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Políticos y personajes de cómic, comparaciones inevitables

Jose Luis Bonilla
José Luis Bonilla*

La relación entre el cómic y la política es antigua y constante. Podríamos poner muchos ejemplos, desde los tiempos del Capitán Trueno o Roberto Alcázar y Pedrín. Siempre ha resultado fácil buscar similitudes entre las figuras de las historietas gráficas y los líderes políticos. Por eso no debemos sorprendernos del juego que están dando los complejos acontecimientos de Cataluña y, en especial, la figura de Carles Puigdemont. Tal vez las divertidas ocurrencias de los buscadores de parecidos son una buena medicina para rebajar de dramatismo situaciones verdaderamente preocupantes.

Una de las más celebradas es el ingenioso “Mortadelo y Puigdemont” que circula por las redes  estableciendo paralelismos con las surrealistas hazañas de las criaturas de Ibáñez. Pero la escapada belga del político catalán, además de internacionalizar el conflicto, ha generado en Europa curiosas comparaciones con uno de los personajes más universales de la historia del cómic, Tintín, el intrépido reportero que acompañado siempre por su fiel perro Milú recorre el mundo resolviendo misterios en las deliciosas aventuras ideadas por Hergé.

Pese a que ambos personajes, el de ficción y el real, comparten la profesión periodística -secundaria respecto a su actividad principal- los seguidores del rubicundo héroe belga se han apresurado a negar cualquier parecido, no tanto por cuestiones relacionadas con la apariencia física, en la que alguien con mucha imaginación podría encontrar similitud entre el enhiesto flequillo tintinesco y la abundante pelambrera del gerundense, sino por la dispar consecuencia de sus actos: “Tintín siempre soluciona los problemas, mientras que Puigdemont los crea”, han sentenciado.

De un modo u otro, tanto en Bélgica como en España, son ya varios los artículos publicados y muchos más los tuits y memes sobre este asunto, la mayoría cargados de sana guasa. Personalmente me sumo a quienes no hallan parecido alguno entre los mentados. Sin embargo suscribo lo que me comenta una cercana lectora de cómics que ha identificado a otro personaje de este peculiar género narrativo como sosías del adalid de la fugaz república catalana.

La respuesta está en la inagotable capacidad de Gosciny y Uderzo para inventar caracteres de fuerte personalidad, capaces de dar la réplica a los dos protagonistas principales de sus historietas, Astérix y Obélix. En una de sus aventuras, titulada “La Cizaña” en su versión en castellano, la amistad de los inseparables galos se ve amenazada, no por los habituales e inofensivos celos cuando hay faldas de por medio –Cleopatra, Falbala…- sino por un profundo enfrentamiento provocado por las malas artes de un siniestro romano al que el guionista bautizó con el certero y descriptivo nombre de Perfectus Detritus.

En resumen, la trama de “La Cizaña” nos muestra a un Julio César que, desesperado por su reiterado fracaso en la conquista de la aldea gala donde resiste un puñado de lugareños gracias a su unidad y a la poción mágica que les da una fuerza sobrehumana, decide recurrir a los servicios de Perfectus Detritus, de quien sus consejeros dicen  que es un experto en sembrar la enemistad: “…es muy eficaz. El horripilante y verdoso rostro de la discordia surge a su paso. Es algo prodigioso…”.

 

Y del mismo modo que Detritus no solo dividió a los galos, nuestro personaje de carne y hueso parece empeñado en extender la cizaña por tierras de Flandes y quién sabe por dónde más.

 

El relato de los geniales creadores franceses es una sucesión de malentendidos provocados por las mentiras y jugarretas ideadas por Detritus con el único propósito de dividir a los galos, enfrentarlos entre sí y de este modo, derrotarlos sin necesidad de recurrir a las armas. El veneno que esparce es tan eficaz que no solo enemista a los galos, sino a sus propios mentores romanos  y a los entrañables piratas con los que se cruza en su viaje a la Galia, que hunden su barco a mamporros en vez de abordar el prometedor botín de la galera romana.

Si bien el lápiz de Uderzo presenta a Perfectus Detritus como un personaje de aspecto desagradable, diminuto y calvo –como puede verse en la ilustración que acompaña este texto-, alejado por tanto de la buena planta y el derroche capilar de Puigdemont, no resultará difícil para muchos encontrar el paralelismo en la naturaleza de sus acciones, y no en el trazo del dibujo.

La ruptura de Cataluña en dos mitades, la división en el seno de los partidos políticos, el enfrentamiento entre vecinos, compañeros de trabajo e incluso familiares, la fuga de empresas, la visceralidad, la manipulación de la realidad…  no pueden atribuirse  a un solo individuo, pero es inevitable la personalización en virtud del liderazgo y del cargo ejercido. Y del mismo modo que Detritus no solo dividió a los galos, nuestro personaje de carne y hueso parece empeñado en extender la cizaña por tierras de Flandes y quién sabe por dónde más.

Pero seamos optimistas. Los galos acaban descubriendo el engaño del siniestro enredador que casi los destruye y en la última viñeta terminan confraternizando en el tradicional banquete a la luz de la luna, dando cuenta de deliciosos jabalíes en torno a la hoguera, mientras Astérix y Obélix se abrazan entre sollozos de afecto, conscientes de la sinrazón que ha puesto en riesgo su amistad.

(Por cierto, si no han leído “La Cizaña”, háganlo; disfrutarán).

 

*José Luis Bonilla es Periodista.