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Predicciones climáticas, tsunamis y tozudeces varias

Queda mucho por hacer en formación e información. A la población se le debe implicar. De momento no estamos haciendo nada.

 

Me impactó la noticia leída tiempo atrás, perdidas las referencias al no haber tenido la curiosidad de anotar la publicación y el autor. Me pareció de una rotundidad osada por tratarse de un tema científico aun sujeto a errores frecuentes y con las bromas anexas a esos temas: el futuro del clima. Ahora comprendo mi error.

El autor pronosticaba cambios radicales y los concretaba en episodios de lluvias torrenciales en determinados lugares relativamente pequeños, mientras al lado podía hacer un sol primaveral. España no salía bien parada de las previsiones por su posición geográfica, claro. Han transcurrido muchos años y aquellos pronósticos toman un cariz matemático. Los últimos acontecimientos, tristemente, rubrican lo anunciado. Se sabe lo difícil de dominar una naturaleza azarosa y violenta, pero al menos una actitud más responsable sería necesaria por las autoridades, sus palabras de condolencia y rostros de tristezas, a veces, parecen obedecer a un guion casi teatral, escenarios de escobas limpiadoras de barro. Seguramente, podrían paliarse muchos desastres con unas actuaciones previas, desde limpiar cauces hasta quitar malezas para evitar incendios, aunque solo fuese por la ruin rentabilidad.

 

Se sabe lo difícil de dominar una naturaleza azarosa y violenta, pero al menos una actitud más responsable sería necesaria por las autoridades, sus palabras de condolencia y rostros de tristezas, a veces, parecen obedecer a un guion casi teatral, escenarios de escobas limpiadoras de barro.

 

La semana pasada brotó una discusión al respecto con un señor al coincidir en la farmacia, lugar habitual cuando se coleccionan años. «Lo del cambio climático es un cuento chino, falso. Siempre llegaron borrascas y olas de calor…». Cuando un interlocutor fanatiza un servidor se retira al burladero y espera la muerte del toro por aburrimiento. Eso hice, viéndole marchar indignado entre sonrisas de complicidad con mi amigo, el farmacéutico. El dichoso Trump no anda lejos de permanecer en el mismo coso para acompañar a mi indignado interlocutor. Para su hipócrito caletre no existen problemas climáticos.

Me parece existir una maldición por el divorcio español con la prevención. A nosotros nos va mucho más el improvisar, el leer las instrucciones de un aparato electrónico recién comprado después de haber intuido su funcionamiento y de haberlo enchufado, tal vez con olor a cuerno quemado al no colocar la debida tensión.

Asistí en el Ateneo a una interesante conferencia, donde un señor muy cualificado había tenido varios encuentros con responsables del Ayuntamiento de Cádiz. Les aseguraba, sin fecha concreta, claro,  un nuevo episodio de tsunami como el ocurrido en el año 1775, Manifestaba con pesar la posición de los responsables municipales: «Los políticos no podemos ser agoreros, planificamos para períodos cortos por la necesidad de obtener votos. A los sucesores les tocará lidiar las incertidumbres».

 

«Lo del cambio climático es un cuento chino, falso. Siempre llegaron borrascas y olas de calor…».

 

Se lamentaba el ameno conferenciante de, al menos, tener informada la población con un plan de actuación consistente en ‘huir en vertical’, nada de hacerlo horizontalmente. Los pisos medianamente altos son los lugares más seguros. En el ocurrido en 1775 murieron muchas personas atrapadas en el Caño de Sancti Petri, la zona más estrecha. De igual modo se manifiesta don José Antonio Aparicio, presidente del Instituto español para la Prevención de Desastres. Dijo en una entrevista: «En 2005 saltó desde Grecia la primera alerta pero nadie la entendió: ni las fuerzas de seguridad ni protección civil, nadie, porque, y además, al estar en inglés quedó indescifrable. Queda mucho por hacer en formación e información. A la población se le debe implicar. De momento no estamos haciendo nada».

En países como los EE.UU. una serie de boyas repartidas por sus costas informan de oleajes peligrosos con la antelación suficiente. España compró una de segunda mano en colaboración con Portugal, insuficiente sin duda.

En la actualidad las torpezas de los políticos estriban en su incapacidad para tomar decisiones, quizá debido a la complejidad de un vertiginoso mundo, pero nunca tuvieron a su disposición tanta tecnología y asesoramientos. Los indicadores de confianza política están muy bajos por la corrupción y el fraude aunque otro factor los puede acompañar: su desdén en la previsión de los desastres naturales.