The news is by your side.

Planas evidencias

Los terraplanistas ondean sus banderas dispuestos a dar su vida y sus dólares para demostrarlo empíricamente.

 

Hoy he conocido una palabra nueva: ‘terraplanista’. A estas alturas de la civilización existen los convencidos de la planicie terrestre. El hombre ―aseguran sus seguidores― jamás ha salido al espacio y el Terraplanismo lo explica. El impulsor mayor es Eric Dubay, poseedor de unas 200 pruebas, disertador de una conferencia en el año 2014 en Carolina del Norte donde asistieron unas 400 personas. Un forofo afirmaba: «Nos niegan el derecho a creer, nos adoctrinan desde pequeños, nos obligan a obedecer, atacan nuestras creencias y nos llaman locos. La Tierra es plana y la élite mundial lo sabe».

Para intentar demostrarlo de una manera práctica, un aventurero, Mad Mike Hugues, norteamericano de 64 años perdió la vida y se convertirá en héroe o mártir, según opinen sus seguidores. Mad, muy al estilo americano ―tal vez concienciado por la emblemática publicación ‘Mecánica Popular’―, construyó en su garaje un cohete movido por vapor y, diligente, lo instaló el pasado sábado  en una rampa inclinada colocada en el desierto de California para subir a unos 1.500 metros  y observar  la planicie de la Tierra. De nada le valieron los consejos de expertos al advertirle lo necesario de subir más. Razón llevaban los conocedores de la personalidad de Mike: «Cuando Dios lo hizo rompió el molde». Por cierto, la serie de TV ‘Homemade Astronauts’ es una  inefable plataforma para dar a conocer a los fabricantes de cohetes caseros, según parece muy numerosos en la simpar Norteamérica. Ahora tendrán los promotores larga, aunque triste temática.

Muchos norteamericanos no responden a los mismos esquemas mentales europeos ―sin la menor intención de criticarlos― por imprevisibles e ingenuos. Teniendo a la NASA a dos pasos con incontables lanzamientos donde los telescopios espaciales han escrutados minúsculos detalles del Cosmos profundo, pues no: los terraplanistas ondean sus banderas dispuestos a dar su vida y sus dólares para demostrarlo empíricamente. Ya quisieran las prolíficas sectas contar con mentes tan propicias a la apropiación del favor divino para lograr deseos o prevenirse de sus castigos. A su lado, los sacrificados Testigos de Jehová, impertérritos ante las inclemencias climáticas, a tríos desperdigados por las ciudades en busca de prosélitos, resultan poca cosa.

Pues tantas pulsiones para convencer pueden acabar con la fe de los terraplanistas porque, a veces, la ilusión o motor de la vida reside en lo indemostrable. Quizá las mentiras, cambios de opiniones, ambigüedades y demás perífrasis políticas obedezcan a impulsar la fe de los pueblos en algo así de gráfico: «Cuando Dios nos hizo gobierno trituró los moldes. Sígannos, con eso basta. Si la cultura es baluarte de vuestra seguridad acabaremos con ella, desestabilizaremos las costumbres y simbolismos para, extendido el miedo, encontréis en nosotros una tierra plana carente del vértigo de la esfericidad».

Por lo observado, cualquier grupo humano poseedor de parafernalias diferenciativas termina en acuerdos y pactos para unificar criterios y evitar fracturas al pensamiento único, lleno de creencias irracionales frente a la cuales resulta inútil luchar.

Dicho lo cual, dejaremos tranquilos a los Erastótenes, Pitágoras, Parménides, Zenón, Hesíodo, Herodoto, Platón, Aristóteles, Seleuco, Cicerón, Plinio, Magallanes, Elcano…para recabar su parecer sobre los terraplanistas porque alguna imprecación estaría asegurada o, tal vez, la aguda ironía de los referidos fuese más demoledora al exclamar: «¡Bah!, consecuencias de viejos sentimientos tribales heredados…».