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República de AL Khatalun

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch*

De los cerca de 2 millones de musulmanes “censados” en España, el 42% son españoles y del 58% de origen o raíz marroquíes. Al menos eso se desprende del estudio demográfico de la población musulmana de la Unión de Comunidades Islámicas de España y el Observatorio Andalusí. Algo más de una cuarta parte, alrededor de 525.000 residen en Cataluña. Siguen a ésta Andalucía (310.000), CA de Madrid (283.000) y CA valenciana (205.000).  Cantabria y Asturias, no llegando a 10.000 en cada una de ellas, son las autonomías de menor número de musulmanes (quizás recuerden que por allí empezó la Reconquista). Esa es una elemental pero descriptiva radiografía  de la implantación del Islam en España, bien que las cifras puedan bailar un poco en función de la fuente. Además, la inmigración ilegal o “fuera de censo”, tan común hoy día, seguramente haría subir esas cifras en, al menos, un 50%. Es decir, estaríamos en una cifra de alrededor de 3 millones de musulmanes engordando en España. De la misma forma que a las 1500 mezquitas o lugares de culto declarados, habrían de añadirse centenares de mezquitas clandestinas que, obviamente, resultan más propicias al proselitismo yihadista. Desde ese prisma demográfico, habrían de entenderse no solo los sangrientos ataques a España recientemente perpetrados en Cataluña, sino también su potencial y futura proliferación.

 

Y así, los yihadistas han abierto en canal a Cataluña; de norte a sur.

 

Más allá de dimes y diretes, y de intercambios recíprocos de culpabilidad de la matanza de la Rambla de Barcelona, hay tres hechos que parecen incontrovertibles. El primero es que en un itinerario de 300 kilómetros, desde Ripoll (Gerona), pasando por Barcelona y Cambrils (Tarragona), hasta Alcanar (ya lindando con la CA valenciana), los criminales han podido preparar y realizar sus “hazañas”, a sus anchas y a plena luz del día. Y así, los yihadistas han abierto en canal a Cataluña; de norte a sur.  En segundo lugar, que resulta muy relevante que todo haya sucedido mientras estaba en vigor, desde el 26 de junio de 2015, el nivel de alerta antiterrorista 4 (RIESGO ALTO de ataque terrorista). En tercer lugar,  que evaluar como  accidente doméstico el fenomenal estallido del chalet “okupado” en Alcanar, así como mantener tal error hasta la sorpresiva matanza de Barcelona, ocurrida ¡18 horas! más tarde, fue un tremendo error de la Policía de la Generalidad. Esas tres evidencias parecen sugerir y llevan a inferir y sospechar que, de facto, las medidas de seguridad adoptadas en Cataluña no respondían al nivel de alerta 4, que era oficialmente el declarado en España. ¿Sería tal vez porque como tal alerta la implanta el ministerio del interior, y no se aplicaba en una Cataluña pretendidamente “desconectada”? En su caso, la administración de justicia debería sustanciar las correspondientes responsabilidades de ello. Porque la seguridad de los ciudadanos debe primar en tiempos de paz.

Después de lo sucedido, sería criminal ignorar que sobre España está planeando permanentemente el peor de los buitres: el terrorismo yihadista. Una “doctrina” y praxis radical del Islam que, en sus fundamentos, establece una relación antagónica ―a muerte―, con nuestros valores y modo de vida. Y Cataluña está especialmente expuesta a su criminal y mortífera acción por la gran masa crítica de musulmanes, que se acerca al 8% de la población total; el doble de la media nacional. Porque, durante muchos años, el nacionalismo catalán ha venido promocionando y favoreciendo la inmigración musulmana. Asimismo, las ayudas de todo tipo, sociales, escolares, familiares, etc están a la cabeza de España. No es de extrañar que los musulmanes constituyan un electorado cautivo en apoyo incondicional al nacionalismo/independentismo en Cataluña, así como que el número de fieles al Islam se haya multiplicado allí por 16 en los últimos veinte años. Las provincias de Gerona y Barcelona se llevan la palma, llegando al 11% de musulmanes en la primera y al 10% en la segunda. Si bien fuentes del RI Elcano calculan que es en la provincia de Barcelona donde se encuentra la mayor bolsa de radicalización de España.

 

“No se puede construir un Estado catalán sin la participación de los catalanomarroquíes”. Eso afirma Ángel Colom, reconocido independentista, antiguo secretario general de ERC y, durante mucho tiempo, “embajador” de la Generalidad en Marruecos.

 

“No se puede construir un Estado catalán sin la participación de los catalanomarroquíes”. Eso afirma Ángel Colom, reconocido independentista, antiguo secretario general de ERC y, durante mucho tiempo, “embajador” de la Generalidad en Marruecos. Y ello, a pesar de que casi el 80% de los 200 presuntos yihadistas detenidos  en España en los últimos cuatro años, son marroquíes de nacionalidad o de origen. Esa es la dolosa coherencia con primar en Cataluña la venida “masiva” de musulmanes, y especialmente marroquíes. Se les paga hasta por la asistencia a clases de catalán y se les promete la nacionalidad catalana en una Cataluña independiente. El voto por encima de todo, venga de donde venga.      

Pero tras la terrible historia de horror y sangre que acabamos de vivir, aflora el gran drama  de Cataluña: los independentistas creían que su desbordante hospitalidad hacia la inmigración musulmana, les ponía a salvo de ataques yihadistas. Y mira por donde, esa “fraternal” acogida está propiciando la creciente islamización de Cataluña, llevando a ese querido territorio español, y a sus ciudadanos sin distinción ―aunque solo sea por permisividad y gravedad demográfica―, a constituir blancos preferentes de los que asesinan con el nombre de Alá en los labios. A este paso, no me extrañaría que ese nuevo estado, con el que algunos ilusos sueñan, acabara llamándose “República de Al Khatalun”. Estamos a poco más de un mes del 1-O y la prioridad hoy debería ser la lucha antiterrosista. Sin embargo, muchos miran al tendido y otros están en una quimérica construcción “nacional”.

No son pocos los que ingenua e incluso estúpidamente se lamen las heridas, mientras se maravillan y lamentan porque unos chicos marroquíes tan “integrados”, nacidos o criados y educados en Ripoll ―la cuna del nacionalismo catalán, devenida hoy en el “Molenbeek” español―, fueran capaces de matar todo lo que pudieron  en Cataluña hace pocos días. Está claro que en eso de la “radicalización” ―que no sé muy bien en qué consiste― hay que mirar no solo hacia los que vienen de fuera, sino también y crecientemente hacia los que ya están dentro.

Estoy convencido que no todos los musulmanes, ni mucho menos, son asesinos y potenciales yihadistas. Pero inevitablemente, todo esto me recuerda lo de aquél que tenía un tigre domesticado y criado en su casa. Y no se explicaba cómo un animal tan cariñoso, integrado en la vida familiar y que incluso dormía con su hijo, un día, disputando un juguete al crío, le dio un zarpazo y luego se lo comió. No caía en que el animal llevaba dentro la fiera. Similarmente, los asesinos de Cataluña portaban unas convicciones religiosas dormidas de odio a lo no musulmán. Y un día, un imán maestro de asesinos, no tuvo más que rascar un poco para despertar esos sentimientos. Esa ―me temo― es la planta que estamos regando.

 

*Pedro Pitarch es Teniente General del Ejército (r).

@ppitarchb