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El PSOE-A no es partido para farmacéuticos

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

Sé que este artículo que voy a escribir no me supondrá ninguna ayuda ni rentabilidad. Es más, cualquiera que aspire a tener una carrera política dentro del PSOE (y viva en Andalucía) no se le ocurriría publicar esta opinión. Posiblemente ni se atrevería a pensarlo por si algún miembro de la gestapillo de Sierra Morena tiene capacidad para leer las mentes. En mi caso hay dos estímulos: uno práctico, pues mi posible carrera política ya se terminó hace tiempo; y uno de conciencia, porque quiero defender de manera clara y directa la política en la que creo y por la que estoy dispuesto a pagar todos los peajes necesarios. No se trata de proclamarme un héroe de los descamisaos orgánicos, sino de ser coherente con mis valores y mi forma de pensar.

El mensaje en sí era propio del sectarismo más infame y peligroso desde el punto de vista democrático: “no lo pueden remediar los #PPodemos con que Susana Díaz sea hija de fontanero y otra de farmaceútico”. 

A la hora de defender nuestro sustento y nuestro modo de vida, muchos creen que todo es legítimo. Y, si hablamos de la batalla política, aún más. Se llaman a sí mismos maquiavélicos sin darse cuenta de que desconocen profundamente las enseñanzas de Maquiavelo y no pasan de ser simples oportunistas amorales dispuestos a practicar lo más sucio que sea necesario para mantenerse al calor del poder. Fue el Cardenal Pole quien acusó a Maquiavelo de escribir poseído por Satán; estos Torquemadas, simplemente, actúan al servicio del que paga. Porque esta es la cuestión: el que paga. Por mucho que lo vistan de ideología o de “bien del partido”. Casualmente estos nunca están luchando al lado de alguien que no pague.

Todo esto viene a colación de un tuit que hace algunos días publicó uno de estos servidores del poder que tantas lecciones van impartiendo por Andalucía cuando tienen tanto que callar y aún más que aprender. Desconozco a quien se refería en el fondo, pero el mensaje en sí era propio del sectarismo más infame y peligroso desde el punto de vista democrático: “no lo pueden remediar los #PPodemos con que Susana Díaz sea hija de fontanero y otra de farmaceútico”.

En primer lugar es un tuit mal escrito cuyo significado hay que adivinar, pero aceptaremos que los 140 caracteres de tuiter obligan, a veces, a comerse palabras para lanzar el mensaje, con el riesgo de que este acabe siendo algo confuso. En su fondo, en cambio, está muy claro: sigue ilustrando y fortaleciendo el mito de la “hija del fontanero” en el que se sustenta la imagen de la presidenta de la Junta. Un mito destinado a sustituir la identidad de “obrero” que el PSOE ha ido perdiendo progresivamente de cara a la sociedad y que en la cúpula andaluza han decidido combatir a base de no más políticas obreras reales en la práctica (otra cosa es la propaganda) sino a través de esa imagen de mujer humilde, sencilla y del pueblo que quieren proyectar de Susana Díaz. Una imagen que, ciertamente, es real, pero que al intentar transformarla en el “mito conductor” de su liderazgo personal acaba sonando a pura caricatura. Llegados a este punto me gustaría saber si en el Partido Socialista andaluz tenemos afiliados a farmacéuticos o a hijos de farmacéuticos.

Sigamos aprovechando el tuit. Vemos otro rasgo del vector comunicativo del socialismo andaluz: PPodemos, un invento que refleja la idea de mezclar al PP y a Podemos, aunque en el susanismo se odia mucho más a Podemos que al Partido Popular. En esto la estrategia en Andalucía no es muy distinta al del resto del socialismo español: alimentan y educan en ese odio a “la derecha” y a “la nueva izquierda” como elemento aglutinador en torno a un “proyecto socialista” que, en la mayoría de ocasiones, o no está muy definido o es secundario frente al motor tan poderoso del odio.

El tuit tiene un efecto contraproducente, presentándose como una publicidad partidista sórdida, ridícula, mediocre y hasta violenta desde el punto de vista de la razón. 

Pero Susana ha decidido dar un paso más y presentar un elemento innovador y diferencial: no basta con fomentar el mito y el odio; es necesario también utilizar la propaganda para vender una acción de gobierno y de “socialismo” que no siempre se corresponde con la realidad sin maquillajes ni atajos. No se trata de comunicar lo que se hace, sino de vender lo que nos da rédito político. El problema es que esta acción de propaganda se hace de una manera tan descarada y agotadora que en muchas ocasiones tiene un efecto contraproducente, presentándose como una publicidad partidista sórdida, ridícula, mediocre y hasta violenta desde el punto de vista de la razón.

La actual forma de hacer política se ha convertido en un negocio seguro donde siempre ganan los mismos aunque la “empresa” cada vez tenga peores resultados, incluso cero beneficios.

¿Por qué nadie se atreve a utilizar la verdad y la sinceridad como forma de expresarse y comunicarse con la ciudadanía? Frente a los gurús que plantean estrategias exhaustivas de marketing y venden cientos de fórmulas de seducción comunicativa, hay un camino mucho más sencillo, que está abandonado y que si se transita a lo mejor nos lleva a cosechar unos resultados extraordinarios: el camino de la honestidad.

Honestidad a la hora de explicar lo que hace el gobierno; de los errores que comete el gobierno; de los problemas que sigue intentando resolver el gobierno y de los aciertos que ha logrado el gobierno. Un relato tan natural e inesperado que incluso la oposición se vería desconcertada sin saber muy bien cómo hacerle frente.
Sin embargo todos estos deseos son imposibles por algo muy simple: la actual forma de hacer política se ha convertido en un negocio seguro donde siempre ganan los mismos aunque la “empresa” cada vez tenga peores resultados, incluso cero beneficios. Creo firmemente que el PSOE-A necesita una renovación profunda después de tantas décadas en el poder. Renovación, claro está, de caras y de personas (sobre todo de “caras”); pero renovación imprescindible en su forma de actuar y de concebir el poder.

*Marcial Vázquez es Politólogo