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Podemos no cree en la democracia

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

El momento actual en España es crítico no solo porque vamos a determinar nuestro futuro desde el punto de vista económico, sino porque también nos estamos jugando cuál es la democracia que queremos. En 1975, tras la muerte de Franco, los políticos protagonizaron una transición que fue histórica por su nivel más que aceptable respecto al proceso y sus resultados en los siguientes 30 años. La España que salió del franquismo no tenía nada que ver con la España de la primera legislatura de Zapatero, cuando se alcanzó la tasa de paro más baja de toda nuestra historia. Luego, a partir de ahí, todos sabemos lo que pasó, no sé si tenemos claro por qué pasó pero parece que ignoramos lo que pasará si seguimos alimentando ciertas actitudes que en la actualidad definen y limitan los comportamiento de un sector importante de la izquierda general, empezando por Podemos y llegando hasta al PSOE.

Es habitual observar como en redes la mayoría de activistas podemitas dejan caer la idea de que la “democracia representativa” ya no sirve, se ha quedado caduca, y que se debe pasar a otra fórmula.

En primer lugar, el grado de intensidad rupturista y anti sistema que destila Pablo Iglesias y sus diversos grupos de agitación tuit-callejera, está aún muy por encima de las manifestaciones y de la concepción política de muchos socialistas, a pesar de que el Partido Socialista vive días de convulsión extrema y furia interna desatada de unos contra otros. Pero es habitual observar como en redes la mayoría de activistas podemitas dejan caer la idea de que la “democracia representativa” ya no sirve, se ha quedado caduca, y que se debe pasar a otra fórmula. ¿Cuál? No especifican si la del caudillaje populista, la dictadura del proletariado o la del paraíso comunista reflejado en Cuba o Venezuela. Algo que no es obra de un puñado de “locos” o personas radicales que se exceden en sus emociones, sino que es perfecta y conscientemente alimentado con tuits y proclamas tanto de Pablo Iglesias como de Garzón y, aunque de manera menos intensa pero mucho más cursi, también de Errejón.

Para Podemos la democracia actual es algo ilegítimo aunque necesario siempre y cuando el fin del camino sea su conquista del poder. Mientras se permiten el lujo de convocar manifestaciones tildando de “mafia” a nuestro sistema democrático y presumiendo de que algunas plazas de Madrid estaban llenas de ciudadanos que “no quieren a Rajoy”. Ignoro el número total de manifestantes, pero seguro que era algo inferior a los 8 millones de votantes que en junio dijeron que sí querían a Rajoy.
Veamos ciertos ejemplos de este lenguaje populista con fines totalitarios que está aquí para romper nuestro sistema político e implantar uno a su imagen y semejanza.

Íñigo Errejón: “hoy es un día de vergüenza y estafa democrática. Un abrazo a quienes están llenando la calle diciendo que nuestro país no se rinde”. “Rajoy no tiene mayoría en el parlamento ni en la calle. Lo que ha pasado es un fraude”
Alberto Garzón: “desgraciadamente tenemos el golpe oligárquico consumado: Rajoy es ya presidente y Felipe González descorcha champán como empleado del año”.
Izquierda Unida: “mientras el régimen se blinda en el Congreso, las calles de Madrid son un clamor por la democracia. #RodeaElCongreso”.
Pablo Iglesias: “empieza una nueva época en la que estaremos al servicio de esa nueva España que no tiene miedo. Antes o después, gobernaremos”
Podemos: “han acabado con el bipartidismo, ahora se necesitan juntos. Seremos la alternativa para un futuro gobierno sin recortes, justo y patriótico”

Estos tuits son un ejemplo representativo por su relevancia pero, posiblemente, de los más moderados que pueden encontrarse en las redes si queremos comprobar lo que opina la izquierda nacional de lo sucedido en las últimas 48 horas.

 

Cuando en una democracia se confunde la legítima crítica y competición partidista con la descalificación radical y sumarísima del rival político, se empieza a subvertir los pilares más básicos del normal y correcto funcionamiento del marco institucional de un sistema democrático. 

 

Es evidente que si un extranjero que no sabe nada de España lee estas opiniones, pensará que en nuestro país no existe una monarquía parlamentaria sino una república bananera de caciques que siguen dando pucherazos y que han estafado a la ciudadanía. Cierta izquierda pura y verdadera tiene como objetivo prioritario alimentar la idea de que cualquier gobierno del PP es ilegítimo y hasta dirían que ilegal, por mucho que las urnas hayan sentenciado por dos veces, y la segunda con mayor contundencia, que es el partido más votado por los españoles. Cuando en una democracia se confunde la legítima crítica y competición partidista con la descalificación radical y sumarísima del rival político, se empieza a subvertir los pilares más básicos del normal y correcto funcionamiento del marco institucional de un sistema democrático.
Desgraciadamente este clima de histeria y de dialéctica de las trincheras también ha alcanzado al PSOE, empeñado en el bloqueo como una forma de hacer política y ahogado en una autoflagelación que en ocasiones llega a lo profundamente absurdo y ridículo. No voy a negar que la decisión de abstenerse para propiciar un gobierno a España después de 300 días en funciones ha llegado mal, tarde, pésimamente explicada y a cambio de nada. Pensar que esto no iba a provocar un debate e incluso un desgarro dentro del socialismo sería propio de imbéciles, más que de ingenuos. Pero el grado de cainismo interno y de palabras solemnes y gruesas con las cuales se está rociando el debate ya excesivamente encendido es algo que no ayuda en nada al PSOE y que beneficia, en todo, al populismo anti democrático encarnado por Pablo Iglesias.

 

Cuando leo el uso de palabras como “traición”, “el PSOE ha muerto”, “socialistas que han hecho presidente a un corrupto”, etc…. solo puedo sentir una inmensa tristeza.

Como aún sigo perteneciendo al Partido Socialista, puedo decir que conozco a muchos compañeros, algunos de ellos grandes amigos, gente intelectualmente sólida y políticamente de nivel, que han caído en el uso de un lenguaje totalmente fuera de lugar y autodestructivo. Hay quien piensa que con eso consigue ir contra las actuales élites o la gestora, pero no se dan cuenta de que están echando gasolina al tremendo incendio que consume al socialismo español y que, a este paso, acabará reducido a un solar de cenizas y nostálgicos recuerdos. Cuando leo el uso de palabras como “traición”, “el PSOE ha muerto”, “socialistas que han hecho presidente a un corrupto”, etc…. solo puedo sentir una inmensa tristeza por estar viviendo unos acontecimientos profundamente complejos que muchos pretenden reducir a un simplismo dramático y trágicamente irreal.
En el PSOE se ha pasado, en cuestión de meses, a señalar como “desleal” y “mal socialista” a todo aquel que hacía algún tipo de crítica o de reflexión interna sobre los procesos orgánicos y la selección de las élites, a estar en la tarea frenética de quemarlo absolutamente todo y fomentar el odio no ya de las bases a los dirigentes, sino de las bases entre sí. En este clima es absolutamente imposible un debate necesario y sincero para reconstruir el socialismo. Mi consejo es claro: no demos por sucedido un futuro que, en realidad, es muy incierto y está abierto a más posibilidades de las que muchos quieren hacernos creer.

 

*Marcial Vázquez es Politólogo