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¿Por qué se ha ido Rajoy?

En Política no hay amigos ni contemplaciones. Sólo Aliados y Adversarios.

Se pueden esgrimir todas las razones legales y políticas. Todos las conocemos ya de sobra. No obstante, existe algo más importante que las ambiciones de un líder que sabe que de otra forma no llegará a ser presidente jamás, o de los deseos de los partidos radicales de destruir España. Que la Moción de Censura haya convertido a Mariano Rajoy en el primer Presidente de la Historia de la Democracia en España que se ve obligado a dejar su puesto así es síntoma de algo mucho más profundo de que los nacionalismos sean profundamente egoístas y sólo se importen a sí mismos. No. Un juicio así, aunque correcto, sólo sería parcial e interesado si no contemplase la otra cara de la moneda. Una cara oscura y fría, que refleja la herencia del Gobierno del Partido Popular. No se trata de estadísticas. Estas son, al final, lo de menos. Se trata de lo íntimo, de lo personal, de lo que uno representa y de lo que se quiere que otros representen.

 

El Partido Popular, simple y llanamente, no ha estado a la altura de las circunstancias, así como tampoco lo ha estado de las expectativas que muchos de sus votantes depositaron en él. 

 

Siempre estarán los alienados electorales, aquellos que haga lo que haga el PP, le votarán. Pero con estos ni se ganan las elecciones ni se conserva el Poder. Los hechos recientes son un testimonio despiadado de ello. En Política no hay amigos ni contemplaciones. Sólo Aliados y Adversarios. Que haya Enemigos ya supone un salto cualitativo en la escalada de radicalización presente. Los dirigentes populares han sido barridos por los vientos huracanados de una Tormenta Perfecta que ahora tienen que digerir cuando ni siquiera han sido recogidos aún por los botes salvavidas.

Con el juicio obnubilado por la borrachera que les provocó su mayoría absoluta obtenida en las Elecciones Generales, el Partido Popular y su líder, Mariano Rajoy, montaron un gobierno de opositores.Un gobierno que tuvo que lidiar con la cruda situación de las crisis, cierto, pero que sólo aspiró a gestionar con equilibrio la cosa pública para evitar sobresaltos como grises accionadores de la palanca. Ni proyecto de cambio, ni liderazgo carismático, ni visión de futuro ni reformas sociales en un país que entraba en una nueva etapa de despertar político de la población.Tan sólo remaches a la mala gestión del PSOE y de zapatero. Sorprende que un Partido tan veterano como el PP se haya despistado en algo que el PSOE ha sabido siempre: que sin una idea esperanzadora no se puede avanzar en la gestión de un país, por muy buena que sea esta.

 

El elector deposita en el candidato algo más que su voto. Deposita esperanza.

 

Y el Partido Popular empezó a perder su pulso cuando se negó a o fue incapaz de comunicar con éxito las razones de su proceder, cuando la realidad era que una reforma laboral tan dura y una política fiscal radicalmente opuesta a sus promesas electorales le granjearon la antipatía automática de muchos de quienes poco antes habían celebrado el paso de los socialistas a la oposición con alegría inusitada.

La ceguera en los fines de un anti-proyecto de país no pudo evitar, al fin, que la gestión hiciese aguas. Y la impostura del Gobierno Rajoy, con la táctica aquella de ‘ni visto ni oído’ a la espera de que los rivales políticos se devorasen entre sí, dejó tal poso de desechos en el disco duro que al final, toda la unidad tuvo que ir irremediablemente al cubo de la basura.Pueda hablarse de recuperación económica o no, reto al lector a que saque a la luz un avance, sólo una avance, en derechos sociales e individuales propiciado por el PP en sus seis años de Gobierno. Adelanto que no lo hallará, porque su labor ha sido la de un fontanero no la de un arquitecto, y menos la de un ingeniero.Su tendencia a escudarse detrás de los tribunales fingiendo respeto por la separación de poderes a la misma vez que le enmendaba la plana a los jueces que no dictaban sentencias a su gusto-véase los casos de ‘La Manada’ y la primera parte la ‘Gürtel’- ha ensombrecido cualquier iniciativa que sobre cuestiones judiciales pudieran poner en pie, como muestra claramente su nulo pudor a legislar a golpe casuístico in crescendo conforme sus expectativas electorales dependían cada vez de un fino cordón umbilical.La famosa ‘Ley de Seguridad Ciudadana’ o ‘Ley Mordaza’ para los amigos, confirmó las tendencias autoritariasdemasiado presentes la formación política, proclive a la injerencia caprichosa en cuestiones judicialesque les costó la dimisión del  Fiscal General del Estado Eduardo Torres Dulce.

 

Muchas personas, entre las que me incluyo, demandaron la dimisión de Rajoy una vez la Sentencia de la Gürtel probó que el Partido Popular acogió una estructura criminal que edificó un entramado de corrupción del cual tuvieron pleno conocimiento sus líderes. 

 

Se trataba de una cuestión de higiene democráticaque hizo estallar unos ánimos ya caldeados con los asuntos de Cifuentes, Pablo Casado y la detención del exministro de Aznar Eduardo Zaplana, otro que ahora no suelta prenda. La reacción era más que lógica ante la constatación efectiva de que esta gente, sencillamente, se haya estado cachondeandode la gente honrada tantos y tantos años. Que la corrupción esté tan normalizada que ni a los políticos les importe ya o que Rajoy ni se digne a estar presente en los momentos críticos de la censura a él, su gobierno y su gestión.

El legado de Rajoy no son, como digo, las estadísticas ni los datos, magnitudes en las que no es habitual que se camufle la falta de liderazgo, sino que un individuo sin escrúpulos y lleno de odio como Pedro Sánchez esté en el Gobierno apoyado por todos los grupos políticos que ya han dejado claro vez tras vez que no le desean nada bueno al país. Y lo más importante: que no ha ganado las Elecciones.Estas son las razones por las que Rajoy se ha ido, y estas son las razones por las que no cabe esperanza de regeneración política en España con estos partidos.

Por ahora.