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¿ Odia Navalón a los ‘millennials’ ?

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

Hasta hace unas semanas no sabía quién era Antonio Navalón. Me llamó la atención la polémica creciente que se creó en las redes sociales aunque, bien pensando, ¿existe acaso en las redes sociales algo que no sea polémica y ruido? La cuestión es que decidí leer el artículo que publicó en El País, donde daba su opinión bastante crítica sobre lo que se conoce como millennials, una etiqueta creada ad hoc para referirse a una generación muy extensa que iría desde los nacidos en los 80 hasta los 2000. Es decir, 20 años de evolución social y humana que se pretenden condensar en una palabra.

Mi primera reacción al leer el artículo de Navalón fue de honda preocupación: no solamente no me parecía ofensivo su punto de vista, sino que lo compartía en casi su totalidad. Yo, que según el marketing establecido soy un millennials, no me veía identificado en la radiografía que se desarrollaba en el texto, pero sí coincidía en la valoración personal que yo hubiera hecho sobre la generación que comparto por imperativo. No se trata, en ningún momento, de una enmienda a la totalidad generacional, sino un retrato muy acertado de lo que puede observarse de manera mayoritaria dentro del colectivo analizado, el cual, al ser obviamente amplísimo, presenta notables excepciones y casos ejemplares que no se ajustan al patrón crítico.

 

Yo creo que esta falta de madurez hacia el respeto a los demás es producto, y a la vez causa, de la inmadurez democrática que demuestran en el plano de la política.

 

Pero sí hay algo que caracteriza a esta generación del siglo XXI y que se presenta a sí misma como la “más preparada de la historia”: su incapacidad absoluta para aceptar críticas y para entender qué significa la palabra “tolerancia”. Puede parecer irónico que la generación de los selfies solidarios y de los refugiados welcome sea tachada de intolerante, pero así es. Incluso lo que es peor: además de intolerancia, cada vez esta generación se muestra más inflamable e irascible a cualquier aspecto que pueda incomodarles dentro de su burbuja vital. Yo creo que esta falta de madurez hacia el respeto a los demás es producto, y a la vez causa, de la inmadurez democrática que demuestran en el plano de la política. Los ciudadanos de ahora están insatisfechos constantemente con sus políticos y sus gobiernos porque lo quieren “todo y ya”, algo que es absolutamente imposible pero que nadie se atreve a explicarlo.

Las reacciones a las críticas de Navalón demuestran que mi teoría es perfectamente comprobable. No se trata de mostrar desacuerdo o cierta molestia provocada por el orgullo de identidad, sino de ir más allá hasta ensuciar de forma implacable al autor de dicha reflexión, moviendo el supuesto “lado oscuro” que Navalón presentaba a lo largo de su trayectoria profesional y vital. Claro que esto de destruir al autor porque es más cómodo que rebatir las ideas y los argumentos no es original de los millennials, sino práctica habitual de los peores totalitarismos.

Hay un caso, concretamente, que manifiesta la categoría de ese nuevo periodismo que ha emergido en los últimos años para dar lecciones a los viejos medios corrompidos y demostrar a los viejos periodistas corrompidos cómo es posible un periodismo libre, independiente, de calidad y demás idioteces a la elección del consumidor. El titular dice así: “Antonio Navalón, el articulista de El País que odia a los millennials, en la lista de morosos de Hacienda”. Aparece, además, en eldiario.es, donde Ignacio Escolar ha conseguido, con éxito, crear un periódico digital destinado a dictar, premiar o castigar, los comportamientos y los pensamientos que deben asumir y defender la verdadera izquierda. La pregunta es muy sencilla: realmente, ¿odia el articulista de El País a los jóvenes de esta nueva generación? No puedo responder con total certeza porque ni lo conozco personalmente ni he podido meterme en su cabeza, pero intuyo que además de no odiarlos lo único que hizo en su artículo fue criticarlos según sus valores generacionales.

 

La pregunta es muy sencilla: realmente, ¿odia el articulista de El País a los jóvenes de esta nueva generación?

 

Se deduce, así, que toda crítica no significa odio, aunque algunas críticas sí que estén motivadas por el odio. Esta manera de pensar y de hacer periodismo solo es consecuencia lógica de la reacción mayoritaria hacia todo lo que suponga un punto de vista diferente: odio. Todo es ya susceptible de delito de odio, de incitar al odio o de predicar odio. Y claro, cuando todo es odio, se pierde el sentido de lo que realmente es odio.

Uno de los valores humanos más importantes de cara al desarrollo personal, y también dentro del marco socio-político, es la tolerancia. Pero la tolerancia real, no la propagada en un hastag. Es nuestra obligación cívica aceptar el derecho de expresión de los demás, asumiendo que sus opiniones pueden chocar de frente con las nuestras y con nuestros valores. Luego, como forma agravada y amenazante de la discrepancia, aparece el odio, el verdadero odio. Pero el debate, la pluralidad de opiniones, necesitan materializarse a través de unos cauces racionales y efectivos que legitimen la libertad de pensamiento y de expresión de todos los ciudadanos.

Suscribo la visión sobre la juventud actual de Navalón, pero eso no quiere decir que yo me vea reflejado en ella y que no conozca a decenas de jóvenes que suponen un ejemplo, en el mejor sentido de la palabra, para el resto de la humanidad. Algunos deberían de dejar a un lado su escopeta de caza y ponerse de manera honesta delante de un espejo.

 

*Marcial Vázquez es Politólogo.

@marcial_enacion