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Silencio

Es indecente que no se aprovechen las audiencias, para enseñarnos a usar el corazón y la razón, en lugar de las vísceras.

El rótulo es… silencio se ruega, y no… silencio se rueda. Es indecente siempre violar personas, circunstancias, templos u hogares, es indecente violar la vida privada de la gente, los duelos, es indecente violar el luto, el llanto y el sufrimiento, hurgar en los demás, es indecente tenernos demasiados días o uno solo, llorando a un país, es indecente que nos remuevan las entrañas, que nos muestren humanos y no humanidad, es indecente que no se aprovechen las audiencias, para enseñarnos a usar el corazón y la razón, en lugar de las vísceras.

Y además es morboso, y no dice nada bueno de quienes lo orquestan y lo permiten, convertir una tragedia de tamaña magnitud en un espectáculo mediático. Se está profanando la intimidad de la pérdida de un hijo, el sentimiento más profundo e irreparable de unos padres, del que jamás dicen te superas. Es tan infinitamente destructivo llenar redes, periódicos, radios y televisiones del drama, acompañándolo casi siempre descarada o veladamente de incitación a la venganza y al odio, que desmonta los principios básicos de la convivencia ciudadana, y además es cuasi delictivo.

Se está profanando la intimidad de la pérdida de un hijo, el sentimiento más profundo e irreparable de unos padres, del que jamás dicen te superas.

¿Qué España estamos construyendo? ¿Qué sociedad estamos nutriendo? ¿Qué valores estamos fomentando? Ahora más que nunca es necesario darnos una lección, de que somos gente sana emocionalmente que reclama justicia, y no ojo por ojo, pues el mundo acabaría ciego, y que les enseña sus hijos y a sus nietas lo mejor de ser humano, y no se recrea en la botella medio vacía.

Solo un corazón y una cabeza amueblada como ninguna, Patricia, ella la única que por encima del desgarro y los medios, la que es ya el estandarte máximo de la autoridad moral, la que ha sido capaz de poner cordura en este país, haciendo una declaración brutalmente conmovedora, de una generosidad y una nobleza infinita. Que construye con toda sencillez la tesis que todos deberíamos grabarnos: quiero que la memoria de mi hijo sirva para encauzar la paz, y no la rabia. Te has convertido en un referente para enseñar en las escuelas, como aprender a sacar lo mejor del ser humano, incluso desde la bajeza vecina más execrable, contra lo más querido.

Gracias Patricia, gracias por llamar a deponer las armas, gracias por la magistral lección, que te consagra como doctora de la bondad, la más preciada de las cualidades, que te blinda del ruido, y las nueces podridas, sabemos que haberlas, haylas, pero como tú bien has indicado, deben ser apartadas sin dejar que nos envenenen. Decía Beethoven que: el único símbolo de superioridad que se conoce, es la bondad.