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Morera&Vallejo afronta su primera crisis en El Correo con 7 despidos

Pepe Fdez
Pepe Fernández

Nuevamente el decano de los periódicos, El Correo de Andalucía, vuelve a estar en el candelero informativo presidiendo esquelas, ribeteadas en negro, que hablan de despidos, otra vez, en la sufrida plantilla del periódico sevillano. Siete han sido esta vez los trabajadores que han recibido saldo y finiquito horas antes de apuntarse al paro.

De los 54 trabajadores que tenía la empresa cuando la salvó Antonio Morera Vallejo de la infame operación de venta promovida por el empresario extremeño Alfonso Gallardo, solo quedan cuarenta empleados, se queja la plantilla.

El Grupo Morera&Vallejo, además del periódico, optó por una pequeña multimedia comprando una TV local, Canal Luz, emitiendo actualmente bajo la marca CorreoTV.

La entrada en el negocio mediático del empresario de Seguros y Reaseguros Antonio Morera Vallejo, le ha supuesto una proyección social que no tenía cuando era simplemente un empresario de éxito. Convertirse en editor de El Correo le ha supuesto acceder por la puerta grande al palco social de las primeras figuras políticas andaluzas y sevillanas como Susana Díaz, sus consejeros, Juanma M. Bonilla, Zoido o bien personajes de la situación como Antonio Pulido, el Arzobispo Asenjo Peregrina  o directores regionales de importantes bancos y empresas.

 

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Coronación de la Virgen de la Estrella en Chucena en junio de 2014. Morera y su esposa fueron padrino y madrina de la ceremonia que presidió el obispo de Huelva. El Correo dio buena cuenta del acontecimiento religioso protagonizado por su propietario.

 

Todo ello sin olvidar que Morera ha recuperado para sus medios gran parte del espíritu del Cardenal Marcelo Espínola, fundador del Correo, de tal forma que la Iglesia católica ha vuelto a estar muy presente en la linea editorial del rotativo. La relación con el Palacio Arzobispal es, por tanto, excelente. Por si alguien lo dudaba ahí quedó, en portada, la coronación de la patrona de Chucena, apadrinada y amadrinada por el paisano Antonio Morera y su esposa.

Estos inesperados despidos, ordenados por el propio Antonio Morera al comprobar que no se habían cumplido sus previsiones en beneficios, llegan justo cuando el rotativo, dirigido por el periodista Oscar Gómez, había alcanzado una digna velocidad de crucero como producto informativo, tanto en papel como en el seguimiento de la actualidad vía web. Gómez Ortega, en un artículo publicado este domingo sobre la crisis y los despidos  narra así el mal trago que tuvo que afrontar comunicando la decisión a sus compañeros de redacción: «tuve que comunicar a siete compañeros que la empresa editora no podría seguir contando con su lealtad y su compromiso, ni con su talento, ni con su profesionalidad, ni con su capacidad de sacrificio, aunque en la carta que lo explicaba, todos esos valores se redujeran a un frío y protocolario servicios. En ese mismo lugar presidido por una imagen del fundador de El Correo con su primer ejemplar entre las manos, tuve que pasar el duro trago de cerrar la puerta a quien me la abrió,Antonio Morente, de quien tanto he aprendido y que tantos buenos consejos me ha dado —ninguno malo— y a otros seis compañeros que me arroparon y creyeron en mí».

Junto al dolor por los despidos de veteranos compañeros, la plantilla  en general, según fuentes de la redacción, vuelve a estar desmoralizada, desmotivada y casi tan inquieta «como cuando mandaba y no nos pagaba el chatarrero»

Los argumentos de la editora

La empresa por su parte dice que ha intentado negociar diversas fórmulas con el Comité de Empresa; que el empresario comprende el papel y sus decisiones como representantes de los trabajadores, pero que considera que los planteamientos y reivindicaciones del Comité están “muy alejados de la realidad de las empresas”.

Se argumenta que a los despedidos se les llegó a ofrecer una reducción de jornada a la mitad, “prefiriendo optar por el despido e irse al paro”, aseguran fuentes de la empresa. La operación, desde el punto de vista económico, le ha supuesto al Grupo Morera&Vallejo algo más de 300 mil euros en liquidaciones y finiquitos.

Parece pues que esta primera gran crisis del viejo y maltratado Correo de Andalucía bajo el mando del chucenero Antonio Morera, está motivada fundamentalmente por razones económicas.

En la editora recuerdan que son los auditores del Grupo los que dan la voz de alerta. Es cuando encargan al bufete Garrigues un proyecto de viabilidad que contemple, además, la posibilidad de afrontar “un plan rompedor” como lo define el propio Morera, previsto para iniciar una nueva etapa, lastrada, dicen, por una plantilla sobredimensionada. Es ese informe de Garrigues el que recomienda prescindir “de seis o siete” personas tal y como ha sucedido. “Sin Eres, ni Erte, ni nada de ese tipo, negociando con cada uno de los afectados” se justifican en la empresa. (Obviamente aplicando la Reforma Laboral de Rajoy y su ministra Báñez, o sea, 20 días por año)

Pero, se preguntarán muchos, cómo un grupo empresarial aparentemente potente, con 200 millones que confiesa que factura anualmente, crecido y concentrado en el sector seguros, pero diversificado en actividades económicas tan variadas como la ganadería caballar, la agricultura extensiva, industrias del plástico agrícola, sector inmobiliario, servicios I+D, belleza etc etc, cómo un grupo de esa envergadura económica, repito, se somete a un desgaste de imagen tan brutal por siete nóminas de siete trabajadores de El Correo.

Junto al hecho cierto y formal de que los números de la cuenta de explotación no cuadran, existe otra motivación que explicaría – no justificaría– la decisión empresarial de Morera. Para entenderla mejor conviene recordar la más reciente y truculenta historia del rotativo, especialmente los acontecimientos de octubre de 2013.

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Entrega de Premios El Correo. Antonio Morera flanqueado por el Arzobispo Asenjo y el alcalde Zoido.

 

De Gallardo a Morera, pasando por Castrejón

Morera compró el Correo por la simbólica cantidad de un euro (asumiendo el pasivo de 1,2 millones)  a un despacho financiero vasco que días antes se lo había adquirido al empresario extremeño Alfonso Gallardo, por la misma cantidad, en nombre de un oscuro y siniestro personaje. Alfonso Gallardo me contó entonces que, en 2007, llegó a poner sobre la mesa 9 millones de euros por el negocio de prensa local de Prisa en Andalucía. El grupo de Jesús Polanco y Juan Luis Cebrián, tras la venta, se quedó como perro al que le quitan pulgas con la irrupción milagrosa de Alfonso Gallardo, siempre al lado del poder socialista y en esta oportunidad de la mano del entonces poderoso Gaspar Zarrías. En la operación también iba incluido el Diario Jaén, el medio escrito más importante en una provincia clave para el PSOE y para el propio Zarrías.

A cambio, Gallardo, mimado y apoyado hasta la extenuación en Extremadura por los gobiernos del socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra, pretendía el apoyo de la Junta a un oleoducto desde el puerto de Huelva a la localidad de Santos de Maimona en la provincia de Badajoz, pasando por Sevilla y parte del Preparque de Doñana. Proyecto con fuerte oposición ecologista, felizmente descartado al cabo de los años por las administraciones. (Por cierto, Rodriguez Ibarra llegó a ser uno de los columnistas mejor pagados del periódico, percibiendo 3000 euros por sus colaboraciones de entonces, según pudo constatarse en la documentación manejada durante el proceso de venta del periódico).

Años después, el Grupo Gallardo, acabaría intervenido por los bancos a los que, según algunas fuentes, debía más de mil trescientos millones de euros. Y en ese contexto, con la amenaza concursal sobrevolando su cabeza, Gallardo se ve obligado a hacer caja y liquidar empresas de su extenso grupo. El Correo era una de ellas, la que más le preocupaba; no exactamente por la situación de las 54 familias que de él dependían y que cobraban tarde y mal, sino por el desgaste mediático enorme que le suponía aparecer públicamente como empresario que abandona obligaciones con sus trabajadores, muy lejos de la imagen de hombre cumplidor, hecho a si mismo y vocacional de la justicia social.

Estaba tan desesperado Gallardo a esas alturas que por segunda vez negoció y acabó vendiendo el periódico a un tipo con antecedentes penales y con un largo historial de denuncias por supuestas estafas sobre sus espaldas. (Datos que Alfonso Gallardo y su asesor en la operación puesto por la banca acreedora – ex alto cargo de Prensa Española– conocían perfectamente). Al segundo intento fue la vencida y, por fin, lo vendió por un euro, oficialmente  a un despacho de intermediarios financieros de Bilbao.

Susana dijo «no» y Gallardo vendió

Gallardo ni se despidió de los trabajadores de El Correo dando la cara como otras veces hizo en infinidad de actos sociales sevillanos.  “Un periódico que lo vendo con dolor, porque me ha dado muchas y muy buenas satisfacciones en mi vida de empresario” confesaba el chatarrero en el trance de hacer caja y poner el periódico en manos de un siniestro personaje llamado  Diego Castrejón Barco, quien  también  se presentaba como Diego del Barco, y que había estado en prisión condenado por apropiación indebida a raíz del caso Camas.

Gallardo intentó buscar ayuda en la Junta de Andalucía antes de proceder a la venta final de El Correo. Fue la mismísima Susana Díaz, titular de Presidencia entonces, la que le trasladó que no existía ninguna posibilidad de garantizar la ayuda que Gallardo pretendía, creyendo este último que las cosas seguían igual en Presidencia como cuando le hizo “el gran favor” que le pidió Gaspar Zarrías para comprarle el negocio a Prisa en Andalucía.

Tras la negativa de la Junta cuentan que Gallardo se sintió despreciado, abandonado por sus amigos socialistas de Andalucía con los que tan bien se había portado en el pasado y que fue entonces cuando optó en poner nuevamente en manos de un delincuente el futuro del periódico y sus trabajadores y trabajadoras. Al primero que le entró nuevamente por la puerta, el mismo Diego del Barco que meses antes le habían desaconsejado desde San Telmo como comprador, dando Gallardo marcha atrás de inmediato, casi en la puerta de la Notaría de Jerez de los Caballeros, creyendo además que el PSOE le debía un favor por no haberle vendido el periódico a Diego Castrejón. Al final la ayuda de Susana Díaz y el PSOE-A nunca le llegaría.

En mitad de la grave crisis desatada en la redacción de El Correo con la irrupción del nuevo “dueño” que vaticinaba ruina segura – casi todos conocían la historia judicial del personaje– fue cuando apareció Antonio Morera Vallejo  de la mano del abogado Luis Miguel Martín Rubio, como gran salvador de la situación, echando a Diego Castrejón y a los vascos  que dieron la cara – Abra Invest– y a los que también habría engañado el propio Castrejón, comprando Morena el periódico a los nuevos “propietarios” y salvando todos los puestos de trabajo.

Morera creyó que, reflotar El Correo, iba a resultarle relativamente fácil,  como en tantas otras empresas que estaba comprando, como la fábrica de plásticos de El Ejido, Plastimer, que también la compró por las deudas y acabó poniéndola nuevamente en marcha y con buenos resultados. Nunca llegó a entender muy bien que una empresa de comunicación tiene una dinámica propia y, desde luego, distinta a las demás. Elaborar información y opinión, al servicio de los lectores y ciudadanos en general, no es comparable a suscribir pólizas de seguros, firmar y cobrar.

 

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Susana Diaz entrega un premio a Antonio Morera en un acto de la ONCE

 

Un compromiso de inversión incumplido por la Junta

Entre los contactos que Morera Vallejo mantuvo en esos días, muchos de la mano del presidente de la Asociación de la Prensa de Sevilla, Rafael Rodríguez, la Junta y el Ayuntamiento de Sevilla fueron instituciones que apoyaron la operación de compra del periódico, de la misma manera que sus representantes institucionales hicieron acto de presencia en la concentración de Plaza Nueva a favor de los trabajadores y la supervivencia de la histórica cabecera.

El expresidente Rodríguez de la Borbolla y el expresidente del Parlamento, el notario Antonio Ojeda, entre otros personajes, participaron activamente en la operación de desmontar jurídicamente la compra/venta de Gallardo a Castrejón mediante los vascos de Abra Invest y la entrada de Morera.

Por su parte, los trabajadores, en un gesto de apoyo al nuevo empresario que llegaba para salvarles, «con esfuerzo, pero con ganas e ilusión» confesó Morera, aceptaron una reducción de sus salarios del 15%.

La Junta de Andalucía se comprometió a una inversión en los medios del Grupo Morera&Vallejo estimada en unos 800-900 mil euros anuales, “algo que no se ha cumplido ni mucho menos”, asegura a Confidencial Andaluz una fuente conocedora de dicha negociación y del resultado de la misma con el paso de estos dos años.

También prometió su apoyo Juan Ignacio Zoido, entonces alcalde, “y en verdad ha sido el único que cumplió gran parte de lo prometido, porque su sucesor Juan Espadas ha dejado la inversión en el 20% de lo que daba Zoido al Correo”.

Así, el hecho de que a lo largo de estos años no se hayan materializado ninguna de las promesas de inversión publicitaria institucional de la Junta de Andalucía, parece que ha podido ser determinante a la hora de acometer este último ajuste de la plantilla. O al menos ese es el argumento fundamental que se escucha en la zona noble del cortijo de La Gota de Leche, sede de la presidencia del grupo Morera.

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Así anunció El Correo la llegada de su nuevo propietario

 

«Colaboraciones gratuitas»

El asunto, desde el punto de vista ético y profesional, se ha complicado a raíz de conocerse el texto de un escrito de Morena & Vallejo enviado a los trabajadores despedidos donde, entre otras cosas, se afirma lo siguiente:

Las concretas funciones y/o carga de trabajo que no desaparezcan con la amortización de su puesto de trabajo, serán redistribuidas entre el resto de redactores. Igualmente, se van a potenciar las colaboraciones gratuitas por parte de terceros, lo que permitirá ajustar la referida redistribución entre redactores”.

La apuesta de Morera por las “colaboraciones gratuitas” , práctica muy habitual hasta ahora en sus medios, ha indignado a la profesión en su conjunto y, de forma particular, a un puñado de notables colaboradores del periódico que han enviado al cortijo de la Gota de Leche el siguiente mensaje:

Estimados amigos de  El Correo de Andalucía, este grupo de colaboradores quiere sobre todo agradecer vuestro imprescindible y extraordinario trabajo porque sin la información, contrastada y veraz, no sería posible la opinión, en este caso la de cada uno de nosotros.

Es y ha sido un placer y un honor formar parte del periódico con más historia de Sevilla y es precisamente por esa razón, la importancia de El Correo y el papel que ha desempeñado en nuestra democracia por lo que hemos decidido retirarnos a la espera de que haya una solución digna y viable para el periódico.

Ninguna opinión merece cubrir la necesidad de un periodismo retribuido y digno. Gracias a todos y confiamos en defender una cabecera que es nuestra y que cumple un papel fundamental en la información más próxima y más cercana”.

Firman el escrito Mercedes de Pablos, Juan José Téllez, Kechu Aramburu, Ramón Reíg, Colectivo Senda, Javier Aroca, Carlos Rosado, Fernando Álvarez Osorio, Antonio Yelamo, Marcos Quijada y el resto de opinares del periódico como el propio Colegio de Periodistas que mantenía sección propia. Ninguno de ellos, por cierto, percibía remuneración alguna por sus colaboraciones semanales en la sección de Opinión, algo así como una modesta aportación de todos ellos a un proyecto por cuya supervivencia también lucharon junto a la plantilla en aquellos negros días de octubre/noviembre de 2013.

Paralelamente,  la asamblea de trabajadores de El Correo, ha decido convocar cinco jornadas de huelga entre los días 23 y 27 de junio próximo, coincidiendo con el cierre de la campaña  y la propia jornada electoral.

Un exejecutivo del grupo Morera, que realizó funciones en la editora, confiesa que no le sorprende lo que empieza a pasarle a Antonio Morera con el negocio mediático en el que se metió, sin ninguna experiencia, hace tres años. «Antonio, tipo listo donde los haya, llegó a creer que la compra de El Correo era una inversión que, a medio plazo, le rentaría importantes beneficios para su grupo de empresas. Creyó, erróneamente, en los cantos de sirena de una clase política que va a lo suyo. Fue cuando empezó a comprobar como en la Junta de Susana Díaz se le decía mucho te quiero perrito, pero pan poquito. Y, conociendo a Antonio, te puedo aventurar que el juguete de El Correo ha dejado de interesarle.»

En todo caso, la larga y tumultuosa historia del decano de la prensa andaluza, no es más que la consecuencia, una más, de una singular política de comunicación, empleada por el partido socialista en Andalucía que arrancó con la oscura operación Prensa Sur en los 80, en la que se comprueba fehacientemente cómo el poder político no ha tenido ningún tipo escrúpulo a la hora de jugar a manejar los medios de comunicación y sus periodistas. Aquellos polvos trajeron estos lodos que muchos, como se ve, siguen padeciendo injustamente.

Nota final del autor:

Mi solidaridad y apoyo personal y profesional con los siete periodistas despedidos esta semana y con la redacción de El Correo en estos duros momentos.
Confío en que Antonio Morera, al que conozco y trato cordialmente desde hace años, recapacite sobre los errores cometidos y haga propósito de enmienda rectificando rumbo y decisiones. Sino lo hace será un mal presagio. A día de hoy, Morera, sabe bien que ha firmado los siete despidos más caros y tormentosos de la historia de su grupo empresarial. El sabrá lo que hace a partir de ahora.  P.F.