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Pérfida Albión y su apéndice gibraltareño

 

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch*

De origen celta, el término Albión ha sido empleado a lo largo de la Historia para referirse a Inglaterra y, por extensión, a las islas británicas y al Reino Unido. El adjetivo “pérfido”, asociado al anterior, fue especialmente utilizado en Francia desde la alta edad media.

Esa introducción enmarca la comunicación oficial, del pasado 29 de marzo, del gobierno de su graciosa majestad a la Unión Europea (UE), de su decisión de retirarse de la Unión. Retrasada 9 meses tras el referéndum británico, de 23 de junio de 2016, tal comunicación ha abierto el periodo de negociaciones para acordar los términos de esa retirada. En aplicación del artículo 50 del Tratado de Lisboa de 2007, el Reino Unido dejará de ser miembro de la UE en el plazo de dos años, es decir el 29 de marzo de 2019. No obstante, ese artículo contempla la posibilidad de prorrogar dicho plazo si el Consejo Europeo y el Reino Unido así lo decidieran por unanimidad.

 

Ha sido, en definitiva, la versión británica del “America first” de Trump.

 

Parece penoso que alguien que pertenece a un club decida darse de baja porque ya no le interese seguir en él. Tras 44 años en el seno comunitario, los británicos han concluido que estarán mejor fuera que dentro de la UE. Su ombligo ha recibido así más atención que la solidaridad con los demás europeos. Tampoco ha pesado en su decisión lo que ésta podría suponer de debilitamiento de la Unión. Ha sido, en definitiva, la versión británica del “America first” de Trump. Éste estará muy contento al ver lo que, en su particular visión, podría ser el comienzo de la destrucción de proceso de integración continental, como empeño aglutinador de los esfuerzos e intereses de los europeos.

Mi propia experiencia de negociación con los británicos me dice que frente a tal actitud anglosajona, no cabe más respuesta eficaz que la firmeza en la defensa de los propios intereses.  El Brexit, es decir, el miedo a los demás, no debería ser el fin de nada, excepto el del filibusterismo británico y su permanente obstrucción a los esfuerzos europeos por avanzar en el camino de la integración. El mercado único, alcanzado en Maastricht, era y sigue siendo el único interés británico en relación al continente europeo. Y aún así, de sus cuatro puntales de libre circulación: bienes, servicios, capitales y personas,  no quieren ni oír hablar de estas últimas. Su estrategia, por tanto, irá dirigida a lograr un escenario en el que el Reino Unido se quedara con las ventajas de los miembros de la UE y, a la vez, se desprendiera de las cesiones que significa toda asociación política, especialmente si tiene un objetivo unificador, como es el caso.

 

Mi propia experiencia de negociación con los británicos me dice que frente a tal actitud anglosajona, no cabe más respuesta eficaz que la firmeza en la defensa de los propios intereses. 

 

Solo unas horas después de que el representante Permanente del Reino Unido en la UE entregara la comunicación, comenzaron las maniobras británicas. Rompió el fuego la “Premier” británica, Theresa May, anunciando su pretensión de negociar las condiciones de la salida simultáneamente con las de la relación que mantendría el Reino Unido una vez estuviera fuera de la Unión. Algo tan insólito como inaceptable. Porque lo suyo es que primero se vayan —que lo hacen por su propio interés y decisión— y, después, una vez fuera del “club”, habría de negociarse la relación con la Unión a 27.

Lo más grave de la señora May, de momento, ha sido asociar la futura colaboración británica en el sensible y fundamental campo contraterrorista y de seguridad, con compensaciones económicas (léase mercado único). Un repugnante e igualmente inaceptable mercantilismo al poner precio a la seguridad y la vida de los ciudadanos europeos. Hay que suponer que en su anunciada intención de cerrar a cal y canto sus fronteras —de aislarse, que para eso son islas—, y que no otra cosa significa el abandono de la libre circulación de personas, se entiende que no temen una reacción simiilar por parte de los “continentales”.

 

Lo más grave de la señora May, de momento, ha sido asociar la futura colaboración británica en el sensible y fundamental campo contraterrorista y de seguridad, con compensaciones económicas (léase mercado único).

 

Y ya veremos cuánto tarda el gobierno británico en tratar de chantajear a España para obtener intolerables beneficios para Gibraltar. Una infame colonia cuya reintegración a la soberanía española ha sido un objetivo principal, un factor común, en las políticas generales de los gobiernos españoles durante los últimos tres siglos. El hombre de paja británico en el Peñón, Fabián Picardo, ya se ha precipitado a acusar a España de actitud “abusiva” y “predatoria”, a raíz del dictamen del Consejo Europeo, adjudicando a nuestro país la capacidad de veto respecto a cualquier acuerdo, que incluya a la colonia en la negociación que acaba de abrirse sobre el Brexit. Tremenda estocada la que la UE ha colocado en el hoyo de las agujas del señor Picardo. Ésta es la definitiva certificación de la muerte de aquel miserable “Foro Tripartito”, fundado en 2004 por el ministro de asuntos exteriores, Moratinos, quien, para mayor vergüenza, visitó oficialmente la colonia, el 21 de julio de 2009.

Con su acreditada cara dura, el señor Picardo —que con esto del Brexit parece empezar a rilarse— ha aludido al “comportamiento ejemplar que siempre ha tenido la colonia como parte de la UE”.  Se le olvida a don Fabián, entre otras cosas,  la condición paradisíaca de Gibraltar, para todo tipo de tráficos ilegales especialmente de mercancías, drogas y capitales. Me temo que el testaferro británico va a tener difícil lograr el estatus especial que pretende. En lo sucesivo, cualquier intento de dar voz a Gibraltar en las negociaciones UE-Reino Unido debería ser inmediatamente abortado por España. El dilema gibraltareño ante el Brexit es pues claro: o Reino Unido o Unión Europea.

No sé por qué, alcanzado este punto, cuando el chalaneo negociador británico sobre el Brexit no ha hecho más que empezar, me viene a la memoria aquel —verdadero piropo— que en sus Episodios Nacionales, y en concreto en el capítulo XIX de Bodas Reales, escribía el polifacético Galdós, quizás el más grande novelista español tras Cervantes: “la Inglaterra, esa puerca, a quien dan el mote de la “pérfida Albión”.

 

*Pedro Pitarch es Teniente General del Ejército (r).

@ppitarchb