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Pactos, oposición,  triunfos…

Pasaron las comicios donde casi todos ganaron, claro, sin una dimisión de los perdedores.

 

Los votantes meticulosos, los racionales, poca influencia tienen porque la mayoría son emocionales, indiferentes a los engaños y contradicciones, obcecados por las emanaciones ideológicas de su partido.  Conscientes de lo cual, los expertos estudian las emociones y sus sesgos, mucho más los nacionalistas y populistas porque les dan la seguridad de contar con muchos votos fieles, aparte los siempre cautivos por depender el sustento de muchos. Si la razón fuese el fundamento de la opción votante habría muchos más en blanco.

Dado el surrealismo establecido, en un pueblo de esta provincia, cuyo nombre no debo nombrarlo, tres partidos se unieron para conseguir la alcaldía, entre ellos ‘Los independientes’, o sea, dada la unión con los otros, mejor sería otro nombre: ‘Los dependientes’.  Pero lo mejor de todo es la publicidad, al menos para mí. Consiste en una lista con todos los incumplimientos del partido ganador, bien redactada y resultado de un análisis serio. Hasta ahí muy bien. Pasé la página para leer sus lógicas propuestas, volví al buzón con la esperanza de encontrarlas en un segundo folio, pero estaba claro: carecían de ellas. El resultado ha sido un merecido fracaso.

Deduzco el haber vivido los tres partidos cuatro años solo pendientes del ganador, una obsesión con dosis paranoicas. Sin embargo, dado el desate generalizado por destruir, observado el panorama nacional,  tampoco debería sorprender a nadie.

Pasaron las comicios donde casi todos ganaron, claro, sin una dimisión de los perdedores. Ahora llegan los pactos, decisiones rocambolescas muchas de ellas al desdecirse de sus peroratas. Dicen los doctores pertenecer esas veleidades el digno hacer democrático, pero un servidor disiente. Es en los pactos donde se ponen de manifiesto las intrigas y conjuras ─las más de las veces ignoradas por el público─ para apuntillar el negocio.  Es en estos finales cuando la política eclosiona en sus esencias y los planificadores ejercen: llega la hora donde los villanos, delatores y confabuladores demuestran sus cualidades. Las sorpresas tienen la última palabra.

Hace años tuve ocasión de charlar pausadamente con un militante, futuro presidente de la Junta de Andalucía. Las cuestiones candentes actuales de los separatismos estaban mortecinas pero surgieron comentarios: «La solución reside en un estado federal, tarde más o menos llegará». Ciertamente, no esperaba la afirmación. Ahora, en esta situación donde los flirteos permanentes con los partidos rupturistas no constituyen novedad ─aunque evidentes indignaciones al renegar de sus principios─ recuerdo sus palabras.

Ayer paseaba por el Paseo de Colón entre los preparativos para el desfile del domingo. Miraba a los miembros del ejército y a la tribuna donde el Rey presidirá y, como la imaginación toma su rumbo y vuela como un dron sin control, pensé si sería uno de los últimos. Desde luego, en muchas tierras norteñas terminaron por la falta de decisión para celebrarlo, no vayan a sentirse algunos separatistas provocados por una España chulesca, parapetada detrás de un ejército opresor e invasor de sus tierras.