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El poder político cambia de manos el 20-D

Sea cual sea el resultado de los comicios, estos pasarán a la historia como aquellos en los que Podemos obligó al resto de partidos a ponerse las pilas

Emilio Díaz Berenguer / Opinión.- Participar en la fiesta democrática del 20-D vuelve a ser tan decisivo como lo fue en los albores de la Transición. Ejercer el derecho a decidir por parte de cada ciudadano va a tener consecuencias positivas inmediatas como hace décadas que no lo tenía. Hay algunos cambios que ya podemos afirmar se van a producir tras las elecciones de este domingo. Conocer lo que se derivará del nuevo escenario político español puede ayudar a decantarse a algunas personas que aún forman parte del grupo de los indecisos, que tanto va a pesar sobre el resultado final de las urnas.

Si bien, según los politólogos y todos los medios de comunicación, el gran cambio sería la ruptura con el bipartidismo, fruto del actual sistema electoral, esto no es más que una condición sine qua non, pero no representa la esencia del mismo. De una alternancia casi perfecta entre una derecha asociada al PP y una izquierda al PSOE, se pasará a una alternativa conservadora nucleada en torno a dos partidos, PP y Ciudadanos, y otra progresista integrada por Podemos, el emergente responsable de poner boca arriba ese anquilosado bipartidismo, y PSOE, sin olvidar a una IU que, aunque muy deprimida electoralmente, puede tener la llave para la viabilidad de algunas de las coaliciones posibles tras el 20-D.

[blockquote style=»1″]Los que no voten el próximo 20D podrían quedarse con la sensación posterior de no haber aprovechado su derecho a decidir en un momento histórico que puede condicionar la política española de las próximas dėcadas.[/blockquote]

Lo más importante políticamente no es la muerte por agotamiento e inanición del bipartidismo, sino que, al menos en la próxima legislatura, el poder político del legislativo se impondrá al del ejecutivo, rompiendo la inercia de los últimos casi cuarenta años. Este será realmente el gran cambio.

La proyección de esta alteración del equilibrio entre los poderes legislativo y ejecutivo no se reflejará sólo en la materialización de un gobierno u otro, sino que también tendrá una gran transcendencia sobre el tercer poder político, el judicial, que, sí o sí, logrará retomar el avance pendiente en la senda hacia su democratización, tras casi cuatro décadas sometido, de una u otra manera, al gobierno de turno.

La democracia ganará en calidad y credibilidad y los ciudadanos recuperarán, al menos temporalmente, la confianza en la política y en sus representantes en las instituciones, iniciándose un proceso que pondrá las bases para actualizar un sistema representativo obsoleto y convertirlo en representativo y participativo, más propio del siglo XXI.

Esta es la gran revolución que la historia asociará a un Podemos que ha obligado a los demás partidos a ponerse las pilas, aún en contra de los intereses de sus virreinatos orgánicos, y en la que una real incorporación pendiente de las nuevas tecnologías a la política va a jugar un papel clave, no como hasta ahora que se ha limitado a la renovación de los iPads y los iPhones de los diputados y senadores.

[blockquote style=»1″]Otro paso más que probable hacia el perfeccionamiento de la democracia será la obligatoriedad de realizar primarias abiertas, simultáneas y obligatorias para la selección de los candidatos a las distintas elecciones, sea cual sea el nivel territorial de las mismas.[/blockquote]

Otro paso más que probable hacia el perfeccionamiento de la democracia será la obligatoriedad de realizar primarias abiertas, simultáneas y obligatorias para la selección de los candidatos a las distintas elecciones, sea cual sea el nivel territorial de las mismas. Abiertas, porque es la única manera de que se acabe con ese mal estructural que representa la endogamia en los partidos, lo que se traduce en baronías que traen consigo intereses creados de grupos unidos por la máxima lampedusiana de que todo cambie, para que todo siga igual. Simultáneas, porque es la única manera de evitar los asaltos electorales, de forma que cada ciudadano pueda votar en primarias sólo a un partido, como ocurre en las elecciones propiamente dichas, y obligatorias ya que el derecho a la financiación pública de los partidos y de sus representantes debe estar condicionado por la garantía de la excelencia democrática, intentando evitar el sentido patrimonialista imperante actualmente en las organizaciones políticas.

A partir de ahí, tras el 20-D todo es posible, en cuanto a la composición del legislativo y del ejecutivo que salga de los acuerdos entre los grupos parlamentarios, pero ya nada será igual. La segunda transición habrá comenzado y el grado en que la misma represente un verdadero cambio dependerá del peso específico que Podemos alcance en esta nueva configuración del Congreso de los Diputados y del Senado, sin olvidar también a Ciudadanos.

Los que no voten el próximo 20-D podrían quedarse con la sensación posterior de no haber aprovechado su derecho a decidir en un momento histórico que puede condicionar la política española de las próximas dėcadas.