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Schopenhauer para redes sociales

Javier_Menezo
Javier Menezo*

Cuanto hubiese disfrutado el filósofo alemán en nuestros días. Con su nivel de sarcasmo, pesimismo e irritabilidad tendría en Twitter su hogar. De haber existido las redes sociales no hubiese empujado a su vecina por las escaleras porque hablaba al lado de su puerta. Ella hubiera dicho todo por WhatsApp y él la hubiera injuriado en Facebook. Denostarán mucho a las redes sociales, pero más de un enfrentamiento físico sí que han evitado.

Por suerte, dejó dos manuales de gran utilidad: “El arte de tener razón”, y su complemento perfecto, “El arte de insultar”. El primero contiene 38 estratagemas. La última, la 38, consciente de los límites de cualquier técnica argumentativa dirige al segundo libro, al insulto y la grosería.

Schopenhauer parte de que somos vanidosos a lo que se añaden, en la mayoría, la locuacidad y la innata mala fe del género humano. Se discute para tener razón, con independencia de si lo que decimos es cierto o no. Como compensación añade que, incluso aunque el argumento de nuestro adversario parezca desbaratar nuestra afirmación, no debemos darnos de inmediato por vencidos, no sea que después descubramos que teníamos razón, solo que no dimos con el argumento adecuado. He aquí, por tanto, el primer consejo. Nada de rendirse.

Estos son, según el filósofo, algunos más:

1.- Suscita la cólera del adversario. Enfadado no está en condiciones de juzgar de forma correcta. Se logra no haciéndole justicia, enredándole abiertamente y, en general, mostrándose insolente. Además, si el adversario se enfada con un argumento, se le debe acosar insistentemente con él. Has tocado su punto débil.

2.- Cuantas veces no ha pasado que nuestro oponente no responde a una pregunta o a un argumento, sino que lo elude o contesta con otra pregunta. Hay que insistir. Hemos tocado, otra vez, un punto flaco. Un ejemplo en la reciente historia socialista. Un ejemplo: cuando a una acusación sobre PP y corrupción, sus líderes contestan con ¿y Venezuela? ¿y el caso de los ERES?

3.- Aturde, desconcierta al adversario mediante palabras sin sentido. Se basa en que “suele creer el hombre cuando sólo oye palabras que deberían, sin embargo, tener algún sentido” (Fausto, Goethe). Cuando el otro está acostumbrado a escuchar cosas que no entiende y sin embargo, a hacer como si las entiende, uno puede apabullarle diciendo cualquier disparate que suene profundo. ¿Acaso sabíamos que decía el que nos vendió la hipoteca o el que nos animó a comprar preferentes?

 

Insultar, sin embargo, siempre conlleva un riesgo, pues “las injurias como las procesiones, siempre regresan al punto de partida”.

 

Esto nos lleva a otro punto: en vez de razones, empléense autoridades. Miren el párrafo anterior, donde cito a Goethe ¿De verdad dijo eso? Si el nombre la frase hubiera sido trivial y hasta tonta. El alemán recomienda tergiversar, falsificar o incluso inventar citas. Ejemplo: ahora suelto que algo parecido dijo Kant cuando recomendó evitar a los humanos y amar a los gatos. Que yo sepa, no hay una palabra de verdad en la afirmación que acabo de hacer, pero, de este modo, parece que me siento más respaldado y no quedo como una vieja chiflada. ¿Saben quién utiliza mucho esto de las citas? Los líderes de Podemos.

El objetivo es aprovechar, sigue diciendo Schopenhauer, que son muy pocos los que pueden pensar, pero todos quieren tener opiniones.

4.- Las cosas puede que se nos vayan torciendo. Aquí, pues, una frase que nos será útil “Esto puede ser cierto en la teoría, pero en la práctica es falso” Admitimos las razones, pero no las consecuencias y como nada puede ser falso en la práctica y cierto en la teoría, confundimos al otro, hacemos ver que algo se le ha pasado por alto.

5.- Puede que pese a nuestra habilidad, la cosa se siga poniendo mal. Si su argumentación nos va a derrotar, no dejemos que la lleve hasta al final. Divagaramos, desviaremos el curso de la discusión, hablaremos de algo completamente distinto como si estuviera relacionado con el asunto, incluso desvergonzadamente. Ejemplo es, recientemente, Puigdemont, que ve mal la fiscalización de sus cuentas por si las gasta en urnas. Respondió: pues devuélvannos el dinero del rescate bancario, aunque su partido apoyase ese rescate y beneficiara a cajas catalanas.

6.- Y, para no cansar, pero recomendando -si me permiten- su lectura este verano porque tienen un tamaño tan reducido que te lo puedes llevar a la playa, está la solución 38ª. Si nos topamos con un contrincante más hábil que nosotros nos queda una última treta: cuando se advierte que el adversario es superior y que uno no conseguirá llevar razón, personalícese, séase ofensivo, o grosero. El segundo libro: El arte de insultar.

Es la solución última, aunque ya, se ha convertido frecuentemente en la primera, porque cualquiera puede ponerla en práctica. “Una grosería vence todo argumento y eclipsa cualquier intelecto” También señala que aunque el espíritu humano es capaz de producir todo tipo de escarnios, insultos e injurias con prolífica espontaneidad, para ser eficaces la escuela de la impertinencia exige ejercicio y refinamiento.

Insultar, sin embargo, siempre conlleva un riesgo, pues “las injurias como las procesiones, siempre regresan al punto de partida”. Quedémonos, quizás, en lo divertido del debate y evitemos acabar a tiros dialecticos. Evitar, pero no descartar. Feliz lectura de verano.

 

*Javier Menezo es Abogado. Letrado del SEPE (INEM). Militante de base del PSOE

@javimenezo