The news is by your side.

Sentido y sensibilidad

Lola Álvarez, Periodista
Lola Álvarez*

Ando estos días de estreno. La Universidad Loyola-Andalucía ha tenido a bien invitarme a formar parte de su equipo docente y ahí me tienen, a caballo entre Sevilla y Córdoba, compartiendo con las nuevas generaciones de periodistas lo que en unos cuántos – más bien, bastantes- años de ejercicio, he aprendido de este singular oficio. Sí, oficio, me gusta más llamarle oficio que profesión. Aunque por lo general ambos términos se equiparen y pensemos estar diciendo lo mismo, resulta que va a ser que no.

Que el periodismo tiene más de lo primero que de lo segundo, es un hecho que nadie creo que cuestione y aunque me congratula que haya logrado abrirse hueco entre las enseñanzas universitarias, no orientaríamos bien a las nuevas hornadas de plumillas si les dijéramos que con el título bajo el brazo ya estarán preparados para lo que se les viene encima en el, cada vez más proceloso, mundo de los mass media. También vá a ser que no.

Desafortunadamente, hay cosas que no se pueden aprender en una facultad de periodismo y, mucho más difícil, enseñar.

Obtener hoy un Grado en Comunicación o en Periodismo, por muy prestigiosa que resulte la universidad que lo imparta, no convierte a nadie en un buen periodista. Como ninguna facultad de Medicina garantiza que convertirá a sus alumnos en buenos médicos. Se les facilita, eso sí, las claves más importantes para entender de qué va la profesión, algunas técnicas del oficio, el acercamiento a nuevas herramientas tecnológicas, y hasta – en las más avanzadas facultades- clases sobre creatividad y retórica. Estupendo. Desafortunadamente, hay cosas que no se pueden aprender en una facultad de periodismo y, mucho más difícil, enseñar. No hay cursos de intuición, ni seminarios de olfato periodístico, ni tan siquiera una asignatura – aunque sea cuatrimestral- de algo tan básico como la curiosidad, las buenas maneras, la honradez profesional o la vergüenza torera (de ética, me consta, sí reciben clases)

Cierto es que muchos de mis colegas, al igual que yo, tratamos de inculcarles algo de todo esto al compás de nuestras clases. Les confieso que no es fácil acertar, pero en ello andamos.

Estos millenials están llamados a ser lo notarios de la realidad de pasado mañana y no puedo, por menos, que sentir una tremenda responsabilidad al encontrarme cada semana con ellos y compartir lo vivido y lo aprendido en el ejercicio del periodismo.

Algunas décadas después de haber pasado por parecidas aulas, resulta grato reconocerse en las ganas, la ilusión, el entusiasmo y también en las incertidumbres, de esta nueva generación de periodistas, la primera promoción que se graduará este curso en la ignaciana institución.

Estos millenials están llamados a ser lo notarios de la realidad de pasado mañana y no puedo, por menos, que sentir una tremenda responsabilidad al encontrarme cada semana con ellos y compartir lo vivido y lo aprendido en el ejercicio del periodismo y, muy especialmente, el sentido y la sensibilidad suficiente para que sepan valorar lo que puede dar de sí éste oficio y transmitirles la fe y la pasión por el trabajo riguroso y bien hecho. Ojalá lo logre. A final de curso, les cuento.

 
*Lola Álvarez es Periodista