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Pascua Militar 2017: año nuevo, cúpula vieja

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch*

El acto central de la Pascua Militar 2017, en el Palacio Real, ha sido una celebración más. El rito se ha producido con la precisión que corresponde a un acto militar. Nada especialmente destacable o novedoso en los discursos. La ministra de defensa, doña Cospe, elegante y lozana como una ninfa, leyó lo que le habían preparado exhibiendo maneras que presiento adelantan futuros momentos dialécticos memorables. SM El Rey, que ya está muy cuajado en estas lides, estuvo institucional y muy en su sitio.

Siento que eso haya sido toda mi primera impresión sobre el acto. Éste, de todas formas, ha tenido un aroma extraño. Y no es por la puesta de largo de doña Cospe hablando al Jefe del Estado en nombre de las FAS. Quizás sea por dos rasgos algo turbadores. Uno ha sido el fuerte impacto emocional que flotaba en el ambiente, y al que no se aludió, provocado por el reciente dictamen del Consejo de Estado sobre responsabilidad patrimonial, en relación con el accidente del Yak-42, el 26 de mayo de 2003, en el que perdieron la vida 62 soldados españoles (y 13 tripulantes), que regresaban a casa tras el cumplimiento de su misión en Afganistán.

 

Por eso, a mi entender, el acto de hoy, con Trillo todavía en la lista de embajadores de España, contenía buenas dosis de sarcasmo.

 

Tal dictamen es un gran toque de atención sobre la responsabilidad del que manda sobre todo lo que acontece en su campo de competencia y, especialmente, sobre lo que se refiere a la seguridad de los subordinados. En un documento demoledor del que se infiere la responsabilidad política del señor Trillo, entonces ministro de defensa, por no haberse evitado una colosal desgracia que podría haberse prevenido. Por eso, a mi entender, el acto de hoy, con Trillo todavía en la lista de embajadores de España, contenía buenas dosis de sarcasmo.

Y el segundo rasgo turbador —qué le vamos a hacer—, se resume en un: ¡Año Nuevo, Cúpula vieja! Doña Cospe no ha sido capaz de sustraerse a la tentación de seguir con la cúpula militar heredada. La ministra ha aplicado la doctrina marianista según la cual “lo que no da problemas ¿por qué ha de cambiarse?” Y se ha equivocado al aplicarla a pelo, porque esa es una formulación genérica que, como tal, tiene sus excepciones. En el Ejército, señora ministra, al coronel se le releva del mando de un regimiento a los dos años de mando, con independencia de lo bien que lo haga; porque hay que dar oportunidad de mandar a otros. A los generales de brigada o contralmirantes, señora ministra, a los cuatro años de su ascenso, se les ordena hacer oblicuo derecha/izquierda, para que un coronel o capitán de navío pueda ascender en su lugar. Igualmente, señora ministra, a los Militares de Tropa y Marinería de compromiso de larga duración se les da salida a los 45 años para poder rejuvenecer la base de la pirámide de personal. Y —fíjese doña Dolores—, con la vista puesta en el bien superior, se aceptan esos “recortes” con bastante naturalidad, comprendiendo que si todo el mundo estuviera en activo hasta la edad de retiro, 65 años (70 si fuéramos diplomáticos), España tendría las FAS de Matusalén.

Por eso, que la Ministra, dos meses después de haber tomado posesión, se haya presentado en la Pascua Militar con la “cúpula de siempre” (sexta vez para el JEMAD, en una vía que emula al marroquí Bennani, y quinta para cada uno de los otros tres Jefes) es un contradictorio síntoma de esclerosis, en aquélla que hoy echaba a andar como una ninfa.

 

La “cúpula de siempre” (sexta vez para el JEMAD, en una vía que emula al marroquí Bennani, y quinta para cada uno de los otros tres Jefes) es un contradictorio síntoma de esclerosis.

 

Doña Cospe ha perdido la oportunidad de arrancar su ministerio en esta Pascua Militar con caras nuevas y, lógicamente, más jóvenes. Me temo que no se ha atrevido a hacer los cambios militares por exclusiva conveniencia personal. Porque se encuentra en el ojo del huracán de su partido, en vísperas de un congreso en el que se pondrá en cuestión su pretendido don de la ubicuidad: ministra de defensa, secretaria general de su partido, presidenta del PP de Castilla la Mancha y diputada nacional. Más allá de los viajes, seguramente le faltan horas al día (ahora se estará dando cuenta de lo que es el Ministerio) para pensar en Defensa. O, quizás, no haya encontrado suficiente número de tenientes generales/almirantes castellano-manchegos para cubrir los cuatro puestos de la cúpula militar.

Continuar con la misma cúpula, como se está haciendo, es perfectamente legal. No está tan claro que sea plenamente lícito. Porque los efectos del no-relevo no son buenos para las FAS. Primero, porque tapona los escalafones cuando la oxigenación de éstos, en una organización jerarquizada como son las FAS, es algo primordial. Segundo, porque instala al mando militar en la interinidad; situación indeseable tanto para los mandos, que difícilmente pueden organizar su futuro, ni comprometerse con decisiones tan siquiera a medio plazo, como para los subordinados que saben que su jefe está más fuera que dentro. Y, por mucho que se quiera tapar, la percepción de que el tiempo de los actuales Jefes de Estado Mayor ya pasó es ampliamente compartida en las FAS. Y, tercero, porque parece abusivo que mientras todos los demás militares caducan a plazo fijo, los cuatro Jefes de Estado Mayor estén en activo “in aeternum” en base a los intereses políticos de la Ministra de turno. España, Doña Cospe, es Europa, no Àfrica. En todo caso, parecería necesario y saludable no prolongar la percepción de “cúpula en diferido”, procediendo de inmediato bien al relevo, bien a la expresa confirmación de los Jefes de Estado Mayor.

 

*Pedro Pitarch es Teniente General del Ejército (r).