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Pensionistas andaluces

Se ha retrasado la edad de jubilación y, a partir, de 2019 se aplica el factor de sostenibilidad para el cálculo de las pensiones nuevas.

En el atardecer del pasado jueves, estaba sentando en un parque. El mar, cercano, no dejaba la hermosa imagen de la muerte del verano tan querida a la literatura de viajes, sino una humedad tropical que me tenía sudando y enfebrecido. Pero, chico, el perro de mis hijos tenía que tomar el aire ¿Qué aire, con 38 grados? y ¿por qué no lo sacaban ellos? Rumiaba, absorto, toda esta amargura, cuando se plantó frente a mi un jubilado con un proyecto de perro fruto de mil desafortunados cruces de todos los tamaños.

El hombre, señalando con una de sus muletas hacia un grupo de adolescentes, que cantaban rap bajo la única sombra, sentenció: “¿y esos van a pagar nuestras pensiones? Yo a los 13 años ya estaba trabajando”. Después alabó a Franco, en la confianza de que el Caudillo volviese y pusiera a los raperos adolescentes a trabajar en profesiones no cualificadas.

 

Lo cierto es que esos no iban a pagar sus pensiones sino, en todo caso, la mía. La del señor de la muleta la estoy pagando yo. Pero la pregunta es acertada, fíjense. ¿Quién pagará? Pero el ajuste.

 

Se ha retrasado la edad de jubilación y, a partir, de 2019 se aplica el factor de sostenibilidad para el cálculo de las pensiones nuevas. Una opción, por tanto, es que el ajuste lo pagan los nuevos pensionistas. Elevar las cotizaciones sociales no parece conveniente, aunque el recurso a los impuestos y a la deuda pública introduce otro grupo posible de pagantes: los contribuyentes de hoy y de mañana, por la deuda. Tercera opción, la que defendió el PP y sacó a los jubilados a manifestarse, no revalorizarlas, que hace pagar el ajuste a todos los pensionistas.

Este es, pues, el dilema moral que tendrá que afrontar el Gobierno y el pacto de Toledo. El de sobre quién hacer recaer el ajuste, y aquí caben varias combinaciones de los grupos que dije antes: por ejemplo, todos, o sólo sobre contribuyente y nuevo pensionista a la vez. Porque el hecho cierto es que el déficit de las pensiones puede llegar este año a más de 19.000 millones y se habla de 22.000 para 2019.

Hasta la crisis, el devenir normal de la vida hacía que la cuestión se viera lejana. El señor de la muleta que con tanto ahínco defendía ponerse a trabajar a los 13 años ¿formarse, para qué?  tenía unas bases de cotización inferiores a las nuestras, y el empleo se acumulaba como los ladrillos.

 

Pero al sistema han ido accediendo más personas, del mercado de trabajo han caído más, y los salarios no crecen.

 

Hace diez años la pensión media andaluza de jubilación era 810 €. En este tiempo se ha revalorizado un 22,7%, pero no por una subida bestial, sino por el acceso de trabajadores con cotizaciones más altas. Y sí, afortunadamente, existe la caja única de Seguridad Social, por lo que las pensiones se pagan entre todos y no por Comunidades. Pero, los pensionistas han crecido en este tiempo -sigo con el ejemplo andaluz- en 212.000 y, el total de ocupados, según la EPA, aún tendría que aumentar en 100.000 para igualar a los existentes en 2008. En resumen, con 100.000 trabajadores, cotizantes, menos, existen en Andalucía 212.000 pensionistas más y con pensiones un 23% más altas que entonces. 

Andalucía, es un ejemplo, porque, además, las pensiones en nuestra Comunidad son la cuarta más bajas de España. Ya he comentado, en ocasiones anteriores, que el trabajador andaluz envejece, por lo que además de la necesidad de aumentar el empleo – su crecimiento ya se está moderando – los salarios habrá que aumentar los trabajadores. Nuestra mente piensa: la emigración. Si ¿pero cual? ¿La misma que en los años del boom inmobiliario? ¿cuántos empleos no cualificados podrán crearse y no ser sustituidos por la robotización?

 

Ahora descubrimos, encima, que ese tipo de inmigración no beneficia, precisamente, a las clases medias.y.trabajadores (ya es que los políticos han conseguido que sea una sola palabra).  Sino, una vez más y como casi todo, a los de arriba.

 

El cochón de nuevos trabajadores necesitados de aceptar lo que sea constituye un freno a las reivindicaciones de mejoras laborales y salariales. Ojo pues con crear una nueva segmentación de la sociedad. Así que de una cosa hemos pasado a otra: la crisis de la izquierda es perder su electorado tradicional hacia el populismo, por no afrontar la cuestión migratoria defendiendo (ya sabemos que es complicado) sin perder derechos laborales.

Volviendo a la cuestión importante y sin resolver ¿quién pagará las pensiones? Porque del pacto de Toledo no oiremos hablar hasta 2021, cuando acaben tantas elecciones y el problema sea más grande. No puede sorprender, ya no es tiempo de meterse en pantantos. Hay, en Andalucía casi 1,6 millones de pensionistas y votan. Las elecciones ya se vislumbran y en las últimas votaron 4,7 millones de personas. El voto jubilado es, sin duda, importante. Luego vienen el resto de elecciones. Por tanto, mi apuesta es: exportaremos el problema al futuro. Otra vez.