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Prevención, decisión e integración, tres claves fallidas

Parece conveniente ir construyendo un amplio pacto político que, a la salida de la crisis, evite el estallido de nuestro traje nacional.

 

El gran secreto de la letalidad del Covid-19 es su novedad. No existe todavía vacuna y solo el confinamiento parece eficaz contra él. Bien que las estadísticas nos digan que la lucha contra el virus se esté ejecutando de manera mejorable. Porque es escandaloso, por ejemplo, que nuestra vanguardia protectora, el corajudo y esforzado personal sanitario, haya alcanzado ya la cifra de 18.000 infectados. O que, de cada cinco fallecidos por coronavirus en todo el mundo, uno sea español.

Hay demasiados desbarajustes. Por mencionar solo uno reciente, ahí está el episodio de la interrupción de la obra del hospital de campaña que, a petición de la alcaldesa de Sabadell, Marta Farrés (PSC), y en apoyo al hospital Taulí, ejecutaba el Batallón de Castrametación II/11 de Salamanca. Al parecer, al señor Torra y a su consejera de salud, Alba Vergés, no les gustaba el color, caqui, de las tiendas militares: un sangrante ejemplo de primacía del espejismo separatista sobre la salud pública en Cataluña. Al final, la obra se ha reanudado con paneles, encareciéndola y demorando su finalización (estaba previsto finalizarla hoy, 5 de abril). El juzgado nº3 de Sabadell, el pasado 2 de marzo, incoó las diligencias previas 404/2020 sobre el tema que, posiblemente, no vayan muy lejos. Porque, enseguida, aparecieron los cuentos para encubrir el dislate, achacando el retraso, en este caso, a “cuestiones técnicas”. Hasta el JEMAD, general Villarroya, se enfangó políticamente, salvando la cara a la Generalidad. Una pena.

Pero esta crisis pasará y España prevalecerá. Si nuestro país fue capaz de salir adelante a pesar de Fernando VII, no se va a evaporar por este virus. Bien que resulte muy preocupante el desplome de todos los indicadores de los ámbitos punteros de la actividad nacional; entre otros: construcción, empleo, turismo y hostelería. Lo más preocupante sale de pensar en cómo va a ser la salida de la crisis y, sobre todo, la indispensable recuperación.

Porque el Covid-19 ha desvelado impúdicamente la flojedad del Gobierno en tres capacidades esenciales del liderazgo: previsión, decisión e integración. Previsión para adelantarse activamente a los acontecimientos y no solo actuar reactivamente. Decisión para adoptar medidas oportunas, firmes y solventes durante el desarrollo de la crisis. Y capacidad de integración para poder coordinar todos los esfuerzos de la Nación en el combate contra la epidemia. Me temo, por tanto, que, con los mimbres actuales, podrán hacerse pocos cestos en el futuro.

Yo creo en el planeamiento de contingencia, a pesar de que las contingencias no se materialicen siempre de forma idéntica a lo planeado. Porque tal planeamiento sirve, cuanto menos, para engrasar sistemas, presentar asunciones, analizar hipótesis y prever necesidades. Por ello, en este orden de cosas, parece conveniente ir construyendo un amplio pacto político que, a la salida de la crisis, evite el estallido de nuestro traje nacional, que tiene demasiados hilvanes. No estaría de más tampoco que los organismos de planeamiento (civiles y militares) empezaran a valorar ―si no lo han hecho ya―, la hipótesis del estado de excepción contemplado en la LO 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio. Vaya, solo por si acaso.