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Rebelión pensionista

Los “jubilatas” estamos hasta el gorro de que nos toreen.

 

Las manifestaciones de protesta de los pensionistas en muchas ciudades de España, el pasado día 22, han sido acontecimientos tan inéditos como significativos. Especialmente el de Madrid, donde aquéllos desbordaron el cordón policial y llegaron hasta mismas puertas del Congreso, mientras éste celebraba un pleno. Y es que los “jubilatas” estamos hasta el gorro de que nos toreen. Cuando el Gobierno lleva tres años presumiendo de un crecimiento anual del 3% del PIB, el incremento de las pensiones es de solo el 0.25%. La inflación ha venido subiendo más que las pensiones, y no digamos los gastos corrientes anejos a la mera dicha de vivir: agua, luz, gas y teléfono. Panorama por otra parte complicado cuando el déficit de la Seguridad Social en 2017 se ha acercado a los 19.000 millones de euros, y la previsión es que aquélla continúe siendo deficitaria en 2018 y siguientes, mientras la inflación rondará el 1.5% anual. Las cifras, aunque siempre discutibles, permiten concluir que si no se ataja la actual deriva a la baja de la relación pensiones-IPC, iremos al empobrecimiento generalizado de los pensionistas. Mala cosa.

Y es que los “jubilatas” estamos hasta el gorro de que nos toreen.

Algo habrá que hacer. Al Gobierno, la clase política y los agentes sociales corresponde formular y gestionar la respuesta a una perspectiva terriblemente injusta: perder calidad de vida precisamente cuando van faltando las fuerzas para recuperarse, y más cuidados personales se necesitan. La presión psicológica es grande: la hucha de las pensiones se ha evaporado; los círculos económicos advierten que el sistema de pensiones es insostenible; los ahorrillos personales de toda la vida van menguando, consumidos por un intento razonable de apuntalar niveles de vida dignos. Y encima hay que oír al diputado por Almería y portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, diciendo que “los pensionistas no son los que más han sufrido los efectos de la crisis económica”. O a la sanjuanera y ministra, Fátima Báñez, que “desde que llegamos al Gobierno las pensiones han subido un 16%”. Ni uno ni otra, a pesar de sus vínculos andaluces, no parecen adornados por el don de la oportunidad, precisamente cuando estamos, como mucho, a un año de la autonómicas andaluzas.

La rebelión de los pensionistas es un agudo toque de atención para la clase política. Los pensionistas constituyen el 23,6% del censo nacional de votantes y su protesta colectiva pública no ha hecho más que empezar. Si tomaran plena conciencia de su potencial y su fuerza política, podrían ser determinantes en el resultado de las próximas elecciones. De facto, ya se perciben partidos y sindicatos que, cual avezados pescadores, están lanzando sus cebos al fecundo río pensionista que viene bastante revuelto. Algo que, por otra parte, mina las bases de confianza mutua del ahora débil Pacto de Toledo. Pero el pastel es tentador: teniendo en cuenta que de los 8 millones de votos al PP de las últimas generales, la mitad fueron de pensionistas, éstos fácilmente podrían, con sus votos, dar un vuelco al escenario político en las próximas elecciones.

¿Elecciones generales?: quizás. ¿Andaluzas?: tras leer las declaraciones de Susana Díaz de ayer en El País, seguro.

Tengo el pálpito que pronto oiremos hablar de una subida de pensiones, de la misma forma que, en un movimiento de vaivén, se ha vuelto a oír que, en tres años, policías y guardias civiles verán equiparados sus emolumentos a los de los policías autonómicos. Solamente esos dos incrementos del gasto ―que supondrían un porrón de millones de euros― demandarán los correspondientes recortes en las previsiones de gasto hechas hasta ahora. ¿A quién se ordeñará: educación, sanidad, dependencia…? No descartaría que fuera la Defensa uno de los sectores que pagarían ese pato. Se huele el peligro sobre esa apuesta inversora “integral e inmediata, decidida y generosa” anunciada recientemente, a bombo y platillo, por la ministra de defensa, Dolores de Cospedal, tanto en España como en la OTAN. Veremos qué pasa también con el compromiso del presidente Rajoy de sacar a España, en 2018, del Procedimiento de Déficit Excesivo de la UE (PDE).

Tras solamente un año y medio de las últimas generales, la legislatura parece muy zumbada. Sin Presupuestos Generales del Estado tan siquiera presentados en el Congreso, esto huele a final de ciclo. Uno diría que estamos en el umbral de campañas para elecciones adelantadas a 2018. La rebelión de los jubilados podría ser la gota que precipitase el derrame del vaso. Claro que, en el marco de tanta orgía democrática “sobrevenida”, lo de las subidas a unos y otros quedarían para los siguientes. ¿Elecciones generales?: quizás. ¿Andaluzas?: tras leer las declaraciones de Susana Díaz de ayer en El País, seguro.