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Regalos de reyes

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Pepe Torrente

Ha habido una semana de reyes movidita en España. Y cuando digo movimiento no me refiero al lógico trasiego esperanzado y nervioso de concejales y carrozas, infantes y padres, buscando resolver los imprevistos de última hora. Digo movimiento opinativo y polemista por algunas presentaciones habidas en lugares donde los gobiernos locales, encargados de organizar los cortejos reales, son de personas de la izquierda política radical, o más allá.

Mientras a partir de Despeñaperros hacia arriba, o hacia la derecha geográfica de esta piel de toro, o sea, al Este del Estado, se discutía sobre la alternativa cursi a los reyes magos de siempre, los cuales llegaron envueltos en papel de regalo en un caso, o reconvertidos al sexo femenino en el otro, nosotros, en Andalucía, tuvimos cabalgatas con otro polémico cariz, desagradablemente polémico. 

[blockquote style=»1″]Lanzar pares de calcetines a los ciudadanos que esperaban con el paraguas vuelto del revés algún que otro caramelo. Nada hay contra el envío, sólo que un empresario de la localidad denunció que esos eran parte de los 180.000 pares de calcetines que a él le habían robado unos días antes en una nave de su propiedad[/blockquote]

En Sanlúcar, por ejemplo, los reyes magos cuya cabalgata organiza el ayuntamiento local gobernado por el PSOE, si bien no alteraron el orden tradicional de siempre con colores e inventos impropios, la novedad en la Epifanía estuvo en los regalos que lanzaban a to quisqui los magos de Oriente: unas bolsas para guardar el ordenador, patrocinadas por la compañera Susana Díaz que preside el gobierno de la Junta. O sea, pagada por los andaluces. Es un obsequio que entre todos hemos puesto a disposición del gobierno socialista local de Sanlúcar.  Pero sólo allí. Como si Andalucía fuera Sanlúcar, y nada más. Eso es sectarismo, aunque los reyes sigan siendo magos.

Los munícipes gobernantes de Sanlúcar, gorrones institucionales a tutiplén, flaco favor han hecho a los compis progresíes del gobierno andaluz poniendo el detalle de la real entrega como dádiva de unos políticos que tienen la “suerte” de estar en el mismo partido del régimen gobernante. Eso tiene una estética difícil de explicar. A ver lo que dicen, si dicen algo.    

Pero ha habido en Écija otra ocurrencia de malos reyes y de infaustas consecuencias con la que poder avergonzarnos más aún tras el hecho. En la ilusionante cabalgata astigitana tuvieron los participantes el desparpajo no de vestirse como Dulcineas del Toboso, o de brujas de Zugarramundi tal que en Valencia; o de ir con sábanas de colores subidas al tren de la ilusión como hicieron por el entorno de la madrileña Plaza Cibeles, sino de lanzar pares de calcetines a los ciudadanos que esperaban con el paraguas vuelto del revés algún que otro caramelo. Nada hay contra el envío, sólo que un empresario de la localidad denunció que esos eran parte de los 180.000 pares de calcetines que a él le habían robado unos días antes en una nave de su propiedad. Vaya ejemplo mundial en un evento como este. Lanzar regalos supuestamente robados con la excusa de que es Navidad. Ufff. 

Andalucía no merece estas pruebas de negativo ingenio, esta falta de apego al valor del esfuerzo, esta demostración denigrante de imaginación escasa para atender la responsabilidad que tenemos en la propagación de valores justos. No, Andalucía no merece ser protagonista por estos desagradables ejemplos.

A ver si con estos aconteceres, vamos a acabar prefiriendo mucho más que lo visto en Sanlúcar y Écija, ese atentado a las tradiciones que nos presentaron desde Madrid y Valencia. Al menos ahí la vergüenza es por otra cosa, y mucho más digerible, aunque tenga también su punto de intolerante.