevada

Esta historia ha sucedido hace unos días en Sierra Nevada, coincidiendo con las recientes vacaciones de Navidad. La afluencia de gente que ofrecían los vaticinios de los índices económicos no fue prevista ni tenida en cuenta por la administración sanitaria de la Junta de Andalucía.  Una de las personas afectadas  por un accidente describe en esta crónica, con lujo de detalles, una de las peores caras de la denominada por la Presidenta  de la Junta como la «joya de la corona» de Andalucía.

 

Elena Terranfe* .- Parece que la crisis ha terminado. Doy fe porque si en años anteriores, los últimos días del mes de diciembre había pocos esquiadores en la Estación de Esquí de Sierra Nevada  este año éramos miles los que habíamos tenido la misma idea de pasar la Navidad en el punto más alto de la Península.

Las pistas abarrotadas de gente invitaba a extremar la precaución más allá de lo normal. Una intención que no servía de nada, cuando son muchos los que se atreven con pistas complicadas.

Acababa de bajar una, y me disponía a entrar en el remonte, cuando sentí el impacto de alguien que me elevó del suelo, me saltaron los esquís y me hizo caer desde una altura considerable. El golpe fue brutal. Por la velocidad que traía el otro esquiador y por lo inesperado del choque.
Me vi tirada en el suelo, rodeada de gente y con un dolor en el costado que me impedía respirar. En cuanto me pude incorporar nos dirigimos al puesto de primeros auxilios que se supone que hay en Borreguiles, pero allí no había ni médico ni enfermera ni nadie que pudiera hacer una primera exploración, así que fuimos a la clínica de Pradollano.

 

Este año éramos miles los que habíamos tenido la misma idea de pasar la Navidad en el punto más alto de la Península.

 

 

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Cualquier unidad de urgencias de hospital es muy desagradable de visitar pero la de Sierra Nevada es especial porque, prácticamente, todas las personas que entramos por sus puertas llevamos algún tipo de traumatismo, fractura o contusión.

 

Mientras bajaba en el telecabina coincidí con un chico, personal de Cetursa  al que le pregunté que por qué no había ningún sanitario en el dispensario. La sorpresa fue mayúscula cuando me confirmó que desde hacía años no había médico a pie de pista y que, desde 2014, tampoco enfermería.

¿Se imaginan un infarto a más de 3.000 metros de altura? pues lo hubo, me dijo. Ayer mismo tuvo que desplazarse el médico desde Pradollano para atender a la persona que lo sufrió, con la mala fortuna, siguió relatando, que por el camino, el mismo médico tuvo un accidente con la moto que lo llevaba al lugar donde se encontraba el enfermo.

Cualquier unidad de urgencias de hospital es muy desagradable de visitar pero la de Sierra Nevada es especial porque, prácticamente, todas las personas que entramos por sus puertas llevamos algún tipo de traumatismo, fractura o contusión. En muchas ocasiones, a lo largo del día, son necesarios traslados en ambulancia e incluso, los casos más complicados, en helicóptero.

A las 13.23 horas de la tarde, la persona que se encontraba en recepción me preguntó mi nombre y DNI…y, ¿nada más? nada sobre ¿qué me ha pasado? ¿dónde me duele? ¿estoy mareada? ¿siento nauseas? Nada, absolutamente nada y eso es debido a que no hay Sala de Triage, donde se realice una primera toma de contacto con el paciente, ni personal que pueda hacer una primera valoración del enfermo y sirva de intermediario con el médico.

«Ya la llamarán» y sí, me llamaron…¡tres horas más tarde entré en consulta! Durante ese lapso de tiempo pude asistir a las consecuencias de cómo los recortes, que se están llevando a cabo en Andalucía, están afectando gravemente a la Sanidad Pública Andaluza.

 

No hay Sala de Triage, donde se realice una primera toma de contacto con el paciente, ni personal que pueda hacer una primera valoración del enfermo y sirva de intermediario con el médico. «Ya la llamarán» y sí, me llamaron…¡tres horas más tarde entré en consulta!

 

No hablo de los sanitarios que atendían como podían a todos los que estábamos allí. Critico la falta de personal y el caos que generó la incesante llegada de numerosos accidentados, ante la impotencia de todos los trabajadores de la clínica.

 

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En la sala de espera principal podríamos ser unas diez personas a la espera de atención médica. A esto había que sumarle los acompañantes y, como nota de color, las pandillas de chavales que llegaban con sus tablas y se tomaban aquello como una anécdota. La sonrisa se les borraba de la cara en cuanto salían para informarles que tenían que llevarse a su amigo al hospital porque tenía una rotura complicada y había que intervenir de inmediato.
Un pequeño estaba sentado sin poder extender la pierna que se había roto porque no tenía silla de ruedas donde poder reposarla. Otro chico no paraba de hablar por teléfono con toda su familia para contarle que se había roto algo. Otro niño tenía su brazo en cabestrillo y decía que ya no le dolía porque «había pasado mucho tiempo» y afirmaba que «seguro que no era nada».

Una chica joven se agarraba la muñeca sin poder moverla. Un señor portugués también llegó con su hijo que se dolía, al igual que la joven anterior, pero en este caso de la mano contraria.

Un hombre apareció cojeando y cuando llegó su amigo, una hora y media más tarde, preguntando que qué le habían dicho, contestó que aún no había entrado en consulta.

Un señor mayor estaba sentado en silencio con una subida de tensión. También entraron dos chicos, uno de ellos sin poder andar apenas y llorando del dolor que sentía. Me atreví a preguntarle qué le había ocurrido y cuando me enseñó la espalda me fui directa al mostrador, y le dije a la recepcionista que tenían que atenderlo rápidamente porque aquello era muy grave…lo fue.

Otra mujer cojeando, más brazos en cabestrillo. Cuatro camillas que directamente entraron desde pistas sin pasar por la sala de espera, porque los traumatismos eran muy difíciles. Al poco llegó una chica con un corte que no tenía buena pinta, ocasionado por los cantos de una tabla de snow…Un bebé que no paraba de llorar por un dolor de oído, gente entrando y saliendo, cambio de sillas de ruedas porque había momentos en los que incluso no había para tanto lesionado…

 

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Un pequeño estaba sentado sin poder extender la pierna que se había roto porque no tenía silla de ruedas donde poder reposarla.

 

Empecé diciendo que eran diez las personas, pero haciendo la suma de todos los casos que fui contabilizando y si no me equivoco, fueron más de 90 los atendidos durante esa jornada (una media de entre 4 y 5 cinco pacientes por médico a la hora).

Y para tanta gente ¡sólo dos médicos! y un cartel en el que se podía leer que a partir de las 18,00 h. la sala de rayos se cerraba. El resultado de esto es que si llegaba tu turno y era más tarde de las seis, no te podían hacer ningún tipo de radiografía y te tenías que desplazar hasta Granada.
Una clínica en la que hay que hacer a casi todos una placa y en la que sólo hay un radiólogo para más de 90 personas con algún tipo de lesión ocasionada, en la mayoría de los casos, por alcance, y que lo menos importante que te puede pasar es que tengas una contusión.

 

Y para tanta gente ¡sólo dos médicos! y un cartel en el que se podía leer que a partir de las 18,00 h. la sala de rayos se cerraba.

 

Fueron cinco las personas que decidieron irse porque no eran atendidos. No me extraña. A mi ganas no me faltaron pero quería quedarme hasta el final para dar testimonio de una situación que, según nuestros políticos, en Andalucía no se da porque la Sanidad Pública Andaluza es un ejemplo a seguir.

Susana Díaz afirmaba en su discurso de Fin de Año sentirse «orgullosos de nuestra sanidad pública que se ha mantenido en pie pese a los recortes económicos y humanos que nos han impuesto con la excusa de la crisis» Yo la invitaría a que se pasara por las urgencias de Sierra Nevada y asistiera, como mera espectadora , a lo que ella afirma que es «la joya de la corona»

La joya de la corona es el personal que atiende en la Clínica de Sierra Nevada a todos los pacientes: dos médicos en turno y el resto de personal entre enfermeros, recepcionistas y celadores. En unas fechas claves, como es la Navidad, ellos son capaces de hacer un trabajo impecable, sometidos a una gran presión debido a la complejidad de las lesiones que tienen que atender y también a la falta de personal.

Los responsables de Cetursa han confirmado que la estación ha tenido, durante estas navidades, “la mayor afluencia” de su historia. Cifras que no se registraban desde la temporada 2003-2004 con más de 194.337 visitantes, de los que 160.879 eran esquiadores.

Es imposible que la estación pueda absorber tal número de personas y eso se traduce en la cantidad de accidentes que son atendidos por alcance o impacto (un 90% aproximadamente de los casos) en el Centro Médico de Pradollano. Una estación que estaba desbordada y cuyos gestores son incapaces de desarrollar y aplicar un plan sanitario especial para las ocasiones en las que se reciben más visitantes de lo normal (Puente Constitución, Navidad, Puente de Andalucía y Semana Santa).

 

La joya de la corona es el personal que atiende en la Clínica de Sierra Nevada a todos los pacientes: dos médicos en turno y el resto de personal entre enfermeros, recepcionistas y celadores.

 

Unos «ajustes» (porque la Junta de Andalucía no recorta sino que ajusta) que no pueden repercutir en la seguridad de los esquiadores, visitantes y habitantes de la sierra porque la salud está por encima de recortes, ajustes y discusiones entre políticos.

Sierra Nevada no se puede vender como un parque de atracciones porque es alta montaña. Un lugar peligroso en el que la naturaleza es la que pone e impone sus reglas y en la que el hombre es el intruso. Por eso mismo la estación debería ser gestionada por personal preparado, formado y especializado, y no por políticos como es el caso de Cetursa que es dirigida por una exconsejera de justicia.

 

Elena Terranfe* es un seudónimo. Confidencial Andaluz tiene perfectamente identificada a la persona que ofrece este relato y avala el contenido informativo del mismo.