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Mucho mejor de lo que algunos esperábamos

Acaban de cumplirse los doscientos días de la toma de posesión de Juanma Moreno como presidente de la Junta de Andalucía.

 Acaban de cumplirse los doscientos días de la toma de posesión de Juanma Moreno como presidente de la Junta de Andalucía. El 18 de enero de este mismo año, el candidato del PP a la Presidencia, juraba su cargo poniendo fin a casi cuarenta años de gobiernos socialistas en los que Rafael Escuredo, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz se habían ido sucediendo ininterrumpidamente en el sillón presidencial de una comunidad que parecía condenada de por vida a estar bajo el yugo del puño y la rosa. Doscientos días son suficientes para hacer un somero balance de la gestión del llamado “trifachito” que, posteriormente, ha sido calcado en otras comunidades autónomas españolas con bastante éxito de crítica y público y con el sublime cabreo de socialistas y podemitas.

 

Ante todo, he de confesar que, como muchos andaluces, yo era de los que pensaba que el líder popular andaluz no estaba capacitado para afrontar el reto de dirigir una comunidad lastrada por graves problemas como el paro, la corrupción y el subdesarrollo y dominada por una tupida tela de araña que el PSOE había urdido durante su casi medio siglo de mandato. Sinceramente, no lo creía capaz de darle un giro de ciento ochenta grados a unas políticas clientelistas y subsidiadas plagadas de corruptelas, sobre todo teniendo en cuenta que el Gobierno central y la mayoría de los ayuntamientos andaluces, continuaban en manos de los de siempre. Y como yo, pensaban muchos de los votantes de centro derecha que le habían apoyado en las urnas sin apenas esperanzas de victoria. Para descabalgar a los socialistas del Palacio de San Telmo fue necesario un pacto a tres que, inmediatamente, fue tildado como pseudofascista por los que habían gozado de una especie de privilegios dictatoriales durante muchas décadas. El apoyo tácito de Vox al pacto PP-Ciudadanos sin apenas contrapartidas, se tachó de poco menos que de anticonstitucional sin tener en cuenta que el jefe de filas de Susana Díaz, Pedro Sánchez, había accedido al poder gracias a los votos de fuerzas claramente inconstitucionales como los independentistas catalanes o los herederos de Batasuna que cargaban sobre sus espaldas centenares de víctimas.

 

Decía don Ramón de Campoamor aquello de “en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Y parece medianamente claro que los pactos de unos y otros se miran con distintos colores de cristal. Mientras la óptica del pacto del centro derecha es calificada como reaccionara o profascista, la de los pactos de izquierdas que auspicia el inquilino de la Moncloa con la variopinta red de mediopensionistas de la política, no es otra cosa que “un pacto del progreso”, según sus propias palabras y las de sus voceros mediáticos. Y como apuntaba don José Ortega y Gasset tras su decepción con la II República, “no es esto, no es esto”. Mientras no se demuestre lo contrario, ni  el PP, ni Ciudadanos ni Vox (de momento a estos últimos la fuerza se le ha ido por la boca), han protagonizado hechos que atenten contra nuestra Constitución. Algo que no se puede decir de los “socios preferentes” de Sánchez quienes han dado un golpe de Estado en Cataluña (ERC y PdeCat), han apoyado los homenajes a los etarras excarcelados (Bildu y PNV) o han aplaudido la quema de banderas y retratos del Rey (Unidas Podemos y sus confluencias). Efectivamente, “no es esto, no es esto”. Hay una clara diferencia entre unos y otros por más que el PSOE y sus acólitos se empeñen en maquillarla.

 

Pero no quiero irme por las ramas y retomo la tesis con la que arranqué este artículo, la agradable sorpresa que muchos andaluces se están llevando con las actuaciones puntuales del Gobierno que preside Juanma Moreno. No es sólo la cuestión de la abolición del impuesto de sucesiones u otras medidas fiscales emprendidas, sino también el carácter tranquilo, sosegado y sin estridencias con el que afrontan las medidas aprobadas por el Consejo. Algunos quizás echamos de menos el hecho de que aún no se hayan levantado las suficientes alfombras en San Telmo para poner al descubierto enjuagues socialistas que todos sospechamos que existen a porrillo, pero también hay que comprender que, dada la estructura interna de un funcionariado que, en buena parte, fue fichado con el carnet del PSOE en la boca, es bastante complicada la limpieza a fondo de todos los rincones. Ya hemos comprobado lo difícil que está siendo desmantelar el tinglado de Canal Sur y de las llamadas productoras “pata negra”, propiedad de señalados socialistas, que se han hecho de oro en estos años con el dinero de todos los andaluces.

 

Habrá que esperar que se reanude el curso polìtico y que Sánchez abandone su retiro de Doñana para comprobar si los bipartitos que gobiernan en Andalucía, Madrid o Murcia con el apoyo de Vox son capaces de salir adelante sin demasiados sobresaltos. Todo va a depender, y mucho, de si el colchonero de la Moncloa es capaz de convencer a sus amigos de Podemos para que le apoyen sin entrar a formar parte del Gobierno antes del 23 de septiembre. Si no lo consigue (que yo creo que Pablo Iglesias sí va a tragar), comenzaremos una nueva campaña electoral para los comicios de noviembre. Ya saben, de nuevo con las milongas del traslado de los restos de Franco, con la reforma de la Constitución, con las subidas de impuestos, con la violencia machista, con las subvenciones a los inmigrantes y a los parados, con el recorte de las pensiones y todo aquello que se le vaya ocurriendo al gurú de Sánchez, Iván Redondo, que es quien diseña el espectáculo, Estaremos atentos a la jugada mientras agotamos los últimos días de vacaciones.