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Retretes, manchas esotéricas y deslices en el Alcázar

Podía colocar uno cualquiera de los posibles: aseo, excusado, garita, inodoro, letrina, mingitorio, tocador, lavabo, meódromo, sanitario, váter…

 

 Dudé del título, harto de los eufemismos sufridos tanto en mi vida profesional como en el lenguaje político con tal de disfrazar la realidad. Podía colocar uno cualquiera de los posibles: aseo, excusado, garita, inodoro, letrina, mingitorio, tocador, lavabo, meódromo, sanitario, váter… Pues preferí el tan tradicional ‘retrete’, castiza palabra con tres de nuestras más sonoras vocales, término arrojado en los últimos tiempos al lugar de su nombre.

 

Cuando puedo, provisto de la discreción del caso, entro en un retrete de caballeros y miro con suma discreción el rostro del usuario saliente.

 

Cuando en la bella Aracena necesité visitarlos, por ejemplo, una de las muchas veces por aquello de una rebelde próstata, tal vez presumida por inflamada, vi a un señor con cara solemne: incipientes canas de cuarentón, gafas de empaque, semblante de conferenciante filosófico. En fracción de segundo pensé: «Este caballero, seguro, ha dejado la taza limpia». Pues tampoco, un subido tono amarillento delataba un orín copioso entre pequeñas olitas. No soy excesivamente escrupuloso, más por mi experiencia cuartelera, pero francamente me da repelús orinar (no escribo  pis y menos pipí por el deslizamiento hacia lo cursi) en lo ya colmado porque las mezclas más la agitación por la nueva catarata o cataratita podría anestesiar al prójimo siguiente.

Deseo pensar bien y me debato en argumentos. Parecen existir demasiados olvidadizos: quizá la prisa apremie a muchos; a lo mejor los ecologistas abunden y traten con fruición de ahorrar agua; tal vez una sórdida venganza encuentre  satisfacción en un contagio colectivo, o sea: pues tal como me lo dejaron lo dejo; quizá escrúpulos al pulsar el botón por temor a un contagio virásico… o la empresa de aguas del lugar otorga trofeos al ahorro de tan preciado elemento. En fin, pocas veces logro una causa razonada.

Dicen  –y lo creo–  se reconoce la categoría,  tanto de las personas como de las ciudades y naciones por los  pequeños detalles. En algunas, arrojar un pequeño papel al suelo constituye una infracción castigada con multa; sus bares tienen el suelo limpio con papeleras al efecto; la gente conversa quedamente con tal de no molestar…Todos hemos experimentado alguna vez estas pulcritudes, placeres manifiestos… aparte de otros defectos, claro.

En otras, caso de la Sevilla actual, resalta la suelta de ureas junto a manchas de etiologías ectoplasmáticas ─ envidia del psicólogo Rorschach para sus test─  papeles por doquier, cagaditas y cagadazas de canes, pintadas donde los vándalos surgidos de la Logse desean perpetuar sus huellas, tal como los animales marcan sus territorios.

 

Conseguir un retrete limpio supone un premio raro… ¡Todos lo sabemos: llevamos embarcados en la misma chalupa muchos años!

 

No obstante, los jardines del Alcázar han servido de marco recientemente para grabar en su paradisíaco entorno una pareja formada por un adán y una eva, desnudos ellos, claro, liberados de comer la manzana, en clase práctica y gráfica de cómo tener adanitos y evitas. Supongo habrán recogido los efluvios propios de la coyunda para, tal vez, mandarle alguna foto a los sucesores del doctor Rorschach y completar el método proyectivo de psicodiagnóstico.