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Razón de Estado y democracia en la época actual

Hoy en día no nos encontramos tan lejos del ejercicio de una mala razón de Estado.

 

La razón de Estado es un fenómeno estudiado desde hace varios siglos principalmente desde la época medieval, frente a la coyuntura de ampliar los dominios del príncipe o gobernante para conservar y extender el funcionamiento del propio Estado. Ahora esto desde un análisis ético y crítico nos devela como los asuntos públicos a través de la historia de la humanidad no se han reducido a la razón ordinaria y común.

 

Lo anterior debido a que en el pasado y parece que también hoy en día, la razón de Estado se circunscribe por parte de los llamados políticos tradicionales en fundar, conservar y ampliar, el dominio de las diferentes capas sociales de una ciudadanía cosmopolita, dependiendo de los regímenes políticos que la constituyan como integrante de sus gobiernos.

 

De esta forma se destaca la importancia de subordinar y manejar a la población, evitando así aquellas causas que constituyan la ruina del propio Estado de forma tal que el gobernante se pueda mantener en el poder pese a todo. Aunque procurando no perder la compostura acto que hoy se traduciría desde el campo de la filosofía en poseer una “excelencia virtuosa” en su accionar, aparentando ser por ejemplo horrado y justo en sus actos públicos como político, aplicando una libertad de carácter moderado y universal.

 

Sin embargo, todos sabemos que la razón de Estado ha tenido diferentes expresiones condicionadas por las coyunturas histórico-sociales, el entorno existente y además los protagonistas implicados en cada caso concreto, pero siempre en apariencia vinculada a mantener la seguridad del Estado de la forma que sea.

 

Entonces lo principal que nos llama hoy la atención es el uso del poder, el monopolio del discurso y la fuerza que se hacen sentir en algunos momentos más que en otros, por parte de los gobernantes que a su vez, pueden abusar del ejercicio de su dominio en su propio beneficio.

 

Por otra parte una buena razón de Estado, se diferenciaría de la primera en que ésta es una práctica ya casi en desuso, por parte de los gobiernos de corte democrático y por otra que se constituye sobre bases morales y de derechos humanos, salvaguardando entonces la dignidad de todas las personas y asegurando que no se violaran sus derechos, deberes y garantías fundamentales.

 

Es importante destacar que luego del planteamiento de la Contrarreforma, se distingue así entre buena y mala razón de Estado. Como consecuencia identificando la buena práctica de la misma, con aquella realizada de acuerdo con los principios de la fe cristiana y la mala con la expresión de las ideas que abanderaba Maquiavelo y otros pensadores de aquel entonces al igual que algunas prácticas que realizaba la Iglesia Católica.

 

No obstante hoy en día no nos encontramos tan lejos del ejercicio de una mala razón de Estado. Porque determinadas democracias de corte liberal se manejan bajo parámetros un tanto ambiguos en torno a la aplicación de una buena o no razón de Estado, generando un nuevo fenómeno que podríamos denominar en esta Era posmoderna de Anomia moral, la confusión entre el bien y el mal.

 

De este modo, los gobernantes en la actualidad deberían de avocarse por ejercer una buena razón de Estado, esa que aporte aquellas virtudes que están totalmente dirigidas a beneficiar al conjunto del conglomerado social y no solo a unos pocos. En particular buscando el desarrollo de la justicia y la libertad, asegurando a cada ciudadano lo suyo como fundamento de una vida en armonía y paz y sobre todo, acorde con los principios que constituyen el Bien Común, la solidaridad y la convivencia en democracia.