The news is by your side.

Rajoy contra el Dr. No

Clara Guzman
Clara Guzmán

Sí, lo sé, cuesta la misma vida imaginar a Mariano Rajoy transformado en el agente 007 en su versión Sean Connery, pero también era de meigas pensar que a estas alturas nos fuéramos a librar de la comida familiar del 25 D porque nos tocara presidir una mesa electoral y estamos a un tris. Claro, que bien mirado, tanto uno como otro tienen raíces celtas. Rajoy por gallego y Connery por escocés. Pero de seguir ahondando, podemos llegar hasta los celtas cortos y tampoco hemos venido aquí a hacer un ranking de cocientes intelectuales.

El Doctor No de la película quería ejecutar un siniestro plan (todos los planes negativos suelen ser siniestros, qué le vamos a hacer) al desviar la trayectoria de los cohetes de Cabo Cañaveral. El Doctor No de nuestra realidad más hispana es, como habrán averiguado, Pedro Sánchez y lo suyo es desviar la atención del tándem RR (Rajoy- Rivera para los que ya hayan desconectado) y dirigirla a su cuerpo serrano.

El Doctor No en la película era feo de aquello que usted está pensando, pero nuestro protagonista, además de altura (la raza española mejora) no es desagradable de mirar. Lo que ocurre es que se le eterniza en la cara ese gesto de adolescente enfurruñado porque uno de la pandilla se le ha adelantado a la hora de cazar un Pokemon, qué te digo yo, en la Plaza de España de Sevilla, que ahora también es guarida virtual de monstruos.

Esta es la versión cinéfila del asunto de marras. Si vamos a la literaria, el señor Sánchez, don Pedro, sería un rebelde. Porque un hombre que dice no es un rebelde. Lo dijo Proust, sí, el de la magdalena y el que iba en busca del tiempo perdido. Pero, convendrán conmigo en que para el imaginario español el señor Sánchez no reúne los requisitos para ser un rebelde genuino. Si fuera una réplica auténtica, como decía Lopera, tendría un pase. Un rebelde no se va de vacaciones a Ibiza dejando todo empantanado, ni se camufla con una gorra y unas gafas de sol, ni su señora le unta protector solar en la espalda mientras se cultiva leyendo un libro. No, rotundamente, no. Un rebelde para el español medio y el entero es un hombre bragado, de pelo en pecho, que el vello siempre ha sido signo de distinción de los jabatos, curtido en mil batallas; o sea, con muchos tiros dados y capaz de decir a lo María Jiménez: Se acabó.

Pero no, el señor Sánchez, qué le vamos a hacer, es como el cazurro de la película española “Nobleza baturra”, volvemos al cine, que va por la vía del tren y dice muy convencido cuando lo oye silbar: ¡Chufla, chufla, como no te apartes tú…!