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#NoApaguesElCorreoTV

El Correo TV tendrá que cortar su emisión y los profesionales que allí trabajan pasarán a engrosar la lista del paro.

A estas alturas habrá ciudadanos que no sepan de qué va ese hashtag. Habrá quien no lo entienda y habrá quien se haya quedado en la superficie. Si un juez lo decide, El Correo TV tendrá que cortar su emisión y los profesionales que allí trabajan pasarán a engrosar la lista del paro. Con todo lo que ello significa. En Twitter se preguntan quién emitirá la Semana Santa y la Cabalgata de Reyes, dónde quedarán las tertulias futboleras y las entrevistas políticas. Miles de sevillanos han expresado en las redes su apoyo a la cadena de televisión de El Correo de Andalucía, aunque ello solo sirva para mostrar su afecto a los profesionales que lo hacen posible cada día y para presionar al juez que habrá de dirimir si la cadena sigue emitiendo hasta la celebración del juicio o, por el contrario, se ve obligada a cortar la señal en los plazos fijados por la Junta de Andalucía.

¿Qué ha pasado, otra vez, en El Correo de Andalucía?

Es la primera pregunta que muchos ciudadanos se estarán haciendo ahora. Desde hace varias décadas, El Correo de Andalucía ocupa las páginas sobre comunicación por informaciones poco agradables. Cambios en la propiedad, situaciones de precariedad, conflictos laborales y un rosario de calamidades que han ido minando el valor de la marca.

En esta ocasión ha sido algo tan sencillo y complejo como un mero trámite burocrático. Para que lo entiendan de manera sencilla, para poder hacer radio o televisión al modo tradicional, las comunidades autónomas tienen transferidas las competencias para otorgar la oportuna licencia que permite emitir por radio o por televisión. Algo así como la licencia eclesiástica de los periódicos en el siglo XIX. Todo muy de otro tiempo. El caso es que en un intento por regularizar la emisión mediante TDT, la Junta de Andalucía convoca un concurso público para licitar esas licencias. El Correo TV no consiguió renovar su licencia ni obtuvo las otras solicitadas para Dos Hermanas, Huelva, Estepa, Lepe, Málaga y Marbella. Pero no las logró no porque otras tuvieran más puntuación sino porque el proyecto ni siquiera fue valorado. Según el propietario de El Correo de Andalucía, Antonio Morera Vallejo, «se han cargado el proyecto por la letra pequeña».

Tal como han explicado desde El Correo de Andalucía en su último comunicado, el proyecto del decano hispalense fue rechazado por no ser presentado por duplicado en un CD. ¡Un CD, oigan! Un disco compacto. Como pueden observar, todo sigue siendo muy de otro tiempo. Para que se hagan una idea, el ordenador desde el que se escribe este análisis no tiene lector para CD. Aunque hubo algún intento de negociación, la Junta de Andalucía no ha cedido ni un milímetro en el asunto pero tampoco ha ofrecido una versión oficial sobre el mismo.

La situación final es que sin licencia, El Correo TV no puede emitir. Esto supone el cierre de la cadena, la pérdida de ingresos para la empresa y el consiguiente despido de trabajadores. Ya podrán intuir quién termina pagando los platos rotos de esta situación, como ha ocurrido en El Correo de Andalucía en repetidas ocasiones. La única vía para salvar los muebles es llevar a la Junta de Andalucía a los tribunales y que un contencioso-administrativo resuelva esta situación. Será en esta misma semana cuando un juez tome la decisión de si permite continuar a El Correo TV con su emisión o de si obligará a la cadena a interrumpir su labor.

 

¿Ante qué tipo de conflicto estamos?

Como habrán visto, reconocidos sevillanos y los propios profesionales de El Correo de Andalucía han iniciado una campaña bajo el hashtag #NoApaguesLaTele o #NoApaguesElCorreoTV. Una loable iniciativa de los trabajadores por mantener a salvo sus puestos de trabajo. Sin embargo, lo que está ocurriendo en El Correo de Andalucía no es un conflicto laboral sino un conflicto empresarial. Sin duda, los conflictos empresariales son los peores y los que más heridos dejan en el camino. Pero en El Correo de Andalucía ya saben de qué va esto.

Desde que la Iglesia Católica, primero, redujera a un tercio su participación económica, y terminara abandonando la empresa, El Correo de Andalucía ha sido la moneda de cambio de diversos intereses políticos y empresariales. En el año 2000 fue PRISA quien se hizo con la propiedad del medio. Una jugada de la Junta de Andalucía que seguía manteniendo en su órbita una serie de medios afines, como Odiel Información (hoy desaparecido), el diario Córdoba o el Diario de Jaén. PRISA vendió en 2007 la titularidad de El Correo de Andalucía a Alfonso Gallardo, un empresario de la industria pesada con intereses diversos en el entorno de Doñana. Finalmente, y tras una sangría de varios ERE, fue la propia Junta de Andalucía quien animó a Antonio Morera Vallejo a ‘salvar’ a El Correo de Andalucía. Gallardo vendió El Correo de Andalucía a Morera Vallejo por 1,2 millones de euros, incluidas las deudas. De este modo, se daba continuidad al decano y a la plantilla. De hecho, en el editorial de hoy, desde El Correo de Andalucía se preguntan «dónde están todos aquellos que animaron en su momento al editor actual para que intentase reflotar un medio de comunicación que estaba condenado a la desaparición casi inmediata». Un editorial en el que se recuerda el «esfuerzo empresarial titánico» de Morera Vallejo para salvar El Correo de Andalucía y se apunta a «los responsables de algunas instituciones que se mostraron especialmente interesadas» en aquel momento, en una clara alusión a la Junta de Andalucía, y que «ahora, se ponen de perfil y guardan un silencio por lo menos incomprensible». Cabría recodar en este punto que la directora de facto del decano hispalense es Chary Maldonado, esposa del propietario y editor de El Correo de Andalucía.

Al tratarse de un conflicto empresarial, realmente poco se puede hacer, como poco se podía hacer en 2013. En estos casos, la movilización sirvió para poco más que para prolongar la agonía que terminan sufriendo los propios trabajadores. Hay que reconocer el pundonor, la profesionalidad y la gallardía de los periodistas de El Correo de Andalucía en la defensa de sus puestos de trabajo, aun cuando su propia empresa no siempre fue tan magnánima con ellos. Es la diferencia entre ser periodista y ser empresario o directivo de empresas de comunicación. Donde unos ven sacrificio y servicio público, otros ven rentabilidad, marca, prestigio o dinero. Pero no se equivoquen, no sobrevive una parte sin la otra.

 

Hablemos de Morera Vallejo

Antes de aterrizar en El Correo de Andalucía, Antonio Morera Vallejo ya era un empresario de éxito. Entre sus luces están la buena gestión de sus negocios, la internacionalización de los mismos, su capacidad para arriesgar y su visión de negocio. Hay quien cuenta que tras el temporal que arrasó los invernaderos en el campo de El Ejido, un coordinador de El Correo de Andalucía comentó que allí había una oportunidad de negocio. Cuentan que, en pocas semanas, Morera Vallejo fundó una compañía de plásticos que abasteció en tiempo récord a los agricultores afectados.

Empresario curtido en el sector de las aseguradoras –su publicidad aparece con recurrencia en la portada de Abc de Sevilla-, la propiedad de El Correo de Andalucía le confirió la notoriedad de un prohombre comprometido con la sociedad. De apariencia impecable, siempre con traje cruzado en las ocasiones más solemnes, Morera Vallejo obtuvo para él y su familia un reconocimiento inesperado. La participación en la Cabalgata del Ateneo, la celebración de encuentros políticos en el Cortijo de la Gota de Leche, el peregrinaje al monumento de Blas Infante y otros actos sociales, académicos, culturales y empresariales han hecho de él un personaje reconocido para la opinión pública.

Sin embargo, como empresario, para lo bueno y para lo malo, ha tomado decisiones de empresario ajeno a la comunicación, un sector que requiere de algunos conocimientos específicos, especialmente en modelos de negocio. Un ERE en 2015, varios procesos de despido continuado en 2016, sustituir el trabajo periodístico por colaboradores gratuitos o prescindir de fotoperiodistas han sido algunas de las decisiones más dramáticas. Pero sin duda, la más extraña es la ausencia de dirección oficial al frente del medio, lo que le ha granjeado no pocas contradicciones editoriales. Tras la interinidad de Antonio Morente, llegaron David López Royo, primero, y después Óscar Gómez. Tras la marcha de éste en 2016, la dirección quedó vacante aunque de manera oficiosa esté al frente de la misma Chary Maldonado, esposa de Morera Vallejo, junto a un grupo de coordinadores.

Este tipo de decisiones, sumadas a las del anterior propietario, han puesto en jaque a la reputación de El Correo de Andalucía –algo totalmente ajeno a sus trabajadores- y han evidenciado una total ausencia de modelo de negocio. Mal que pese a muchos, el periodismo es, esencialmente, hacer buenos contenidos y saber venderlos. Entender a los públicos, encontrar nuevas demandas, distribuir por los nuevos canales y encontrar nuevas vías de ingresos –más allá de las ventas tradicionales y de la publicidad- son los retos de los empresarios de la comunicación en el siglo XXI.

Morera Vallejo ha unido el futuro del periódico al de la televisión, tal como han apuntado algunas fuentes próximas al medio de comunicación. Sin tele es probable que el editor decida terminar con la publicación decana de Sevilla. Según fuentes próximas al propietario de El Correo de Andalucía, las pretensiones de Morera Vallejo pasaban por crear una televisión autonómica privada, de ahí que no fuera casual la concurrencia a licencias como Málaga, Marbella o Huelva, donde podrían funcionar bien contenidos similares a los producidos en Sevilla con un interesante potencial publicitario. La idea de crear televisiones locales en un contexto donde la televisión a la carta o digital gana terreno –los jóvenes no ven la televisión tradicional- o la de editar diariamente un periódico papel, con el coste que supone, son decisiones que a la larga podrían lastrar la propia supervivencia de la empresa.

 

El contexto sevillano

La situación de El Correo de Andalucía es complicada pero no dramática. O no peor que la de su competencia. La prensa local afronta la supervivencia desde el doble prisma de la transformación digital y el desarrollo de nuevas vías de negocio. Mientras que Abc de Sevilla se ha lanzado al marketing –Local Digital Kit-, Joly ha puesto los huevos de su cesta en el apoyo institucional de la Junta de Andalucía y en la producción de eventos. En los tres casos tienen claro que las ediciones de papel sobrevivirán mientras lo hagan los suscriptores actuales y que Internet conlleva una serie de cambios que, de momento, no están dispuestos a asumir.

Parece un poco rocambolesco que los legacy sevillanos distribuyan en Internet, de manera gratuita, los mismos contenidos por los que cobran en papel. Parece absurdo montar semejante pollo por una licencia en televisión tradicional cuando hay empresas sevillanas que están ensayando la televisión digital. Parece incomprensible sostener todo un entramado mediático sobre las ayudas públicas de una administración.

De aquí a poco tiempo las empresas de comunicación locales van a cambiar porque los públicos ya han cambiado. Ante esa situación, los periodistas tenemos dos opciones: ayudar a nuestras empresas en el cambio o mantener el rumbo con los menores sobresaltos posibles. Desde abajo se hace necesario asumir que existen batallas zombis que son el pan de hoy y el hambre de mañana. Estamos muertos pero aún no lo sabemos.

Hasta que eso ocurra, solo podemos desear mucha suerte a El Correo de Andalucía en la enésima batalla que afronta en su historia. Valentía para resistir, suerte para ganar e inteligencia para cambiar. Perder la licencia de televisión es un bache en el camino que podría convertirse en una oportunidad.

 

Artículo publicado en El Liberal-Sevilla