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Podemos tiene que dar el estirón

Podemos ha ido perdiendo frescura a través del paso del tiempo de su corta existencia. Su necesidad de crear un aparato de partido, ha terminado produciendo la asfixia de la propia organización.

En estos días asistimos a una presunta crisis en el seno de Podemos originada, en parte, por la integración de uno de sus fundadores, Íñigo Errejón, en la plataforma electoral Más Madrid, que ha ido seguida, de momento, por la dimisión de sus cargos de secretario general de la organización en la Comunidad de Madrid, además de portavoz en el Senado y parlamentario autonómico de Ramón Espinar.

Desde hace años tengo la convicción de la necesidad de afrontar siempre positivo las circunstancias de la vida, es decir ver siempre el lado bueno de las cosas, también en lo que respecta al ejercicio de la política.

Razón que me lleva a contemplar los problemas internos de Podemos, no como una situación irreparable y destructiva, sino como una crisis de crecimiento, que se produce de manera similar a la que sufren nuestros hijos, cuando llegados a determinada edad pierden por un tiempo los síntomas de lo que se considera buena salud y pensamos que lo único que sucede es que van a dar el estirón.

La situación interna en Podemos, por tanto, no debe tomarse como un problema, sino como una oportunidad

 

De seguir creciendo y conservar y seguro que incrementar su peso en el escenario político de la política española.

En mi opinión, los egocentrismos, me refiero a Pablo Iglesias, deben ser ajenos a los liderazgos, lo mismo que la incapacidad para contemplar las situaciones de forma objetiva, quizá motivada por el distanciamiento de la vida cotidiana de la sociedad que pretendes modificar, o también por la presencia a tú lado de determinados asesores áulicos, que en la vieja política llamaríamos voces interesadas o simple pelotillas.

También creo que Podemos ha ido perdiendo frescura a través del paso del tiempo de su corta existencia.

 

Su necesidad de crear un aparato de partido, ha terminado produciendo la asfixia de la propia organización. Los aparatos son difíciles de manejar y siempre surge la tentación de controlarlos, dando paso a uno de los mayores problemas de los partidos que desde el mismo Podemos consideran la vieja política.

 

Conozco de primera mano la existencia de esa sensación de falta de aire

 

Originada por una aplastante y omnipresente burocracia, en muchos puntos de la organización a lo largo y ancho de toda la geografía estatal.

Creo, al igual que Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, o el propio Ramón Espinar, que siempre hay que demostrar la voluntad de construir desde el diálogo y el acuerdo. Una actitud que debe ser ejemplar en el caso de los líderes de una izquierda de progreso y transformadora.

Desde hace tiempo, como activista, vengo apostando por la necesaria acción de la unidad de la izquierda. No es una posibilidad, más bien se trata de una necesidad a la vista de la reagrupación de las derechas, como se ha constatado con la aparición del trifachito en Andalucía.

Por ello veo con muy buenos ojos la plataforma promovida por Manuela Carmena e Íñigo Errejón en Madrid.

 

Lo mismo debería suceder en otros puntos del territorio e ir sumando, sin parar y sin prejuicios, voces y voluntades.

 

No quiero hacer creer que soy un utópico desnortado, conozco las dificultades del camino, y también los lógicos intereses partidarios de cada una de las fuerzas de izquierda que conviven en el actual panorama político, pero la unidad de acción es posible. Hoy mismo tenemos el ejemplo en la reunión de los dirigentes de Podemos en Toledo, que representan a 8 comunidades autónomas, para reclamar a Pablo Iglesias, que ponga fin a la guerra con Errejón y no cumpla su amenaza de presentar una candidatura alternativa en la Comunidad de Madrid.

No hay que perder el tiempo, es necesario sentarse para hablar todo lo que sea necesario con el objetivo de asegurar la unidad de acción de toda la izquierda. Creo que los frutos pueden ser variados, plataformas electorales, coaliciones, acuerdos programáticos o pactos postelectorales. Cualquier fórmula puede valer, lo importante es dar el estirón.