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Seguridad en entredicho

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch*

El pasado lunes, en Berlín, nuestra seguridad volvió a quedar en entredicho. Los ciudadanos que se encontraban en un mercadillo navideño —prototipo de paz, armonía y hermandad— fueron criminalmente arrollados por un camión de gran tonelaje. Era una nueva matanza en nombre de Alá, con resultado de 12 muertos y casi 50 heridos, que venía a añadirse a la ristra de atentados en París, Niza, Madrid, Londres o en cualquier otro sitio, que estamos sufriendo en los últimos tiempos.

El Islam fundamentalista y radical nos ha tomado a los europeos por corderos para el sacrificio en honor a su dios. Aquél, con su guerra asentada sobre el terror, intenta intimidarnos para subvertir nuestra forma de vida. O, en otros términos, quiere imponernos en nuestra casa una réplica de la suya. Ésa de la que han huido. Asimismo ha reconfirmado, en Berlín, su guerra contra nosotros, nuestros principios y nuestros valores. Una guerra que va ganando gracias a nuestra incapacidad de reacción solvente, más allá de condenas, rezos y velas en los correspondientes escenarios. Y, de esa forma, continúa sin fin el progresivo mechado de nuestras sociedades con círculos islámicos que, en nuestras ciudades, son muchas veces santuarios y redes de complicidad y apoyo, así como caldo de cultivo para la generación y proliferación de yihadistas.

 

O, en otros términos, quiere imponernos en nuestra casa una réplica de la suya. Ésa de la que han huido.

 

Los factores comunes a esos crímenes terroristas son múltiples. Por señalar solo tres, uno es que sus autores materiales son indefectiblemente musulmanes; ello no quiere decir que todos los musulmanes sean terroristas, pero la declarada fe religiosa de los criminales es un hecho incontrovertible. Otro elemento común es que se trata de individuos fichados como de alto riesgo y que, en algún momento anterior, habían sido objeto de especial (y estéril) vigilancia. Incluso, en muchos casos, como ha sucedido con el asesino del mercadillo de Berlín, son supuestos refugiados que habían pedido acogerse al derecho de asilo. Y, en tercer lugar, esos criminales cuentan con el apoyo de hermanos de fe para la comisión de sus fechorías y posteriores intentos de fuga.

Nuestra debilidad frente al terrorismo yihadista se ha vuelto a mostrar descarnadamente tras el atentado de Berlín. Porque cuando toda Europa estaba en “prevengan”, el tunecino Anis Amri recorría con total libertad Centroeuropa, durante cuatro días, desde el mercadillo de Berlín (Alemania) hasta Lyon (Francia) y después hasta Milán (Italia), donde fue finalmente liquidado por la policía. Muchas cosas están fallando para que, a pesar de los elevados estados de alarma que nos imponemos, parezca imposible alcanzar un nivel adecuado de prevención en beneficio de la seguridad ciudadana. Es incuestionable que la política migratoria de la Unión Europea (UE) es ineficaz, así como que la antiterrorista está fallando. Quizás sea porque ni tan siquiera existen. Y uno se pregunta: ¿por qué, en su momento, la manifestación pública de ese criminal tunecino de su disposición a cometer un atentado suicida en nuestro suelo, no fue suficiente para haber procedido a su inmediata detención?

 

Nuestra debilidad frente al terrorismo yihadista se ha vuelto a mostrar descarnadamente tras el atentado de Berlín.

 

A la vista de los hechos hay que concluir que, en la lucha contra el terrorismo yihadista, tanto en la UE en conjunto como en sus distintos países, hay mucha debilidad en la ejecutoria de, entre otros, los servicios de inteligencia, las fuerzas de seguridad, la administración de justicia, la elaboración de las leyes aplicables al caso, y/o un largo etcétera. Poco o nada se avanzará en la lucha sin una previa unidad de acción, que potencie la eficacia en la prevención y la rapidez en la respuesta. Especialmente en los campos de la seguridad interior, policía, jurisdiccional, control de fronteras, investigación, inteligencia, control de población y persecución de financiaciones criminales.
También defrauda la respuesta frente al “quintacolumnismo” propio. El referido a ciertas autoridades que, en la búsqueda del voto a cualquier precio, poco o nada coadyuvan a la lucha antiyihadista. Para no irse muy lejos, y a modo de mero ejemplo, se podrían contemplar las actitudes y comportamientos de ciertos alcaldes/alcaldesas papanatas que desde las orillas del Manzanares, el Ebro o el Turia se atreven a afirmar impúdicamente que los asesinatos yihadistas son la violencia que nos vuelve, o que hemos contribuido a sembrar, o que hay que comprender. Y uno, quizás ingenuamente, se pregunta: ¿qué tendría que pasar para que en los países europeos reaccionásemos unitariamente frente a la criminal actividad yihadista dentro de nuestras fronteras?

 

*Pedro Pitarch es Teniente General del Ejército (r)