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O yo o el caos

Sánchez no va a ser tan incauto como para, con el poder y los medios que éste da en sus manos, convocarlas antes de un año para darle tiempo al PSOE a recuperar sus credibilidad perdida.

Que el nuevo presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, no es santo de mi devoción lo he dejado claro en numerosas ocasiones. Nunca lo ha sido. Creo que es un remake malo de Zapatero con mejor pinta, menos cejas y bastante más ambición. Me da la impresión de que se trata de un político guaperas y arribista, escasamente preparado y sin escrúpulos con una obsesión enfermiza por alcanzar el poder al precio que sea. A mí siempre me ha recordado al malvado visir Iznoguz de las historietas de Rene Goscinny, ese que repetía hasta la saciedad la frase aquella de “¡Quiero ser califa en lugar del califa!”, aunque para conseguirlo tuviese que vender su reino a su peor enemigo. La diputada canaria Ana Oramas volvió a ser en el Pleno del Congreso, la voz que clama en el desierto, poniendo los puntos sobre las íes y desmontando claramente la supuestamente “honrada” parafernalia anticorrupción que habían desplegado socialistas, populistas, nacionalistas y españolistas en la tribuna de oradores para justificar su apoyo a la moción de censura a Mariano Rajoy.

 

A Rajoy no lo han echado los votos ni el pueblo sino sus representantes. Algo tan democrático como unas elecciones generales pero bastante menos ético.

 

Hasta ahí, nada nuevo bajo el sol. Y dado que las urnas, la forma más natural de llegar al poder en una democracia, no le han sido nunca favorables, el hombre ha tenido que buscarse repetidamente las habichuelas para lograr su objetivo como sea y al precio que sea; las mociones de censura. Las primeras le fallaron, pero ha insistido. Y, tras la dura sentencia de la Gürtell, finalmente lo ha conseguido, vaya si lo ha conseguido gracias a los de siempre, los partidos nacionalistas, que, desde el inicio de la etapa democrática, han sabido jugar magistralmente sus cartas para sacarle al Estado una rentabilidad extraordinaria a sus escasos votos.

 

A muchos les ha sorprendido la traición del PNV. ¿Por qué? A mí me ha parecido algo habitual en la forma de actuar de todos estos partidos minoritarios que, gracias a un sistema electoral obsoleto e injusto, han conseguido durante cuarenta años unos impresionantes réditos electorales sabiendo apostar a caballo ganador y mostrando sus apoyos puntuales a los dos grandes partidos mayoritarios. Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy han sido testigos y protagonistas de ello, mientras el resto de los españoles hemos asistido impertérritos, estupefactos e indignados, y sin voz ni voto, a chantajes inconcebibles. Pese a todo, los españoles no rectificamos y, como burros que somos, volvemos una y otra vez a tropezar en la misma piedra.

 

La gran pregunta que se plantea ahora es saber qué va a hacer Sánchez y su Gobierno en el año y medio que le queda de legislatura con sólo ochenta y pocos diputados.

 

Unos apoyos de intereses contradictorios o enfrentados, unos presupuestos que ellos mismos rechazaron y unos problemas sobre la unidad de España que no se resuelven con frases a la galería como la de “nación de naciones” que tanto ha repetido el nuevo presidente. Va a tener que hacer verdadero encaje de bolillos para contentar a tirios (PNV y PdCAT) y troyanos (Podemos) sin poner en venta al mejor postor al Estado. Lo tiene bastante complicado y lo peor no es eso, lo peor es que somos millones de españoles quienes vamos a tener que pagar la costosa factura que nos van a endilgar todos aquellos que apoyaron la moción de censura para que Sánchez lograra su ansiado y único objetivo de llegar a la Moncloa. Prebendas económicas, concesiones demagógicas a la izquierda, diálogo y perdón a los independentistas catalanes y vascos, serán, entre otros, los costes que nos esperan a los españoles a corto y medio plazo. Pese a mi personal fobia antisanchista (que no antisocialista) le deseo sinceramente mis mejores deseos de que acierte en sus decisiones, sobre todo porque seremos nosotros, todos los españoles, quienes paguemos el pato de ellas.

 

Sólo queda analizar ahora cual va a ser el futuro del centro derecha español. Ciudadanos se ha quedado colgado de la brocha y sin escalera cuando esperaba que unas prontas elecciones le dieran la presidencia del Gobierno a Rivera.

 

Y Sánchez no va a ser tan incauto como para, con el poder y los medios que éste da en sus manos, convocarlas antes de un año para darle tiempo al PSOE a recuperar sus credibilidad perdida. A Ciudadanos le quedan unos meses para recomponer su estrategia, salir de las medias tintas y decantarse, de una vez por todas por el espacio político que de verdad le corresponde.

 

En cuanto al PP, qué quieren que les diga. Ha ido de mal en peor. Necesita no una renovación sino una refundación total, similar a la que llevó a cabo Aznar hace veinte años. Hay que deshacerse de una vez por todas de la vieja guardia, encabezada por Rajoy y su adláteres, pringada en diversos casos de corrupción que aún no se han juzgado, y dejar paso a nuevas caras que nos hagan olvidar a todos una etapa denigrante que, pese a los indudables éxitos en su gestión económica, ha colocado al partido mayoritario al borde del abismo.

 

Nos espera un año de coco y huevo. Tanto para los partidos dominantes, PSOE y PP, como para el resto del personal.

 

Que nos sea leve y que Dios nos coja confesados porque, como decía Churchill, nos aguardan “sangre, sudor y lágrimas”. Rajoy parecía repetir aquello de De Gaulle en el Mayo del 68 “o yo o el caos”, Y, de momento, lo de Sánchez es lo más parecido al caos que uno se podía imaginar. Espero equivocarme.