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Pedro Sánchez, la suerte, y el subsidio para mayores

Se trata de recuperar el subsidio para mayores que el Gobierno del PP reformó en 2012 y volvió a reformar en 2013.

Dijo alguien que, para algunos, la suerte es como una madre y para otros como una madrasta. Estaremos de acuerdo en que, para Pedro Sánchez, es como una madre. La política es una tensión entre voluntad de poder, habilidad, azar y suerte. Y de suerte hablamos cuando, con 85 diputados va a poder cumplir una de sus antiguas promesas: recuperar el subsidio para mayores que el Gobierno del PP reformó en 2012 y volvió a reformar en 2013.

Recuerdo que se cumplía el 40 aniversario del Congreso de Suresnes y el PSOE lo celebraba en la Casa de América. Casualmente, andaba por Madrid y allí que me fui. Ya por entonces no debía haber buen rollito entre Sevilla y Ferraz (tú a San Telmo, yo a Moncloa). Apareció Micaela Navarro presidenta del partido aquí y allí. Cuan si un groopie fuese -el único, por cierto- allí que me acerqué (dos andaluces -yo adoptivo-) Oye, que me miró como si mentalmente aferrase un bolso imaginario esperando le dijera que es peor de robar que de pedir. No le guardo rencor, pero lo cuento.

Todo esto lo narro como introducción a lo que quería decir. Allí Pedro Sánchez habló de recuperar el subsidio por desempleo para mayores. Ya le venía dando vueltas por entonces, vamos.

 

Eran los años de la mayoría absoluta y el absoluto ninguneo del Congreso, que es a lo que lleva la utilización continua del decreto ley. En 2014 llegué a contar dieciséis, y seguro que me dejo alguno.

 

Me fijaré ahora en uno, que se ha hecho nuevamente famoso, el decreto ley que en marzo de 2013 y bajo un nombre que decía algo así como impulsar el envejecimiento activo trataba, no de clases de yoga o gimnasia para adultos, sino, entre otras cosas, de una reforma de la reforma del subsidio para mayores.  En julio de 2012, un decreto ley pasó el subsidio para mayores de 52 a 55 años y en marzo de 2013, otro introdujo el computo de las rentas de la unidad familiar para decidir si se podía ser beneficiario.

Fue sorprendente, la verdad. La crisis económica había convertido el paro de larga duración en su principal característica y su peor consecuencia. Cinco años después de iniciarse, ¿alguien dudaba de que una parte importante de los desempleados, los mayores, muchos de ellos mano de obra no cualificada procedentes de la  construcción, no volverían a trabajar? ¿Lo dudamos hoy, pese a la innegable recuperación? No lo harán aunque haya puestos de trabajo sin cubrir, porque las habilidades que requiere el mercado ya no son las suyas. Es el paro estructural.

 

¿Por qué era necesario, pues, ese subsidio? Porque dura hasta la jubilación y el Estado cotiza por el beneficiario (en los demás subsidios, no). Se juntó todo.

 

Primero, cambio de edad. En 2008 muchos nacidos en 1960 y 1961,- especialmente de la Construcción, insisto- perdieron su empleo. Agotaron dos años de paro, consumieron otros dos y medio de subsidio y a medida que en 2012 cumplían 52 años pasaban a cobrar esta modalidad. Eran centenares y aquel julio se cortó. Y después un poco más al incluir las rentas familiares.

La otra consecuencia fue y será para las pensiones. Sin cotizar los últimos años, u obligados a acogerse a jubilaciones anticipadas, lo que se cobre se reduce en niveles tan importantes que convierte en victimas permanentes a las victimas de la crisis del 2007: primero en el empleo, después en la jubilación. Y a sus familias, todo sea dicho. Es la edad en la que tienes hijos universitarios.

 

Pero, en esto que llega Pedro Sánchez y va a poder cambiarlo sin tener que hacer nada, o poco.

 

Allá por 2013 el grupo socialista de entonces interpuso un recurso de inconstitucionalidad. Quien sabe si porque es lo habitual, o por convencimiento. Pero, tras tomarse su tiempo (cinco años) el Tribunal ha anulado esa parte, la que  computa las rentas de la unidad familiar, para que si divididas entre los que la componen se supera el 75% del Salario mínimo, no se recibe el subsidio.

Dice el Tribunal que lo de “extraordinaria y urgente necesidad” para justificar recurrir al decreto ley, no es una formula retórica, dentro de la que cabe todo. Se han puesto a analizar el asunto -si, durante cinco años- y no lo ven. Es en esto por donde caen los decretos leyes. Por ello, después es aconsejable tramitarlos como proyecto de ley urgente, que con mayoría absoluta se aprueba fácil. Lo que pasa es que, al hacerlo así, las reformas no pasan desapercibidas. Y este es el gran objetivo de los decretos leyes de nombres crípticos como este. No hacer ruido. No lo hicieron y mira, sin moverse, Pedro Sánchez se encuentra que va a poder empezar a cumplir sus promesas sociales.

La suerte, amigos, es tan importante como la habilidad. Eso si, cuando se produzca la gran reforma de este y otro subsidio debería, Pedro Sánchez, recordar lo que ocurre con los decretos leyes.