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Pongamos que hablo del PP

La cosa no está tan clara en Andalucía.

Aquí mucho criticar, mucho acusar a Rajoy de inmovilismo, de pasividad, de mediocridad, mucho tildarlo de estatua de hielo, pero, a la hora de la verdad, por más que sus enemigos y detractores le hayan tratado de implicar en corrupciones diversas, lo único que se ha demostrado es que hemos estado gobernados durante los últimos años por un político de raza que, al contrario que muchos de sus antecesores en el cargo, ha sabido renunciar a las prebendas que los españoles les concedemos a los ex presidentes del Gobierno, sueldo vitalicio incluído, a su escaño en el Congreso, a la Presidencia de su partido y volver a su trabajo como registrador de la Propiedad en Santa Pola donde, seguramente, ganará bastante más que en la jefatura del Gobierno.

 

Algo tan inusual en la política española como el perro verde de El Loco de la Colina.

 

Aunque tenga que reconocer que nunca ha sido santo de mi devoción, si a todo ello unimos que no ha enriquecido su patrimonio personal durante los más de treinta años que se ha dedicado a la política (si así hubiese sido ya se habrían encargado sus enemigos de sacarlo a la luz y darle bombo y platillo en la Secta y en la Cuatro) habrá que colegir que, desde que España inició su proceso democrático tras la muerte de Franco, Mariano Rajoy Brey ha demostrado poseer unas cualidades éticas poco habituales entre los políticos españoles. Otra cosa es que se esté o no de acuerdo en su gestión y en esa rara forma galleguizante de ejercer la política. Y, eso sí, al final no ha convencido ni a tirios ni a troyanos.

 

Dicho esto, quiero enfocar este somero análisis en la sucesión de Rajoy y en el futuro que, a corto y medio plazo, le espera al PP, el partido que junto al PSOE ha gobernado España en los últimos cuarenta años.

 

Se acaba de abrir la campaña en la que, fundamentalmente, se disputan el cargo tres aspirantes: Maria Dolores de Cospedal, Soraya Saénz de Santamaría y Pablo Casado. No creo que ni José Manuel García Margallo ni el resto de los aspirantes logren los apoyos necesarios de los militantes para llegar al congreso de julio donde los compromisarios (muchos de ellos controlados por el aparato) decidirán quien coge el relevo de Rajoy.

 

En los últimos días he estado en contacto con numerosos afiliados populares andaluces y he podido comprobar que no existe unanimidad en su elección por más que el presidente regional, Juan Manuel Moreno Bonilla, enemigo declarado de Cospedal desde el congreso regional que sorpresivamente le encumbró ante la estupefacción de quienes apoyaban a José Luis Sanz, haya expresado su apoyo tácito a Soraya y haya arrastrado consigo a algunas provincias. Pese a ello la cosa no está tan clara en Andalucía. Otro de los pesos pesados del PP de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, ya ha expresado sus preferencias por Cospedal, mientras los sectores más jóvenes ven con buenos ojos el relevo generacional personificado por Pablo Casado. Queda por saber a quien apoyará finalmente el “César en la reserva”, Javier Arenas, quien, fiel a sus principios de nadar entre dos aguas y guaradr la ropa y la de jugar con varias barajas, aún no ha declarado publicamente sus preferencias, aunque todo parece indicar que optará por la solución menos mala para sus intereses que, de momento, no es otra que la candidatura de Soraya.

 

Ocurra lo que ocurra en el congreso de julio, lo cierto es que al PP le queda por delante una larga travesía del desierto que podría costarle el puesto a muchos alcaldes y concejales de decenas de ciudades y pueblos de toda España.

 

Y en Andalucía, la cosa está aún peor ante los próximos comicios municipales. Las encuestas dibujan un sombrío panorama. Tanto es así que me insisten que Susana Díaz está sopesando con fuerza la posibilidad de adelantar las elecciones andaluzas y coger con el pie cambiado a los populares para lograr que su actual socio, Ciudadanos, se coloque como segunda fuerza política en nuestra comunidad autónoma. De ser así, la presidenta andaluza podría lograr de una tacada varios objetivos que persigue desde hace tiempo.

Primero conseguir su primera mayoría absoluta como en los mejores tiempos del PSOE sin necesidad de tener que pactar con cualquier otra fuerza, ya sea Ciudadanos o Podemos. Y segundo, demostrarle a su íntimo enemigo, Pedro Sánchez, que, pese a las cuñas que le está poniendo el jefe del Ejecutivo en sus ruedas como son los nombramientos de Carmen Calvo, María Jesús Montero, o Luis Planas en su Gabinete y el de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis como delegado del Gobierno en Andalucía, ella sigue siendo un posible recambio futuro en el hipotético caso de que Sánchez vuelva a tropezar estrepitósamente en otras elecciones generales. Dice el proverbio árabe aquello de que es conveniente armarse de paciencia y sentarse a esperar ver pasar el cadáver de tu enemigo. Son muchos, tanto el el PP como e el PSOE, que se lo están aplicando a rajatabla en espera de que lleguen mejores tiempos para la lírica.