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Nepotismo, enchufismo y colocadísmo

La legislatura es corta, y hay prisa por ennominarse sin demora salarial.

El sistema democrático que surge de la Constitución del 78 ya ha demostrado suficientemente lo que da de sí en nepotismo, enchufismo y colocadísmo. En materia de “ahora que están los mios”, gobernantes y oposición nos han enseñado con fruición y descaro cómo puede ser de amplio el fervor con el que se diferencia desde el poder entre familiares, conocidos y compañeros de partido por un lado, y los demás ciudadanos de nuestra democracia por el otro.

 

Los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad son triturados a conveniencia. El mérito ahora es militar en el partido y, además, demostrar obediencia debida al líder. La capacidad ya no es sólo académica sino la demostración palpable del aguante máximo ante cacicadas varias. La igualdad ya no es de todos ante la ley, sino que lo han convertido en un mero equilibrio entre los afectos partidarios por provincias.

La alternancia en el ejercicio del poder procura congratular a unos y a otros según quien gobierne. La esperanza de que gobiernen los propios es directamente proporcional al interés de los mismos por pescar un puestecico. Es la democracia laboral. Y bienpagá.

 

 

En materia de enchufismo institucional no varía el método con cada cambio de gobierno. Sólo cambian los nombres de los militantes agraciados con la bagatela cienmileurista. Aunque el intercambio es rutinario y crónico con cada cambio de gobierno, con Suárez y Felipe, Aznar, Zapatero o Rajoy, parece que esta vez se le ha ido la mano a Pedro Sánchez. Ya lleva más de 500  socialistas colocados. Su mujer la primera. Su amplia renovación era ésta. En algunos casos sin más mérito que el de tener el carné del partido. No hay militante pedrista de pedigrí “sanchista” en espera de destino que no haya recibido “premio”. La legislatura es corta, y hay prisa por ennominarse sin demora salarial. Incluso hay socialistas que lo afean, que ya es un logro. Claro que, dicho sea con sinceridad, hasta que les llegue el turno a ellos. Entonces cambiarán de rutina. Todos los mortales tenemos derecho a cambiar de opinión. Por cien mil euros al mes, hay motivo. Ni yo mismo sería sospechoso de no aceptar un encargo así.

La falta de alternancia nos deja pendiente de ver cómo de fluido sería el intercambio de ennominados en Andalucía. Ya conocemos al PSOE de Chaves, y Griñán coordinados por Zarrías, y al de Susana Díaz, seguidista aventajada del “ejemplo” progresista. Falta ver qué harían los aspirantes si llegaran.

 

 

Andalucía es un lugar donde siempre gobernaron los mismos. Aquí los socialistas andaluces han marcado tendencia en el binomio laboral enchufe/confianza. La transparencia la exigían a partir de Despeñaperros. Aquí no sólo han señalado el camino de la costumbre que marca escuela enchufando afiliados, ampliando los puestos de confianza, sino permitiéndoles también cobrar sin ir siquiera al puesto de trabajo. Me vienen a la mente los beneficiados anónimos de los Ere que te crió; o aquel director de la agencia del flamenco que vivía en Málaga aunque su despacho oficial estaba en Jerez. Y hay más.

 

La confianza del PSOE-A en su poder territorial es tal que, tejido como las arañas se crean su coto de caza entre rama y rama, el poder es poder enchufar en los Ere a suegras, cuñados y vecinos, con una tácita, a veces explícita, razón: ya sabes a quien hay que votar para no poner en riesgo el emolumento salarial. Cosas de Juan Lanzas. O abrir la contratación a derroche limpio de puestos de confianza en fundaciones de formación y empleo, sociedades instrumentales o destinos ornamentales, creadas para despistar el control y fiscalización de la intervención pública. La administración paralela lo llaman.

 

Tampoco el sistema ha defraudado entre los patrióticos fills de la república catalana. Allí la cuestión del amparo laboral es más generosa aún en materia salarial. Cuando a uno lo nombran Molt Honorable President le dan una lista de nombres propios de afectos y provectos, cuyos contratos hay que salvar. En TV3 abundan. Pero hay todo un conglomerado adjunto a su Govern de propaganda, sociedades públicas y “embajadas” de su república churri que es necesario ennominar para que sigan trincando por un lado para seguir hablando bien del procés independentista por el otro. En Cataluña la integración laboral y salarial de su cuerpo de influencers es amplia, porque ser independentista no libera de comer a diario. Ni de pagar colegios caros para sus hijos. La educación pública que defienden es sólo para los hijos de los demás. Pero esa es otra cuestión.

En todos los casos, con todos los partidos, en todos las instituciones y territorios, coincide siempre una misma condición: los que pagan impuestos para financiar el ágape público siempre son los mismos. Generalmente coinciden éstos con los mismos que sufren recortes de los servicios públicos.

 

 

En España, según algunos políticos de nuevo ingreso, no pagar impuestos sólo es posible si vendes lo tuyo en una manta. Como dice Carmena que “los manteros no son un problema”, estamos liberados, pues: todos a por una manta aunque nuestra piel no sea negra, y que paguen impuestos ellos, cienmileuristas como la alcaldesa de Madrid, Colau de Barcelona y sus redes clientelares hechas a base de amiguísmo militante. Ya les llega.