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Podemos, podemas, el inclusismo y la memoria histórica

Nada nuevo bajo el sol. Suele ocurrir en todas las dictaduras, ya sean de izquierdas o de derechas.

 

No sé si estos muchachos (y muchachas) de la izquierda revolucionaria española, herederos del 15-M y evocadores de nefastos tiempos pasados de rojos y azules, se desinflarán como un globo en las próximas elecciones.

Pero todo parece indicar que se están diluyendo como como un azucarillo en agua caliente gracias al empeño dictatorial de su jefe de filas que, en el corto plazo de tres años, ha conseguido laminar a toda la cúpula de cofundadores para erigirse, él y su pareja, como los únicos poseedores de la verdad populista.

 

Nada nuevo bajo el sol

 

Suele ocurrir en todas las dictaduras, ya sean de izquierdas o de derechas. Al final, manda el que manda, y la cohorte de seguidores segundones va cayendo en desgracia sobre todo si disienten del jefe de filas. El jefe siempre tiene razón y si no la tiene, como dice el dicho, ajo y agua.

Visto lo visto, la pareja del chalet de Galapagar, Pablo e Irene, va a acabar con un proyecto político que en su momento levantó muchas expectativas y que estuvo a punto de convertirse en la segunda fuerza de este novelero país al que le gustan demasiado este tipo de experimentos con gaseosa.

No digo que no me alegre de contemplar esta jaula de grillos en la que se ha convertido Podemos, porque confieso que nunca me han gustado sus teorías y sus filias por los regímenes tercermundistas (Venezuela, Cuba e Irán incluídos) que beben del marxismo más nefasto, periclitado y cutre de la historia de la humanidad.

Pero creo que, si finalmente desaparecieran de nuestro panirama político, vamos a echarlos de menos. Sobre todo por la capacidad que tienen muchos de sus dirigentes para hacernos pasar a los ciudadanos (y ciudadanas) un buen rato a costa de sus payasadas.

 

Si como muestra vale un botón, solo basta contemplar la última chorrada de la “lideresa” andaluza de Podemos.

 

Teresa Rodríguez, experta donde las haya del lenguaje inclusivo, que ha superado a su “portavoza” Irene Montero, afirmando a voz en grito eso tan feminista de “¡Abajo la patria, viva la matria andaluza!”. Y todo sin ponerse colorada de vergüenza.

Dicen los expertos que la palabra “matria” ya la usaron en su momento intelectuales tan preclaros como María Zambrano, Borges o Unamuno, pero me da a mí que Teresa Rodríguez no ha bebido mucho de esas fuentes y que a alguien (¿quizás el Kichi de Cádiz?) se le vino a la mente esta ocurrencia puramente carnavalesca y chirigotera ahora que estamos en el concurso del Falla.

 

Y es que en esta sociedad políticamente correcta en la que subsistimos cada día hay más tontos (y tontas) con balcones a la calle. Estamos rodeados.

 

No podemos escapar de tanta idiotez acumulada desde la época de Zapatero. Está pasando también con el asunto de la memoria histórica y toda la falsa parafernalia que lo rodea.

Los americanos, tan celosos ellos de la evocación de su Far West a través del cine, han decidido que Cristóbal Colón o Hernán Cortés fueron unos personajes aborrecibles que masacraron a los pueblos indígenas y están dispuestos a borrar cualquier alusión que se haga a la conquista española no solo en ciudades y pueblos, sino también en universidades y centros culturales donde existe alguna representación de esta gesta.

Mucho me temo que en esta decisión no hayan participado indiviuos pertenecientes a las razas de los indios apaches, comanches, navajos, cherokees o mohicanos que practicamente fueron aniquilados por su ejército y su idolatrado y cinematográfico Séptimo de Caballería.

 

Digo yo que la historia es la historia.

 

Aunque evidentemente ésta siempre suele tener dos caras, la de los vencedores y la de los vencidos, los hechos son los hechos y debería quedar siempre un testimonio de ellos en nuestras calles y plazas por muy odiosos que nos resulten.

La Dictadura de Franco fue mala, como también lo fue La Segunda República, en la guerra civil ambos bandos llevaron a cabo absolutas barbaridades; en la conquista de América hubo de todo, proezas loables y masacres deleznables; en la larga historia de España hay blancos, negros y grises.

No me vale quitarle una placa del callejero a José Antonio Primo de Rivera y dársela a Dolores Ibarruri. Ambos personajes, para bien o para mal, forman parte de nuestra historia y se les debe recordar.

Dice el famoso adaggio atribuído al poeta y filósofo español Jorge Nicolás Ruiz de Santayana que “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. Espero que esta sociedad tan buenista y conformista, tan vacía e ignorante, tan políticamente correcta, no tenga que padecer en el futuro alguna de las atrocidades que ha contemplado nuestra reciente historia.

Me preocupa este asunto porque llevamos camino de resucitar viejos símbolos y muertos que deberían quedar relegados a las páginas de la historia más negra. Las dos Españas de Antonio Machado siguen agazapadas en el desván y pueden despertar el día menos pensado. Ojalá y me equivoque.