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Simón Leys. La muerte de Napoleón

El imperativo de escribir una novela centrada en un histórico destronado.

Los valores de ‘La muerte de Napoleón’ dejan un  sabor agridulce al contarnos el propio Simon Leys como, cuando estaba pasando por un unos momentos angustiosos de su vida, siente la necesidad, el imperativo, de escribir una novela centrada en un histórico destronado.

 

Semejante a un reguero de pólvora recorrió entonces la noticia – de igual manera que trota el Show de Corina y sus borbotones -, me refiero a la manifestación nacional conmovedora, luctuoso clamor,  que el emperador Napoleón acababa de morir.

Sin embargo, Napoleón estaba vivo, el muerto fue el desdichado impostor que lo suplantaba en la cárcel donde lo retenían prisionero. Y Simon Leys, seudónimo de Pierre Ryckmans (Bruselas, 28 de septiembre de 1935 – Canberra, 11 de agosto de 2014),  escritor, crítico literario, traductor y sinólogo belga. Sus obras tratan sobre todo de la cultura china, la literatura y el mar.  Nos cuenta la aventura.

Cuadernos del Acantilado,  nos ofrece en bandeja de plata una histórica ficción novelada en la  que se da la noticia para toda Francia del fallecimiento de tan  mítico coloso allá en la lejana isla en la que vivía desterrado, táctica para encubrir el plan de quien gobernó un inmenso imperio, que levantó enfurecidas muchedumbres, no más ayer, legiones nostálgicas y sentidas, que lo lloraron, mientras el verdadero coloso, disfrazado de modesto ciudadano, atraviesa mares y fronteras con el temple contenido hasta lograr alcanzar Paris desde donde preparará un levantamiento con el que reconquistar el poder  dominador y posesivo que ya dominó al mundo.

 

Lo valioso de La muerte de Napoleón como novela  no deja de ser curioso y así nos lo cuenta el propio autor, que estaba pasando por un unos momentos angustiosos de mi vida, cuando siente el deseo de escribir esta aventura centrada en un personaje “con el que no podía tener ningún tipo de relación real o imaginaria, ninguna conexión racional  ni emocional” sino un tipo que le fuera ajeno.

 

Y dando vueltas a su mente, sin más, le salió Napoleón. Y la verdad es que leerla no es perder el tiempo con  esta ficción cargada de fino humor e intenciones, tanto políticas como sociales, donde este Napoleón disfrazado de modesto ciudadano corriente,  permite vivir al coloso inmerso en la realidad de la verdadera sociedad en la lucha diaria de  clases sociales modestas, variedad narrativa dentro de un relato asombroso en que lleva a nuestro personaje a meditar sobre la identidad y el poder, teniendo muy en cuenta la legitimidad de y la variedad sobre la insignificancia de toda la vida. Fue incómodo y pobre s de su obligatorio anonimato, circunstancias que lo llevaron a unos múltiples errores, riesgos,  hambre calmada con duros trozos de pan, contratiempos, que lo llevarán a hundirse cada vez más en el entresijo de su propia y escondida personalidad. Pero también a sentir el calor de los seres humanos y el amor. Esa pasión que no tiene un precio para ser comprada por el poder del dinero. “Leys transmite una imagen amable, bienhumorada y melancólica del caudillo domesticado, superviviente en el anonimato desde el que tiene ocasión de asistir tras la muerte. Historia de alto estilo literario a la vez sencillo, lleno de humor y hasta ternura en ese final, cuando la muerte llega y  pide unas palabras de amor y claridad con las que calmar los últimos adioses del espíritu.