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Sábado, 04.01.20

Terminó el improvisado alegato con un Padrenuestro, santiguándose el respetable.

 

Me enteré casualmente a través del whatsapp y, aunque llegué algo retrasado a la concentración, capté lo suficiente. Subido a los peldaños situados bajo el cuerpo principal de la señorial Plaza de España ―arriba ondeaba perezosa la rojigualda―, un señor de aspecto normal se esforzaba en dejarse escuchar a pleno pulmón, amparándose  con sus manos a modo de altoparlante natural.

Un  grupo modesto atendía  los sabidos argumentos entre vivas a España. Dada la situación política,  los bandazos de Sánchez, asumidas las exigencias de los insaciables periféricos, escuchadas las voces del farolillo rojo del un Teruel también existe, y todo lo demás…, conmovía el patetismo patriótico del ramillete de entusiastas. Terminó el improvisado alegato con un Padrenuestro, santiguándose el respetable. Tal vez hubiese faltado para algunos un capellán con el hisopo.

No resulta nada nuevo, sino muy viejo  entrelazar lo político con lo religioso. En el año 1956, por ejemplo, Eisenhower logró el lema «En Dios confiamos» se imprimirse en los billetes de curso legal. Sin embargo, al no considerarlo oportuno, me dirigí, finalizado el acto, al parlamentario improvisado para, además de animarlo, expresarle mi desacuerdo. Quiso justificarse: «Me lo pidieron al final algunos de los presentes… Gracias, comprendo sus razones, lo tendré en cuenta si vuelvo a actuar».

Sin dudas, dado el maremágnum nacional, una mediación de un Dios protector nos hará falta aunque mucho temo quede impasible:. «Hijos míos, allá vosotros con vuestro libre albedrío. Soy muy poco dado a transgredir las leyes naturales, aun siendo de mi creación». En cualquier caso, uno de los mecanismos fundamentales de la democracia consiste en poder discutir cualquier asunto con libertad, porque toda institución humana tiene sombras denunciables. Y, aunque a nuestra democracia le falta un talante formado por dosis de historia sin falsear, aglutinamiento en torno al concepto nación, sentido de la internacionalización ante los grandes retos globales y menos chusmas barriobajeras, algo hay.

Otras cositas nos vendrían bien tener en cuenta porque, al recordar al inefable Gadafi llegan temblequeos: « Alá le dará una gran victoria al Islam, sin armas ni terroristas. Ya tenemos 50 millones de musulmanes en Europa. Dentro de 20 años este número se duplicará». Entonces, ni nacionalismos ni Sánchez ni el sursuncorda recordarán a España: raso, todo raso, desprovisto de vestigio español alguno. El gobierno alemán dijo: «La disminución de la población alemana no puede ser detenida, esta espiral ya no se puede revertir». Alemania será un estado islámico para el 2050.

El día 14, próximo domingo, a las 12 h. en el Ayuntamiento habrá otra concentración para lo mismo. A lo peor detienen a algún vejete por gritar ¡Viva España! ―nunca mejor empleado el verbo vivir en imperativo―, como ha ocurrido en Madrid en la calle Ferraz. Total, antes eran los ‘grises’ contra los estudiantes en la calle San Fernando y ahora pudieran ser los antidisturbios pertrechados como combatientes en guerras galácticas contra un puñado de vejestorios artríticos y gritones sin megáfonos.

No conviene desanimarse. En cualquier situación uno puede ser un artista de la vida, y hacer de esta un puro arte en beneficio de los demás. Resulta demasiado valiosa y efímera como para vivirla a medias y no saber lograr  un objetivo deseado. La adversidad, a veces, es el motor capaz de la superación. La tierna escena de esta mañana me recordó esta poética.