The news is by your side.

El PSOE enseña sus cartas: dinamitar el Estado

 

Pablo Gea
Pablo Gea*

Nadie se podía llevar a equívoco, desde luego. Pedro Sánchez dejó claro desde el mismo momento de la lucha por el poder dentro del partido qué modelo de PSOE quería. Hipócrita es llevarse las manos a la cabeza ahora. Todos sabemos lo que esto significa. Una oposición dura, sí, pero ¿sensata? Ya veremos. Por lo pronto, se desmarca de su hoja de ruta anterior y no respaldará el Tratado de Libre Comercio de la Unión Europea con Canadá que ha costado siete años de negociaciaciones. Como cuando Julio César cruzó el Rubicón pero, por desgracia para los nuevos jacobinos, no tan dramático. Aunque una declaración de intenciones fuerte, ojo, de que no se quedarán en ellas y pasarán a la acción, con todas las consecuencias. La militancia que aupó a Sánchez al trono debe estar encantada.

 

Pero hay más, por supuesto. En su intento de copiar a Podemos, el PSOE sanchista ha revisado su concepción del país y de su territorialidad, en una pirueta de márketing político que deja alguna que otra duda en el ánimo de cuál sería el resultado de gobernar esta formación en un plazo de tiempo corto con el problema catalán a punto de estallarnos en las narices. No sé yo si la bandera rojigualda volverá a aparecer en algún mitin del candidato, toda vez que los rasgos de identidad del país que aspira a gobernar han sido sustituidos por la Internacional Proletaria y el puño en alto, símbolo que si el candidato estudiara un poco de Historia sabría que no representa más que hambre, muerte, destrucción y dictadura.

 

Pero asumir que las bases nacionales pueden ser puestas en cuestión con tal ligereza se atoja un ejercicio de irresponsabilidad política como no se ha visto en mucho tiempo.

 

 

La esquizofrenia socialista pasa ahora por hablar de plurinacionalidad, apelando a un supuesto derecho de autodeterminación de los pueblos que en absoluto se aplica a ninguna de las Comunidades Autónomas que componen España, por cuanto fue formulado inicialmente durante el siglo XIX en el contexto del nacionalismo romántico y se extendió hasta la independencia de las últimas colonias ya en la segunda mitad del siglo XX. Pero asumir que las bases nacionales pueden ser puestas en cuestión con tal ligereza se atoja un ejercicio de irresponsabilidad política como no se ha visto en mucho tiempo. Que un partido político esté dispuesto a fomentar un proceso disgregador que puede dinamitar las bases del sistema democrático mismo y abrir las puertas al enfrentamiento civil es algo que se percibiría a todas luces descabellado si no fuera por el dopaje en que nos ha sumido la inquisición de lo políticamente correcto. Y más aun teniendo en cuenta que ello supone dinamitar por completo las bases del artículo 2 de nuestra Constitución:

 

La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas».

 

Un líder que incluye en su cosmovisión nada menos que alterar la naturaleza misma de la nación está más cerca del aventurero político que del estadista. Sánchez y el PSOE deben escoger rápidamente qué quieren ser. No se han enterado aún que el mundo de las etiquetas se colapsa rápidamente. Que no se trata aquí de ser de Izquierdas o de Derechas. Que la respuesta a los dilemas políticos, sociales y económicos a los que nos enfrentamos no está en asumir un dogma y seguirlo a rajatabla. Que lo que importa es poner encima de la mesa programas coherentes y soluciones viables. Este tipo de locuras sólo consiguen que el PP saque más votos. Porque en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Es la estrategia de márketing político que sigue la formación azul, y cada incoherencia radical del adversario es acogida con sonrisa aguileña, aunque el Gobierno sea tan inane como para pedir a alguien que anuncia que va a violar la Ley y, por lo tanto, a cometer un delito, que vaya al Parlamento a explicar precisamente cómo piensa hacerlo. España necesita dirigentes políticos serios, responsables, y que no jueguen con fuego. Esa es la historia. Y si el PSOE no recupera pronto la senda de la cordura, deja de caer en las tentaciones de querer parecerse a PODEMOS con el chantaje emocional de “somos la izquierda de verdad” y empieza a plantear un programa que tenga sentido, mucho me temo que serán responsables de haber iniciado una crisis social sin precedentes que no llevará, si nadie lo remedia, a la perdición absoluta.

 

*Pablo Gea Congosto es estudiante de Derecho y activista político.