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No al buenismo trasnochado

Marcial Vázquez / Opinión.- Si algo caracteriza a esta sociedad post moderna es que nos enseñan a no pensar. Antes, siglos atrás, acostumbraban a los hombres a no ser libres, hasta que poco a poco decidieron luchar para serlo. Ahora, sin embargo, nos aconsejan no pensar porque lo urgente es disfrutar de la vida, buscar los placeres, y dentro de esto la lucha y la crítica siempre nos llevan a la amargura y a la frustración. De ahí que cuando surge alguien cuya voz incita simplemente a un arrebato de orgullo o dignidad por parte de una sociedad aborregada y acobardada, se intente silenciar por todos los medios posibles.

Con el actual debate sobre el yihadismo, si estamos en guerra o si debemos ir a la guerra, se ponen de manifiesto todos los efectos, y también defectos, que produce el pensamiento débil y el miedo al compromiso y al pensamiento. La solución más sencilla es la paz por encima de todo, por eso el “no a la guerra”. El problema llega cuando la otra parte se empeña en matarte por muchas flores y mucha música que pretendas tocar frente a sus terroristas kamikazes. Hay quien cree que simplemente invocando “la paz” se logra desarmar a los que vienen a hacernos la guerra, un planteamiento que objetivamente es estúpido pero que la historia nos ha demostrado, en varias ocasiones, que además es suicida.

A diferencia del fanatismo yihadista, ningún gobernante europeo quiere la guerra. Es cierto que habitualmente se usa el recurso del beneficio capitalista de la guerra para intentar establecer conexiones entre los políticos y los ejércitos. Conexiones que, sin duda, las hay, pero no es necesario estar en guerra para que los países gasten una parte considerable de su PIB en mejorar su defensa y su potencial militar. Aún así, el coste electoral para un gobernante que meta a su país en un conflicto armado sin razones de peso es más que evidente. No creo que ningún presidente actual quiera acabar como Aznar o Blair. Ahora bien: ante la amenaza del terrorismo integrista pueden existir gobernantes que tengan la tentación de utilizar la coyuntura para recortar libertades. ¿Cuál es el problema? Que más del 80% de los franceses, según un sondeo, están dispuestos a ceder parcelas de su libertad para obtener más seguridad, sin que en realidad exista mucha conexión entre “menos libertad, más seguridad”.  

No sabemos muy bien qué soluciones viables proponen para luchar contra la amenaza yihadista, pero tienen claro que la culpa de todo lo que está pasando es de Bush y de Aznar.

La cuestión es que, políticamente, existe un discurso de firmeza militar y reforzamiento de la seguridad del que se ha apropiado la derecha europea, frente a una izquierda que exceptuando Hollande y Valls sigue sin saber perfilarse más allá del buenismo que, en ocasiones, llega a ser buenismo trasnochado. Y esta ingenuidad de la izquierda es un peligro constatable: dejan todo el espacio para el uso de la fuerza a una derecha encantada de usarla. Así el socialismo europeo renuncia a defender un relato racional de la respuesta militar precisa y que sea una alternativa sólida al belicismo irracional de muchos sectores conservadores de Europa.

En España, además, contamos con todos estos males en plena época electoral, lo cual los potencia. Sin ir más lejos los del “no a la guerra” de Iraq vuelven renovados, aunque no muy rejuvenecidos, este fin de semana.

No sabemos muy bien qué soluciones viables proponen para luchar contra la amenaza yihadista, pero tienen claro que la culpa de todo lo que está pasando es de Bush y de Aznar. La guerra de Iraq fue un gran error, sin duda alguna, pero pensar que 12 años después existe una conexión inevitable con el ISIS es un análisis algo arriesgado aunque comúnmente sostenido.

Y, cómo no, también en clave electoral se mueven los partidos al respecto. Unos firmando el pacto antiyihadista y otros oponiéndose a él. Me da la sensación de que se está utilizando para justificar dicho pacto un marco explicativo heredero de la lucha contra ETA en nuestro país, siendo el terrorismo etarra muy distinto al yihadista que nos amenaza en la actualidad. De ahí que sea un error, a mi juicio, escenificar un “acuerdo de estado” como la gran medida de España frente al fanatismo asesino. La lucha contra el terrorismo internacional no se reduce a un marco nacional, ya que traspasa fronteras. La respuesta debe coordinarse en el seno de la Unión Europea, por lo que más que un “pacto de estado” antiyihadista lo necesario es una política exterior y de defensa del gobierno respaldada por la más amplia mayoría parlamentaria que sea posible.  

Hay gente que no dice lo que piensa sencillamente porque no tiene ningún pensamiento que merezca la pena contar. A estas alturas aún espero una idea sobre cómo combatir al yihadismo por parte de la izquierda que sea digna de escuchar.

No se puede asegurar un día que se está en contra de intervenir en Siria, incluso de bombardearla, y luego garantizar que apoyarán cualquier ayuda que pida a España Hollande, como ha hecho el PSOE de Pedro Sánchez. Estas incoherencias son complicadas de explicar.

La guerra es siempre un horror y un fracaso del hombre como ser racional. Pero hay doctrinas que llevan la guerra en su sangre como un recurso natural e inevitable, como le pasa al yihadismo. El ISIS es una amenaza gravísima a la seguridad y a la paz mundial que no se va a solucionar ni con diálogo, ni con educación ni con pacifismo ingenuo que causa risa y además fortalece a los fanáticos que vienen a París o a cualquier ciudad europea a inmolarse. Si la izquierda española está tan mal como para que Zapatero vuelva a la carga con su “alianza de civilizaciones”, no es de extrañar que en esta crisis el gobierno de Rajoy haya surgido como la opción más fiable para los que quieren seguridad para poder seguir vivos, por lo que pueda pasar. Zapatero fue un analfabeto funcional en temas de RRII que aún confunde la seguridad colectiva con la seguridad común.

Habitualmente creemos que aquellos que no dicen lo que piensan son unos cobardes. Pero hay otra opción. Hay gente que no dice lo que piensa sencillamente porque no tiene ningún pensamiento que merezca la pena contar. A estas alturas aún espero una idea sobre cómo combatir al yihadismo por parte de la izquierda que sea digna de escuchar.