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Psiquismos entreverados

Incredulidad por autodefinirse unos hombretones bien maduritos con el peyorativo nombre de ‘manada’.

En absoluto opinaré sobre temas judiciales relacionados con el triste caso, hartura y criterios tendrá la mayoría del respetable. Desde el inicio del asunto me sorprendieron varios aspectos. El primero una incredulidad por autodefinirse unos hombretones bien maduritos con el peyorativo nombre de ‘manada’, y más al pertenecer dos de ellos a instituciones militares donde se supone recibieron una formación cívica específica sobre la delincuencia y sus autores. Ni en el caso de unos adolescentes ─calificada dicha etapa como de tránsito y difícil adaptación─ me hubiese parecido normal la praxis. El deseo de un homo sapiens por parangonarse con el mundo animal entra en el campo de una patología para gabinetes especializados de psiquíatras.

Todo parece la llegada anual para una amnistía de actitudes libres donde un incendiado  desenfreno vale.

El segundo, encuadrado el tema en el disparatado frenesí de los últimos sanfermines donde el alcohol baña materialmente a las masas humanas, nada raras resultan las inhibiciones de los comportamientos dando lugar a cualquier disparate como el sobeo de unos y otros a féminas descocadas exponiendo las domingas al sol pamplonés, sin el menor pudor y mesura. Todo parece la llegada anual para una amnistía de actitudes libres donde un incendiado  desenfreno vale, bendecido por el mítico san Fermín, persona impulsora del amor sincero, un romántico y ferviente partidario de la amistad. O sea, en las paradojas de nuestra España, mágica o quizá trágica, encaja la frase tópica: «Cualquier parecido con la realidad es una pura coincidencia».

Aquí, en esta moralina nación donde el desear la muerte propia o la de otros constituye una falta grave contra el quinto mandamiento, los legionarios y el personal expectante, incluidos ministros y capellanes, cantan alborozados El novio de la muerte… o el amante de la muerte, expresión esperpéntica  y más cuando un tierno infante vestido de legionario también la entona, precisamente cuando los niños tienes prohibidos los juguetes bélicos. Tal vez completara el cuadro los valores de don José Millán-Astray cuando dijo: «!Abajo la cultura y viva la muerte…¡», bueno…, seamos benevolentes y pensemos en un fugaz estado alterado de conciencia… Nos encontramos instalados en un surrealismo tal vez envidiado por Dante para escribir la segunda parte de su Divina Comedia.

Cuando los sapiens engañamos con el salvajismo de los instintos poco podremos evitar.

Sería una quimera suplicar una mayor coherencia en los múltiples aspectos cotidianos, pero las epidemias públicas una vez mimetizadas cuesta un mundo erradicarlas, tanto como las innumerables tradiciones, solo activas por haber sobrevivir con los años, pero de urgente revisión para suprimirlas.

Si fuese mujer y me diesen a elegir otro supuesto surrealista, preferiría enfrentarme a una de lobos en la confianza de llegar a una salida airosa y en absoluto a una manada de humanos. Cuando los sapiens engañamos con el salvajismo de los instintos poco podremos evitar. La historia de la humanidad ha sido y será el relato atroz de sus guerras por una especie depredadora instalada en una supuesta selva civilizada donde todo camuflaje sirve y donde los compromisos institucionales siempre encuentran argumentos para aumentar los gastos y comprar una paz onerosa.