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Rajoy y el artículo fantasma

Puigdemont como el “gato de Schrödinger”

Se quejan porque es su condición intrínseca ser quejicas, pedir por pedir, ejercer de plañideras, lo llevan impreso en sus genes. Me refiero, claro está, a los nacionalistas catalanes a quienes tras su golpe de Estado del 1-O, el Gobierno decidió aplicarle la Constitución a la que había desobedecido y más concretamente el artículo 155. ¡Uy, qué miedo! ¡El Gobierno fascista español va a aplicar el artículo 155 de la Constitución para arrebatarnos la independencia que el pueblo catalán decidió en referéndum el 1 de octubre! ¡N o se puede permiti! ¡La Dictadura franquista continúa viva medio siglo después de la muerte del dictador! Bla, bla, bla. En el fondo y para salvar los muebles, lo que ha hecho el Gobierno de Mariano Rajoy, debido sobre todo a las presiones del PSOE del dúo Sánchez-Iceta, es aplicar un artículo 155 supuestamente intervencionista de manera bastante descafeinada que no está sirviendo para casi nada.

 

Los expertos no se ponen de acuerdo sobre qué competencias puede o no puede manejar el Estado con el ya famoso artículo 155. Como todos ustedes conocerán, el artículo en cuestión dice:Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.” Evidentemente, nada se explicita sobre las competencias que el Estado puede asumir, pero tampoco poner algún límite a ellas.

 

Mientras alguien, esperemos que no sean los que manejan los presupuestos aprobados por el Gobierno catalán, le sigue pagando sus vacaciones privadas, hoteles, cenas, actos, guardaespaldas, coches, visas y viajes incluídos en Bruselas a un grupo de individuos huídos de la Justicia, entre ellos al principal imputado en la rebelión.

 

Y en esas estamos, con las finanzas de la Generalitat supuestamente intervenidas por el Ministerio de Hacienda y sus cuentas controladas por el Gobierno central, con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ejerciendo como Honorable President en la reserva mientras alguien, esperemos que no sean los que manejan los presupuestos aprobados por el Gobierno catalán, le sigue pagando sus vacaciones privadas, hoteles, cenas, actos, guardaespaldas, coches, visas y viajes incluídos en Bruselas a un grupo de individuos huídos de la Justicia, entre ellos al principal imputado en la rebelión. Que alguien me lo explique.

 

Es lo que le suele ocurrir a Rajoy que nunca da el paso adelante completo por miedo a caer en el abismo. Siempre se queda a medio gas. Ya lo habrán visto bailando “Mi gran noche” en la boda. Casi todos los españoles de bien pensábamos que con la aplicación del artículo 155 de la Constitución se iba a acabar con el cachondeo que se tenían montado al alimón los de Puigdemont, los de Junqueras y los de Anna Gabriel apoyados por las organizaciones populistas de los dos Jordis. Y es que vamos a ser claros. Si la aplicación del 155 no afecta a la organización de los mossos de escuadra, no afecta a la televisión y radio autonómicas, no afecta a la educación supremacista y, además, el Estado les sigue suminstrando fondos para invertir en carreteras y servicios, ¿para qué sirve la aplicación del artículo 155? Mientras no se controlen estas claves que son el sustento de la demagogia separatista, no se hará nada efectivo contra el nacionalismo.

 

Bueno, pues al “gato de Schrödinger” le pasa lo mismo que a Puigdemont, que está a la vez más muerto que vivo.

 

Cambiando de asunto, les juro que mis conocimientos sobre física cuantica son verdaderamente escasos. Por eso cuando el otro día, durante un almuerzo de Ágora Hispalense en el que el teniente general jefe de la Fuerza Terrestre, Juan Gómez de Salazar, nos deleitó con sus conocimientos y claridad de ideas sobre el papel que deben jugar las fuerzas armadas en una sociedad moderna y alguien sacó a colación el “gato de Schrödinger” supuse que era un cuento clásico como el Gato con Botas o algo por el estilo. Para mi sorpresa, los comensales expertos en este espinoso asunto me aclararon que se trataba de un experimento imaginario concebido en 1935 por el físico austriaco Erwind Schrödinger para explicar la mecánica cuántica. Intentaré resumirles el experimento aunque les aseguro que, como me ocurre a mí, muchos de ustedes no se enterarán ni papa. Un gato, junto a un matraz con venenos y un dispositivo con una partícula radiactiva, dentro de una caja sellada. Si el dispositivo detecta radiación, rompe el frasco liberando al veneno que mata al gato. Según la interpretación de Copenhague, después de un tiempo el gato estará al mismo tiempo muerto y vivo. ¿Lo han entendido? Yo tampoco, pero la física cuántica tiene estas cosas incomprensibles para el común de los mortales.

 

Bueno, pues al “gato de Schrödinger” le pasa lo mismo que a Puigdemont, que está a la vez más muerto que vivo, vamos que al ex presidente de la Generalitat le ocurre una especie de vivo sin vivir en mí más propio de la física cuántica que de la vida real. Algo muy propio del personaje en cuestión. Ea, ya han aprendido algo más.