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No sé cuándo viniste

No quiero que una luna de sangre me abrace porque no sé mentir ante tus ojos.

 

No me gusta pasear por el parque cuando llueve porque nunca me llamas y me pierdo el olor a libertad de los nenúfares y un silencio de cristal bajo las nubes. No quiero que una luna de sangre me abrace porque no sé mentir ante tus ojos y huyo como un perro ante las garras asesinas del oso.

No siento mis manos cuando camino en medio de una soledad despavorida, una luz azul que no me pertenece y el canto de los grillos que viajan sin saber qué hay detrás de esa montaña, tal vez un bosque de abedules o quizás esa montaña ya no exista.

Soy un cobarde, lo reconozco, el miedo duerme en mis paredes con una manta de luciérnagas y mariposas de sal gruesa en el amanecer. Soy una flor que se secó esperando el invierno y quise recorrer tu casa pero me olvidé las llaves y no supe tu nombre.

Escucho la misma canción de siempre mientras escribo estas letras y veo un mar descolorido más allá de la ventana, una promesa que se llevó el viento; también veo una guitarra rota en el aparador, un pensamiento gris sentado en mi almohada, la melodía que siempre me espera detrás de aquella puerta que nunca quiero abrir porque el miedo hace guardia y no sé la hora que viniste.