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¿Qué sienten los líderes andaluces de ahora?

Si el PSOE se juega mucho en las próximas semanas, los españoles nos jugamos nuestro futuro. Estaremos atentos a la jugada y que Dios nos coja confesados

Benito Fernandez
Benito Fernández

¿Qué hacen los líderes andaluces de ahora? ¿Qué miran los líderes andaluces de ahora? ¿Qué sienten los líderes andaluces de ahora? Perdonen que tome prestado y remede el conocido poema de Rafael Alberti sobre los poetas andaluces, pero me viene al pelo a la hora de denunciar, de poner sobre el tapete, negro sobre blanco como dicen los tertulianos, la orfandad de líderes políticos que sufre esta tierra desde hace unos cuantos años. Uno lleva ya muchos, demasiados lustros, comentando la actualidad política andaluza, analizando el papel de esta tierra y de sus hombres y mujeres en el concierto nacional y su influencia en el panorama político del Estado. Y he de reconocer que, pese a su indudable peso demográfico y su correspondiente incidencia en los comicios generales, Andalucía ha ido perdiendo poder y peso por la cada vez mayor ausencia de líderes con el suficiente prestigio y personalidad.

Uno echa de menos aquellos años 80 y 90 del pasado siglo cuando sonadas figuras políticas como Felipe González, Alfonso Guerra, Alfonso Perales, Manuel Chaves o Luis Yáñez en el PSOE, Julio Anguita en Izquierda Unida, Alejandro RojasMarcos, Pedro Pacheco o Luis Uruñuela en el Partido Andalucista o Soledad Becerril, Antonio Hernández Mancha, Javier Arenas o Manuel Pimentel en el PP, con sus virtudes y sus defectos, eran referentes a tener en cuenta en el escenario político español. Si en estos momentos echamos un vistazo a la nómina de líderes políticos regionales capaces de influir en el resto del Estado, sólo nos queda la presidenta de la Junta, Susana Díaz, quien, de momento, amaga pero no es capaz de dar el puñetazo sobre la mesa para reconducir una situación que el secretario general de su partido, Pedro Sánchez, está llevando a unos límites bastante preocupantes.

[blockquote style=»1″]Pero no nos engañemos. No hay líderes carismáticos en Andalucía ni los hay en todo el Estado español y ahí radica uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos actualmente.[/blockquote]

¿Es que ya Andalucía se ha quedado sin nadie? ¿Es que acaso en los montes andaluces no hay nadie? ¿Es que en los mares y campos andaluces no hay nadie?, se preguntaba el poeta portuense. Y resulta más que evidente de que no hay nadie, ningún líder con capacidad de estadista que haya cogido el relevo de los personajes que citaba anteriormente. Pero no nos engañemos. No hay líderes carismáticos en Andalucía ni los hay en todo el Estado español y ahí radica uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos actualmente. Ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez ni Albert Rivera ni tan siquiera ese aprendiz de líder mediático, Pablo Iglesias, que se autoproclama salvador de la democracia a base de esperpentos públicos y twits en las redes sociales, tienen la capacidad, la valentía, el rigor, la voluntad ni la suficiente inteligencia para anteponer las necesidades del país a sus propios intereses y a los de sus partidos. Algo que es, o debería ser, la cualidad fundamental de un estadista.

Así que visto lo visto, y con líderes andaluces tan descafeinados como el del PP-A, Juanma Moreno, o el de IULV-CA, Alberto Garzón, solo nos queda una, nuestra inefable Susana Díaz. Y me da la impresión de que Susana no está de momento por la labor de quemarse políticamente plantándole cara a las nefastas y alocadas aspiraciones de su inmediato superior por muchas declaraciones soto voce que haga en su contra. Ante este panorama, los españoles nos enfrentamos a un dilema bastante complicado: o un Gobierno de coalición de los que Sánchez llama “pacto del progreso” con Podemos y media docena de partidos independentistas que puede acabar de arruinar la cada vez más deteriorada economía, o unas nuevas elecciones, allá por el mes de mayo, que enfanguen aún más la situación. Y, sinceramente, no sé que es peor.

[blockquote style=»1″]Susana hasta entonces va a esperar atendiendo a las recomendaciones que le hace su asesor Máximo Díaz Cano y que se basan en quedarse sentada en San Telmo a ver pasar el cadáver de Sánchez. [/blockquote]

Hace unos días, un antiguo dirigente socialista andaluz ahora retirado me hacía un comentario que ponía los pelos de punta: “Desengáñate”, decía, “Susana no va a mover un dedo en contra de Pedro Sánchez. Va a dejar que se estrelle solo pactando con los de la coleta. Ni siquiera los consejos que últimamente le están dando Felipe o el mismísimo Chaves, que sé positivamente que le han mandado recado, van a hacer que cambie de posición. Ella está muy cómoda como emperatriz de Andalucía y sabe que cuando se celebre el congreso del partido, tiene en sus manos todas las cartas para hacerse con el poder. Quizás en ese momento Sánchez, si algún día logra ser presidente del Gobierno, esté lo suficientemente quemado para cargárselo de un plumazo. Hasta entonces va a esperar atendiendo a las recomendaciones que le hace su asesor Máximo Díaz Cano y que se basan en quedarse sentada en San Telmo a ver pasar el cadáver de Sánchez. El peligro está en que Sánchez podría arrastrar en su caída a todo el partido y ponérselo en bandeja en manos del homónimo de su fundador, ya sabes, el nuevo Pablo Iglesias. Nos jugamos mucho y hay que andar con mucho tiento para no equivocarnos”.

Y yo añadiría, si el PSOE se juega mucho en las próximas semanas, los españoles nos jugamos nuestro futuro y el de nuestros hijos, que puede estar en sus manos. Eso también deberían tenerlo en cuenta tanto Sánchez como Susana. Estaremos atentos a la jugada y que Dios nos coja confesados.