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Ser del sur, y no gilipollas

Pluma tan ligera como sus cabezas, llamados guionistas de series pero que apuntan también a cierto grado de gilipoyuá.

Existe siempre la posibilidad de que haya un guionista por ahí de serie menor, con dos caladas dadas demás al cigarro equivocado, que suelte la goma de contención de la vena anti andaluza de los del norte, y se dedique a escribir chistes relacionando a los andaluces con su iletrada fama, que sólo fama es, esa que casi siempre describe a nuestras mujeres como chachas amarradas al quitapolvos y la cofia; y a los maromos como gandules borricos esperando su turno de faena tomando el sol en la plaza del pueblo. Cuando no asidos a la barra de la taberna del bar, chateando como se ha chateado siempre. Ay el chateo, ese invento tan tradicional español cuyo concepto ahora quieren usurpar los del watsapp, el messenguer y demás conductos modernos del internet.

Haber visto nacer en esta tierra a Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca o Rafael Alberti, parece no servir de mucho para ayudar a tener prestigio diferente del aburrido topicazo.

No es de buen gusto reclamar contención ante la libertad de expresión de quien decide escribir con la mente puesta en un cierto supremacismo intelectual, racial o de sangre, más que en la literatura ingeniosa y graciosa. Pero menos gusto da ver cómo esa mala fama, impuesta a nuestra tierra a través de los tópicos y mentiras de casi siempre, sirve para consolidarla como refugio de la incultura y el aprovechamiento. Como si el aprovechamiento no hubiera sido lamentable y suficiente en la época del desarrollismo de posguerra, que si bien dio oportunidad de empleo a la diáspora rural de mediados de siglo XX, no dejó de ser mano de obra barata, que permitiera a tantos empresarios del norte patrio usar tan hambrientas manos de los andaluces (entre otros), para engordar en Andorra, Pamplona o Barcelona, sus cuentas con números bien anchos y acaudalados.

Haber visto nacer en esta tierra a Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca o Rafael Alberti, parece no servir de mucho para ayudar a tener prestigio diferente del aburrido topicazo, a los que quedamos vivos en esta tierra de María Santísima. Sé que tanto los hermanos Álvarez Quintero como los Machado (que no son de Soria) les pillan un poco lejos en la historia, a pesar de estar su obra siempre tan presente, como para tener esperanza alguna de que sepan que su raíz es andaluza. Ninguna esperanza me queda de que conozcan, siquiera por referencias, a quien fuera el poeta sevillano del romanticismo Gustavo Adolfo Bécquer, siendo del siglo XIX como fue. Qué lejos les debe pillar. No me hagan seguir con la nómina de ilustres, artistas y letrados, porque se me acaba el espacio del artículo.

Llama la atención que sobreviva aún el chistecico contra nuestra idiosincrasia tópica andaluza.

Esos chicos de la pluma tan ligera como su cabeza, llamados guionistas de series pero que apuntan también a cierto grado de gilipoyuá (que dirían mis admirados Tip y Coll), ignoran hasta qué punto es difícil sostener sus gracietas mucho tiempo más, para que sigan camuflando en las exigencias de su guión progresista y carmesí el oportuno y recurrente desprecio intelectual del andaluz como objetivo prioritario de su risa facilona.

Andalucía tiene un problema, en la coyuntura globalizadora del siglo XXI, cuando, fuera de nuestros límites territoriales, aún sigue existiendo y anidando el concepto gandulista del sur con su analfabetismo adjunto. Algo debe de haber pendiente de cambio política y socialmente hablando, tras tantos gobiernos socialistas en esta tierra.

Ya, sé que no es cuestión generalizable. Que no todos los que escriben lo hacen con la vista puesta en el tópico andaluz. Pero sí que molesta que aún haya quienes nos tengan en el podio de esos estigmas negativos porque es la tradición y lo más fácil para explicar su superioridad norteña.

Llama la atención que sobreviva aún el chistecico contra nuestra idiosincrasia tópica andaluza. Sobre todo en estos tiempos que corren de aplicación del 155, que nos están dando  la oportunidad de descubrir que tontos y gilipollas existen en todos los lados, pero especialmente ahora, que visten de amarillo chillón. Y no son precisamente nacidos en el Sur. En ninguna de sus ocho provincias. Echen ustedes un vistazo a la actualidad catalana, y verán a lo que me refiero.