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Poetas

¿Qué sitio les queda a los poetas y la poesía en los nuevos tiempos que corren?

Opinión / ROSA GARCÍA PEREA.- Es un hecho que en nuestros días se lee menos poesía que hace algunos años. Podemos visitar cualquier librería y comprobaremos que el porcentaje de ejemplares de poemarios es bastante inferior al del resto de géneros. Además, suelen estar colocados en los lugares menos calientes, es decir que menos visita el cliente, de la sala de ventas. Al igual que ocurre con los libros técnicos especializados. Es de suponer que el encargado de colocar el género sabe muy bien que la poesía prácticamente no se vende, y que el cliente que viene decidido a comprar un libro de poemas lo buscará. Y que rara vez se producirá la venta por impulso.

Pero, ¿por qué no se lee poesía? En primer lugar debemos tener en cuenta que la lectura en sí tiene en estos tiempos una competencia feroz con los medios audiovisuales. Estos medios nos proporcionan un placer relativamente parecido a la lectura (alguien nos cuenta algo) sin mucho esfuerzo por nuestra parte. Pero en el caso de decidirnos por abrir un libro y sumergirnos en la lectura, es de preferencia general que sea una lectura pasiva. Me explico: cuando leemos narrativa, estamos dejando que el autor nos cuente una historia en la que en el mejor de los casos nos implicará emocionalmente. Si se trata de un libro de divulgación o ensayo estaremos recibiendo información que iremos almacenando en nuestro cerebro paulatinamente.

Pero con un libro de poemas no ocurre igual. La lectura de la poesía es una lectura interactiva. El poeta al ofrecer sus versos al lector le está pidiendo que “se complique la vida”. Le pide primero que lea sus versos, que se deje impregnar por ellos, que capte su mensaje y finalmente reflexione acerca de lo que dice. No existe poesía que no invite a la reflexión.

No nos rasguemos las vestiduras, la poesía está viva, a pesar de todo. Quizás por el carácter intemporal que la acompaña. Y este carácter intemporal podemos comprobarlo viendo que durante siglos, seguimos tratando los mismos temas. Quizás sean porque son temas ancestrales en la Humanidad. 

La poesía debe vivir con nosotros, actualizarla, hacerla útil. Nosotros los poetas tenemos la obligación moral de hacer útil e imprescindible a la poesía. Ésta surge de cualquier rincón de nuestra vida cotidiana y eso le da derecho a manifestarse sobre cualquier tema.

En muchas ocasiones he percibido el rechazo a la lectura de los clásicos, tachándolos injustamente de ¡aburridos! Algunos me comentan que no se pueden sentir identificados porque los temas no son actuales, y eso no les ayuda a implicarse emocionalmente. Nada más lejano de la realidad.

Pero tampoco creamos que en la poesía sólo existen un puñado de temas esenciales sobre los que los poetas escribimos siempre. Es importante saber que podemos escribir sobre todos los temas. ¡Absolutamente sobre todos!

La poesía debe vivir con nosotros, actualizarla, hacerla útil. Nosotros los poetas tenemos la obligación moral de hacer útil e imprescindible a la poesía. Ésta surge de cualquier rincón de nuestra vida cotidiana y eso le da derecho a manifestarse sobre cualquier tema.

Con motivo de la conmemoración del Día de Andalucía, me invitó un amigo escritor a dar una charla sobre poesía a chicos de doce a catorce años. Un poco nerviosa por el reto de captar la atención de aquellos chavales, comencé preguntándoles:

«¿Qué aspecto pensáis que tiene un poeta?».

Se quedaron un poco desconcertados y no supieron qué contestar. Para ayudarles un poco a romper el hielo volví a preguntarles: «¿Sabéis que yo soy poeta?». Ellos asintieron. Era fácil, así me habían presentado. Continué: «Y, ¿qué aspecto tengo yo?». «¡Te pareces a mi madre!», exclamó uno de ellos al fondo de la sala.

Todos nos echamos a reír por la ocurrencia. Pero aquel niño había dicho una gran verdad. Los poetas somos gente corriente.

Esa imagen del poeta excéntrico, extravagante, y que camina veinte centímetros por encima del suelo, no favorece en nada a la poesía. Si usted realmente es excéntrico y levita sobre el asfalto, no lo achaque a su afición literaria. Simplemente usted es así.

Ese concepto de que los poetas estamos por encima del bien y del mal, que somos seres poseídos por unos extraños entes llamados musas hace que algún poeta que aún no ha podido sacar la cabeza del anonimato, se sienta cohibido a mostrarse como tal, cuando por las mañanas se mira al espejo y ve un ser humano corriente.

El don de la poesía es algo maravilloso, pero no nos aparta de la sociedad. No nos desanimemos si no bebemos como cosacos, o no tenemos arrebatos suicidas… si simplemente llevamos una vida apacible amando la poesía. Ser una persona singular no es un requisito indispensable para ser poeta. Y esa normalidad puede que sea la salvación para subsistir.