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Los refugiados, víctimas también de la burocracia

Cuando los Derechos Humanos son gestionados por el laberíntico y eternizado mundo de la Administración española

Redacción C.A. /ANA ORTEGA PÉREZ- Terry (no puede dar su nombre real hasta que se resuelva su situación) es camerunés y, desde hace cuatro años, espera una contestación que le cambiará la vida. Cuatro años sin saber si las autoridades resolverán favorablemente la solicitud de refugio que expidió a su llegada a España. La confusión y la incertidumbre han marcado a un joven que asegura no haber cejado en su empeño de ser una persona honesta y trabajadora en Sevilla. Hasta hace seis meses, la incógnita diaria era saber qué pasaría al día siguiente y cómo sobrevivir. Nadie confiaba en él, a pesar de poseer una tarjeta roja que le permite residir en España y desempeñar cualquier tipo de trabajo. Ahora se desempeña como camarero en Sevilla, en un bar cercano a la Alameda de Hércules, y vive con dos amigos más en un piso compartido, tras muchos meses de luchar para que confiaran en que iban a pagar.

Desde enero hasta octubre se han tramitado en Sevilla 278 solicitudes de asilo. En todo 2014 fueron 89, de las 622 en Andalucía.

La de Terry es solo una de las 278 solicitudes de asilo y refugiado que se tramitan desde comienzos de año en Sevilla. En todo 2014 fueron solo 89, de las 622 que se atendieron en toda la comunidad. Mientras las cifras de solicitudes no dejan de crecer, los recortes de los últimos años han reducido entre un 10 y un 15 % la financiación pública del centro hispalense. Andalucía es una de las regiones que acoge más tránsito de personas e intentos de penetración de colectivos vulnerables de todo el país y hacia el resto de Europa, dada la cercanía a la frontera con África. De todos los casos, la estadística dice que apenas un 4 % conseguirá obtener el grado de refugiado o de protección subsidiaria.

Huido por disidencia política y encarcelado varias veces por oponerse a las políticas ejercidas por el gobierno, Terry cuenta su periplo para salir de su país: «Cuando vi que mis conocidos y amigos eran encarcelados y después no se sabía nada de ellos o que simplemente aparecían envenenados o asesinados, decidí dejar todo. Mucha gente no sabe que Camerún tiene dos partes, la francesa y la inglesa, a la que pertenezco. Sin embargo, no hay igualdad económica, social y política, nuestra parte está sometida a constantes penurias y discriminaciones». De casos como el suyo se encarga la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Conflictos bélicos, persecuciones por raza, género, motivos políticos o religiosos son algunos de los factores que alegan estas personas en virtud de la Convención de Ginebra de 1951, que regula el derecho internacional humanitario y tiene por objeto limitar la barbarie de la guerra.

La oficina sevillana de la CEAR está siempre atestada de gente paciente que espera a ser atendida. Algunas veces se pueden ver a menores que, al abrigo de sus padres, miran de reojo, con miedo a que alguien les dirija la palabra. Sus trabajadores tienen una misión fundamental: proteger y defender el derecho de asilo y los Derechos Humanos dentro de las políticas migratorias integradoras que, han sido firmadas pero apenas practicadas por España y el resto de la comunidad internacional. Pero sobre todo, su labor más importante es la de contribuir a que estas personas tengan una vida digna y próspera y sus derechos sean respetados.

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Fuente: CEAR Sevilla.

Centros para defender derechos

Dos son las líneas estratégicas que se trabajan en la Comisión: Una es la de intervención, en la que se acoge temporalmente a aquella persona que desea solicitar la condición de refugiado, además de prestar atención jurídica, social, psicológica y formación y orientación laboral. La otra línea, la de incidencia y participación, busca conseguir que el mundo sea más justo y solidario a través de la transformación y la concienciación social propia de la convivencia intercultural, el voluntariado y la movilización social.

A pesar de su dura situación, Terry nunca pierde la sonrisa. Lleva sin ver a su familia cuatro largos años. Apenas habla con ellos y ni siquiera todos saben que abandonó su país y su paradero actual. Entre ellos su padre, que le dejó a su suerte. Es mejor así, considera él. Sí sabe de sus hermanos, también huidos por la misma razón. Uno en Canadá y otro en Estados Unidos. Su resolución de solicitud de refugiado vino en apenas un par de meses.

“Me siento muy confuso”, se lamenta Terry, “mucha gente prefiere no venir a España porque es una pérdida de tiempo y nunca se obtiene una respuesta o se espera mucho. No hay asistencia en la mayoría de las ocasiones. Esperar 4 años es demasiado, sobre todo por la incertidumbre de no saber si se será aceptado o no”.

Ejemplos como estos se suceden año tras año y la desesperación se plasma en las oficinas de toda España.  Por supuesto, la financiación nunca es suficiente y, aunque las oficinas tienen varias vías (central, regional, municipal y fondos propios) es muy difícil ayudar a todos los que solicitan asistencia. “Nuestra capacidad de fondos propios a día de hoy es de un 10 o 15 por ciento. Siempre buscamos ser independientes, a pesar de la dificultad. Si es verdad que estamos mejor que hace cinco años porque antes la única financiación que poseíamos era cien por cien pública. Gracias a nuestros socios, donaciones privadas o partidos políticos andaluces con representación en el Parlamento podemos decir que estamos siendo algo solventes. Tanto es así que, hasta que se publicó la foto del niño ahogado en una playa turca a principios de septiembre hemos pasado de mil cien euros de recaudación a quince mil”, cuenta Juan Carlos Budia, abogado y responsable temporal de medios de CEAR en Sevilla.

Escondido en un camión

La travesía hasta Sevilla no fue fácil. Escondido en un camión que se movía de Camerún a Marruecos y en una barcaza con más de cien personas a bordo, muchos de ellos bebés y niños, tardó casi cuatro meses en pisar territorio español. De Granada, Terry pasó a Madrid, pues allí le dijeron que podría resolver fácil y rápidamente su situación. Y aunque la petición se hizo efectiva en la oficina central, fue puesto en manos de un centro de acogida en Sevilla en 2011. Mercadillos ambulantes y favores mal pagados fueron sus formas de supervivencia. “Sevilla se ha portado muy bien conmigo. Me ha acogido muy bien y jamás me he sentido discriminado. Pero es cierto que tengo amigos que se dedican a aparcar coches y siempre tienen problemas con la policía y algunos jóvenes que buscan pelea. Yo lo único que quiero es buscarme la vida para poder comer y pagar la habitación”. Una ciudad en el que las muestras de solidaridad han explotado considerablemente, de nuevo, tras la foto del niño, mediante correos, llamadas de apoyo y felicitaciones, donación de ropa, dinero y enseres, o voluntariado. Muchos incluso ofrecen sus casas para acoger a refugiados.

Ahora Terry tiene un motivo para levantarse cada mañana. El de soñar con que su situación pronto será fija y no depender de la renovación de documentos provisionales. Pues hacer que las vidas de personas obedezcan a papeles y no al respeto de derechos humanos es el mayor error que puede cometer este mundo.